Robots: ¿quién dijo miedo?
Hace unos días que terminó el Foro de Davos, en el que uno de los temas más debatidos ha sido la inteligencia artificial. Desde la década de los 90 se ha venido hablando de este asunto, pero ha sido realmente en los últimos 4 o 5 años cuando la inteligencia artificial se ha convertido en uno de los protagonistas de la actualidad tecnológica y económica.
Como suele suceder siempre con las cuestiones controvertidas, hay un debate abierto entre partidarios y detractores que unos y otros defienden de forma apasionada. En contra se sitúan los que temen que la inteligencia artificial termine superando y destruyendo al hombre y vaticinan que las máquinas se harán con el mercado laboral, relegando al ser humano a una posición de mero espectador. Por el contrario, los defensores de la inteligencia artificial consideran que estas solo se van a hacer cargo de tareas automatizadas y del análisis de grandes volúmenes de información para las que tienen una mayor capacidad que el ser humano.
Unos y otros tienen razón, en parte. Es cierto que las máquinas están provocando, y lo harán más en el futuro, una disminución de las plantillas de teleoperadores, administrativos, operarios, intermediarios financieros, cajeros de bancos, etc. Pero también lo es que están naciendo nuevas profesiones por el desarrollo e implantación de la inteligencia artificial. Siempre se pone el ejemplo de los científicos de datos, pero hay otros como los especialistas en marketing digital, ingenieros de procesos digitales, ingenieros de fabricación inteligente o directores de contenidos digitales. Son solo algunos, pero vienen a demostrar que como ha sucedido a lo largo de la historia de la economía, las revoluciones industriales han provocado la destrucción de puestos de trabajo y la creación de nuevas oportunidades.
Para centrar el debate y arrojar algo de luz en este asunto, las firmas de consultoría están realizando investigaciones sobre esta realidad y las conclusiones son claras. Recientemente Gartner afirmaba que, si bien de aquí a 2020 la inteligencia artificial destruirá 1,8 millones de empleos, habrá creado 2,3 millones de puestos de trabajo. Por tanto, el balance es positivo.
La inteligencia artificial está ayudando de forma extraordinaria al avance de la humanidad, a crear un mundo mejor y a facilitar la vida de las personas. En los procesos de selección de RRHH; por ejemplo, se aplica para seleccionar a los candidatos más idóneos para cada puesto, pero también para asegurar que el proceso es inclusivo, es decir, que no se produce discriminación de género; también en el ámbito del marketing se emplea para conocer mejor al cliente y llegar a él con una oferta personalizada y adecuada a sus necesidades; en contabilidad, aprende y automatiza análisis y tareas que evitan el error humano; en las ciudades, previniendo inundaciones y optimizando el alumbrado para reducir el gasto, etc. En casi todos los momentos de nuestro día a día hay una máquina, un robot, una inteligencia artificial que está haciéndonos la vida más fácil y deberíamos dejar que siga haciéndolo.
Hay que continuar trabajando en su desarrollo, investigando y ensayando nuevos ámbitos de aplicación, pero de una forma controlada. Es necesario promulgar nuevas leyes que permitan gobernar la inteligencia y establecer los límites éticos, pero que a la vez promuevan la colaboración. Y ahí es donde realmente está la solución a este problema, en la colaboración hombre-máquina.
Los robots, de una forma controlada, seguirán abarcando y asumiendo las tareas que se basen en procesos automatizados, mientras el hombre seguirá aportando la responsabilidad, la creatividad y el sentido común, en definitiva, las cualidades que son exclusivas del ser humano y que hacen que siga siendo la máquina más perfecta que hay sobre la faz de la tierra.