Por qué las relaciones entre Estados Unidos e Irán siempre han sido tormentosas
Para comprender las noticias de la actualidad hay que remontarse a 1908.
Que Estados Unidos e Irán no se llevan bien es algo que no admite mucha discusión. Lo que no está tan claro es el motivo.
Las noticias sobre la crisis actual giran en torno a Donald Trump, los acuerdos nucleares, el legado de Barack Obama y la determinación de Irán por convertirse en una gran potencia de Oriente Medio.
Sin embargo, para comprender las noticias de la actualidad hay que remontarse mucho más atrás. Concretamente, a 1908.
Asimismo, es necesario analizar el papel del Reino Unido en la época imperial, cuando era el Estados Unidos de su tiempo.
Como sucede con tantos conflictos en Oriente Medio, la crisis actual entre Estados Unidos e Irán hunde sus raíces históricas en el control de los recursos naturales; en este caso, el petróleo.
Fueron los británicos quienes antes quisieron explotar las reservas de petróleo de la entonces denominada Persia, en una época en la que Estados Unidos tenía muy poca presencia fuera de sus fronteras.
En 1908, los británicos, aún en modo imperial, fundaron la Compañía de Petróleos Anglopersa (APOC) tras descubrir una enorme reserva de petróleo en el país y generaron una fortuna a cambio de entregarle a Persia un escaso 16% de los beneficios.
Como era de esperar, este desequilibrio en el reparto de los beneficios entre los persas y los británicos se convirtió en una fuente de fricción.
Los iraníes (como se hicieron llamar a partir de 1935) hicieron varios intentos para renegociar los términos del acuerdo con la APOC, pero o bien no se ponían de acuerdo o bien los acuerdos alcanzados dejaban de ser productivos.
En una de las múltiples faltas de respeto de Occidente por la soberanía en este periodo histórico, el Reino Unido y sus aliados, la Unión Soviética, invadieron y ocuparon Irán para garantizar el suministro de petróleo para sus máquinas de guerra, cada vez más sedientas.
La ocupación alimentó un sentimiento nacionalista que recorrió Oriente Medio tras la II Guerra Mundial y, en mayor medida, Irán. Este creciente nacionalismo intensificó las demandas del pueblo para nacionalizar los recursos energéticos del país.
En 1951, el Parlamento iraní votó a favor de nacionalizar la APOC (que había sido renombrada como Compañía de Petróleos Angloiraní. Poco después, el pueblo eligió a Mohammad Mossadeq, un reconocido líder nacionalista, como primer ministro.
A lo largo de los dos años siguientes, Mossadeq intentó llevar a la práctica la nacionalización a través de una tensa relación diplomática con el Reino Unido y Estados Unidos, que, a estas alturas, ya tenía mucha más implicación internacional que en décadas anteriores.
Los británicos, que no estaban dispuestos a renunciar a la gallina de los huevos de oro en una época en la que la demanda de petróleo no hacía más que crecer, resistieron ante las exigencias de Mossadeq y empezaron a buscar formas de librarse de él.
Al final, el Reino Unido escogió probablemente la opción más extrema: subvertir la democracia iraní derrocando al líder y colocando a otro líder de su agrado.
El golpe de Estado fue orquestado por la CIA y el MI6 utilizando como pretexto la escalada de tensiones de la Guerra Fría para catalogar esta operación como necesaria para que los recursos energéticos no fueran a parar a manos soviéticas.
Los servicios de inteligencia occidentales sobornaron a determinados grupos muy influyentes de Irán para que iniciaran una revuelta que propició la detención de Mossadeq. Este fue sustituido por Fazlollah Zahedi, un nuevo primer ministro favorable a Occidente que fue reconocido por el sha (rey) Mohammad Reza Pahleví, igualmente favorable a Occidente.
En una demostración evidente de quién andaba tras estos acontecimientos en Irán, la Compañía de Petróleos Angloiraní fue rebautizada como British Petroleum (sí, el famoso BP) en 1954.
Las cosas nunca volverían a ser como antes. BP, en vez de conformarse con monopolizar el petróleo iraní, empezó a formar parte de un consorcio de compañías que controlaron buena parte del petróleo mundial durante dos décadas.
No pillará por sorpresa a nadie que el pueblo de Irán no andaba muy contento con un líder impuesto por potencias extranjeras. El descontento creció y creció hasta desembocar en huelgas y manifestaciones masivas que paralizaron el país.
Bajo esta enorme presión, Pahleví huyó a Estados Unidos y fue sustituido por Ruhollah Jomeini, que no tardó en conocerse en Occidente como el ayatolá Jomeini.
Había pasado los 15 años anteriores exiliado a causa de su oposición a Pahleví, pero regresó a Irán y fue aclamado por los millones de iraníes que salieron a las calles.
Jomeini formó un nuevo Gobierno, organizó un referéndum y fundó la República Islámica de Irán tal y como la conocemos hoy. Calificó a Estados Unidos como “el Gran Satán”.
Casi inmediatamente después, tuvieron lugar varias crisis, cada una de las cuales avivó las hostilidades con Estados Unidos. (El Reino Unido, tras perder su imperio, había quedado en un segundo plano).
En noviembre de 1979, un grupo de estudiantes iraníes, furiosos por la negativa de Estados Unidos a extraditar a Pahleví, asaltaron la embajada americana de Teherán y tomaron 52 rehenes durante casi dos años.
El fracaso de Estados Unidos a la hora de liberar a sus ciudadanos mediante negociaciones o a través de una operación de rescate fallida fue una bofetada humillante para Estados Unidos en el panorama internacional y uno de los factores que contribuyeron al fin del Gobierno de Jimmy Carter.
Donald Trump se refirió hace poco a estos 52 rehenes cuando dijo que Estados Unidos podría atacar 52 lugares de culto en Irán.
Estados Unidos declaró que Irán era un Estado que patrocinaba el terrorismo y citó más de 60 ataques contra Estados Unidos en Oriente Medio.
El sucesor de Carter, Ronald Reagan, se vio implicado en su propio escándalo relativo a Irán unos años después.
En lo que pasó a conocerse como el escándalo Irán-Contra, Reagan vendió armas a Irán y utilizó el dinero recibido para financiar a los rebeldes anticomunistas de Nicaragua para acabar con el Gobierno, pese a que el Congreso había prohibido dicha financiación.
El 3 de julio de 1988, un crucero militar ubicado en el golfo Pérsico derribó un Airbus A300 comercial iraní que se dirigía a Dubai.
Las 290 personas que iban a bordo fallecieron. Estados Unidos se justificó asegurando que lo habían confundido con un avión de combate.
A lo largo de esta década, Estados Unidos reforzó sus sanciones sobre Irán para evitar que se aprovisionaran de “armas químicas, biológicas, nucleares u otras armas avanzadas no convencionales”.
Las relaciones se deterioraron aún más tras conocerse que Irán estaba desarrollando unas instalaciones nucleares que los países occidentales temían que fueran para fabricar bombas nucleares.
El Gobierno del ultraconservador Mahmoud Ahmadineyad negó las acusaciones, pero Naciones Unidas, Estados Unidos y la Unión Europea impusieron duras sanciones que menoscabaron la economía del país.
Los síntomas de que las relaciones entre ambos países iban a mejor con la elección del reformista Mohammad Jatamí en 1997 se echaron a perder cuando George Bush incluyó a Irán en 2002 en el “eje del mal” junto con Irak y Corea del Norte en un infame discurso.
La etiqueta provocó una gran indignación en Irán, que un año después, con el caos que provocó la invasión de Irak por parte de Estados Unidos, aprovechó para reforzar su influencia en Oriente Medio.
La elección de Barack Obama marcó un profundo giro en la relación entre Estados Unidos e Irán y por fin se alcanzó un acuerdo con vistas al futuro que limitaría la capacidad nuclear de Irán a su aplicación energética civil a cambio de levantar las sanciones anteriores.
Pese a que el acuerdo se celebró como un gran paso adelante hacia la paz, hubo un hombre que manifestó su descontento: Donald Trump.
El presidente Obama debe recordar que lo peor que se puede hacer en un acuerdo es parecer desesperado por cerrarlo. Hay que tomárselo con calma, poco a poco y pensando.
Ya como presidente, Trump rompe el acuerdo en 2018 para disgusto de otras potencias mundiales y vuelve a imponer sanciones a Irán, cuya economía se desploma.
Estados Unidos impone más sanciones a las exportaciones iraníes de petróleo y provoca represalias de Irán contra diversos barcos petroleros del Golfo Pérsico.
El 20 de junio aumentan las tensiones cuando Irán derriba un dron militar estadounidense y, poco después, anuncia que dará marcha atrás a varios de los compromisos que adquirió en el acuerdo nuclear original.
Todos estos acontecimientos desembocan en la situación actual. Un ataque a una base militar de Irak por parte de una milicia iraní desencadena un ataque aéreo de Estados Unidos que acaba con 25 miembros del grupo.
Esto, a su vez, provoca un asalto a la embajada estadounidense en Irak y Estados Unidos responde asesinando a Qasem Soleimani. Irán, días después, responde atacando con una docena de misiles dos bases militares con tropas estadounidenses en Irak, sin víctimas estadounidenses, según Trump, y con 80 víctimas mortales, según los medios de Irán. El resto de la historia lo estamos viviendo ahora.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.