¿Sueño europeo? Sí, sin duda, pero también ley europea
En la primera semana de abril, el Parlamento Europeo (PE) celebró en Bruselas su penúltimo pleno de esta legislatura europea 2014-2019 que se encamina hacia su fin. La próxima semana, del 14 al 18 de abril, tendrá lugar en Estrasburgo su última sesión plenaria, cargada, como de costumbre, de últimas votaciones y aprobación definitiva de asuntos legislativos en que nos hemos ocupado durante largos años de negociaciones complejas.
Junto a estos votos, muchos de ellos tratados en la Comisión de Libertades, Justicia e Interior (Comisión LIBE), en la que he concentrado la mayor parte de mi tiempo y trabajo durante este mandato, debatiremos también los flecos todavía pendientes de lo que venimos llamando “Brexit related files”, expedientes vinculados al Brexit de nunca acabar.
Significativamente, habiendo expirado todos los calendarios de negociación acordados por y con el Reino Unido cuando decidió activar el art.50 TUE para abandonar la UE tras el deplorable referéndum de junio de 2016 (tan minado de fake news y trolls antieuropeos), la todavía premier Theresa May se ha visto patéticamente obligada a solicitar una enésima (y prolongada prórroga). Una “extensión temporal” que, con manotazos de ahogado, expresa la asfixiante trampa en la que se ha encerrado la política británica: incapaces de consumar el siempre aplazado Brexit, los responsables del bloqueo requieren un tiempo extra para rehacer el guion. Piden al resto de la UE que se les permita, primero, sacar la pata de donde la metieron; y, quizá, posteriormente rebobinar sus yerros para salvar la cara hasta encontrar una manera de permanecer en la UE sin que parezca que “desoyen” el resultado de aquél voto popular hace tres años.
Pero, además de esto, en aquel (así llamado) minipleno de Bruselas, copado una vez más con discusiones sobre qué hacer para arrojar un poco de claridad en el laberinto oscuro del Brexit y sus frustraciones, compareció, en la Ronda de Debates sobre el futuro de Europa con los Jefes de Gobierno, el primer ministro sueco, el socialdemócrata Stefan Lövfen.
Lövfen es, recuérdese, un superviviente tras meses de inusual parálisis en la política sueca, después de los inconclusivos resultados de las últimas elecciones generales en este país escandinavo, Estado miembro veterano de la UE (desde 1995, junto con Austria y Finlandia). Bajo su liderazgo, el Partido Socialdemócrata sueco (que, con el legendario e inolvidable Olof Palme, tanto hizo por el PSOE y por la democracia en España durante la Transición) ha vuelto a ser primera fuerza -aunque sin mayoría suficiente (28% de sufragios) para poder liderar un Gobierno en solitario-, haciendo frente al avance de la extrema derecha xenófoba (irónicamente llamada “Demócrata”). Tras una tensión prolongada, el primer ministro sueco renueva mandato de gobierno y su asiento en el Consejo, pero, sobre todo, aporta al gran debate europeo una mirada europeísta, firmemente enraizada en valores fundantes de los mejores años de la construcción europea.
Es por ello que muchos -y desde luego nosotros, los socialistas españoles- intervinimos en el pleno para agradecer sin ambages al primer ministro Lövfen su inspirador discurso proeuropeo. Y para reconocer su enérgica defensa del compromiso sueco con el relanzamiento urgente de ese Pilar Social que fue objeto de la agenda acordada en la Cumbre de Gotemburgo (ciudad sueca en que la UE apostó por restaurar parte de los objetivos sociales que, durante los peores años de la Gran Recesión que arrancó en 2008, fueron penosamente postergados o arrumbados). Su reivindicación del aporte sueco a la integración europea incluyó asimismo, cómo no, una orgullosa mención a ABBA (los héroes suecos más globales desde Raoul Wallenberg)... Pero también a Greta Thunberg, joven estudiante sueca devenida en referencia de liderazgo mundial por su encendida defensa del derecho al medio ambiente y a la sostenibilidad, y a que la juventud herede de esta generación un planeta que haya hecho sus deberes para detener la derrota ante el calentamiento global.
Agradecimos también al primer ministro sueco por evocar en su discurso el sueño europeo (el European Dream, que exaltó Jeremy Rifkin con su mirada americana). Pero abordamos, al tiempo, la ocasión de recordar que ya es hora de que el sueño europeo llegue a un acuerdo -y que lo haga cuanto antes- con la ley europea. Dicho en otras palabras, es hora de que el sueño europeo se acompase al derecho europeo vinculante. Porque, como lo expresó el jefe de Gobierno sueco, ni la solidaridad (art.80 TFUE), ni la inmigración ordenada (art.79 TFUE), ni el Pilar Social (Título X TFUE) son sueños ni ensoñaciones: son mandatos normativos según las leyes europeas vigentes y vinculantes, por más que flagrantemente (y reiteradamente) violadas por algunos notorios Estados miembros (EE.MM) de la UE.
Como también el propio art.50 TUE (inicio del procedimiento de abandono de la UE por parte de un Estado miembro) es un precepto jurídico, una regla normativa sobre el deber de la UE de responder a un reto descomunal como el Brexit, y de hacerlo de manera unitaria y coherente con los derechos de ciudadanía de los que se quedan dentro, y de los EE.MM que permanecen libremente y que deciden cumplir con el Derecho de la UE cuya adhesión ratificaron cuando se sumaron al Club.
En aquel mismo minipleno de nuestra sesión en Bruselas, muchos/as eurodiputados/as escuchamos, con indignación y estupor, a más de un/a colega británico/a llamándonos la atención sobre ese reloj de arena que marca el paso del tiempo para el enésimo DeadLine del Brexit interminable, cuando resulta evidente que ese reloj de arena hace ya tiempo que suena como una alarma ruidosa, incluso ensordecedora, para esa House of Commons incapaz de decidir un solo voto que sea claro y entendible para los propios británicos y el resto de los europeos.
Porque hace tiempo que es hora de que la Cámara de los Comunes se pronuncie sobre cómo responder al resultado dimanante del desdichado referéndum que tuvo lugar en 2016, ya sea completando el procedimiento abierto por la activación del art.50 TUE, ya sea corrigiendo aquél mediante la convocatoria de un segundo referéndum con un debate informado. En lo que corresponde al PE, la lección está muy clara: a los europeístas nos corresponde luchar contra el nacionalismo y el populismo eurófobo, votando a favor de Europa, y haciéndolo con toda fuerza, como por cierto defendió en su discurso Stefan Lövfen.