¿Qué hay detrás del aumento de brotes de coronavirus en todo el mundo?
“Todos sabíamos que reabrir nuestras fronteras supondría un repunte puntual de casos, pero la economía y el turismo deben sobrevivir”.
Durante los primeros meses de la pandemia, Grecia se convirtió en una sorprendente historia de éxito. La rápida actuación del Gobierno para cerrar las fronteras en febrero y en marzo ayudó a evitar la alta tasa de mortalidad que sufrieron otros países. Gracias a eso, a comienzos de mayo empezaron a levantar las restricciones de confinamiento y en junio empezaron a recibir turistas internacionales con la promesa de unas vacaciones libres de coronavirus.
Desde entonces, el número de casos en el país ha aumentado de forma alarmante y los científicos aseguran que Grecia está sufriendo oficialmente una segunda ola. El domingo 9, Grecia registró 203 nuevas infecciones, su número más alto desde el inicio de la pandemia, y gran parte de la culpa ha recaído en el ocio nocturno. Por ello, el Gobierno impuso el pasado día 10 un toque de queda nocturno en bares y restaurantes de los principales destinos turísticos, incluidas las islas de Mykonos, Santorini y Corfú.
“Por desgracia, la transmisión del virus es cada vez más peligrosa”, señaló Vasilis Kikilias, ministro de Sanidad griego. “Apelo una vez más a los jóvenes y a los ciudadanos que no siguen las medidas de seguridad básicas de protección (mascarillas, medidas de higiene, distancia de seguridad...) para que piensen en la responsabilidad que tienen para con sus conciudadanos más vulnerables y el país en sí”.
Los jóvenes se han convertido en cabezas de turco muy convenientes en muchos países. En el Reino Unido, la ciudad de Preston ha sufrido un confinamiento selectivo tras un importante incremento de casos entre menores de 30 años que las autoridades han achacado a los bares nocturnos y las reuniones de amigos en hogares.
En respuesta, el Gobierno ha lanzado el mensaje “Don’t Kill Granny” (no mates a los yayos) para que cale la idea de que los asintomáticos pueden transmitirle la enfermedad a los ciudadanos más vulnerables.
“Los jóvenes son inevitablemente los ciudadanos con menos miedo e insisten en seguir con sus aventuras fuera de casa”, declaró Adrian Phillips, presidente ejecutivo del Consejo de Preston City, a la BBC. “Sabemos que son ellos los principales portadores del virus, los que más probabilidades tienen en estos momentos. A menudo tienen pocos síntomas, pero se llevan el virus de vuelta a casa. Pensamos que la transmisión comunitaria que estamos viendo se debe a jóvenes que cogen el virus y se lo llevan a casa”.
Esta historia se ha repetido en otros países desde que se levantaron las restricciones. A comienzos de mayo, Corea del Sur sufrió un importante brote asociado a varios clubes nocturnos de Seúl. En España, los clubes nocturnos y las fiestas se han convertido en el principal foco de contagios, mientras que Alemania advierte de que ha detectado que la gente cada vez se preocupa menos por mantener la distancia de seguridad. En Estados Unidos también apuntan a las fiestas como el principal motivo del aumento de los casos.
“Este tipo de fiestas en las que la gente no lleva mascarilla son nuestra principal fuente de contagios”, asegura Erika Lautenbach, directora del Departamento de Sanidad del Condado de Whatcom (estado de Washington) en declaraciones al NPR.
No es ninguna sorpresa. Al virus le encanta que la gente se reúna en recintos cerrados y pasen mucho tiempo en contacto.
“Los locales nocturnos suelen estar mal ventilados, la gente no lleva mascarilla porque está bebiendo y el volumen de la música hace que tengan que hablar alto, algo que se ha documentado como factor de riesgo”, explica a El País Joan Ramón Villalbí, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas).
A los ciudadanos se les puede culpar individualmente de no seguir las recomendaciones oficiales de guardar la distancia de seguridad y llevar mascarilla, o por asistir a fiestas y raves ilegales, pero muchos gobiernos han animado a la población a retomar el ocio nocturno para revivir la industria de la hostelería. En esos lugares, sobre todo tras meses de confinamiento, es más fácil que los consejos de moderación caigan en saco roto.
Cuando los bares reabrieron en el Reino Unido el mes pasado, las zonas más populares acabaron abarrotadas. John Apter, presidente de la Federación de Policía, aseguró que estaba “claro como el agua” que las personas ebrias no están en condiciones de guardar las distancias de seguridad.
El riesgo de desencadenar un aumento de brotes al levantar las restricciones a los viajes y reabrir todos los comercios se conocía desde el primer momento, también en Grecia.
“Todos sabíamos que reabrir nuestras fronteras supondría un repunte puntual de casos, pero la economía y el turismo deben sobrevivir”, afirmó el mes pasado el ministro de Sanidad griego Vassilis Kikilias.
Pero los jóvenes y las fiestas no son el único motivo del aumento de los brotes, ya que hay muchos otros lugares cotidianos en los que las personas permanecen en contacto sin distancia de seguridad: residencias, plantas procesadoras de alimentos, almacenes, centros de distribución, transportes públicos...
En el Reino Unido, la ciudad de Leicester fue la primera en sufrir un confinamiento selectivo a finales de junio tras el aumento localizado de casos de coronavirus. Aunque la causa del brote no fue localizada, las autoridades sospecharon de la industria textil y de las plantas de procesamiento de alimentos, donde trabajadores de todo el mundo llevan años protestando por sus pobres condiciones de trabajo.
En julio, el ministro de Sanidad del Reino Unido, Matt Hancock, declaró que estaba muy preocupado por las condiciones laborales de algunas industrias”.
La situación es similar en Alemania y en otros países, como Estados Unidos, donde los obreros, a menudo inmigrantes y personas de color, tienden a trabajar en condiciones laborales precarias y a vivir en pisos compartidos, a veces abarrotados de personas en su misma situación.
Los errores de los gobiernos también han influido en el resurgir del coronavirus, por supuesto.
En Australia, el sistema de cuarentenas en hoteles implementado en el Estado de Victoria es el responsable de buena parte de los nuevos casos registrados. Otras partes del país se apoyaron en las fuerzas policiales y militares para obligar a los recién llegados al país a guardar cuarentena. Victoria, sin embargo, recurrió a empresas de seguridad privadas. Estas empresas, al parecer, no tenían la formación necesaria ni equipo de protección individual y a los guardias, según cuentan periódicos locales, les obligaban a llegar al trabajo en coche compartido y a interactuar de manera frecuente con los turistas en cuarentena.
Se ha programado una investigación del Gobierno a partir de la semana que viene para descubrir los errores cometidos en el sistema de cuarentenas de Victoria.
Nueva Zelanda también se está apresurando para identificar el origen de un nuevo brote, después de que cuatro personas en un hogar de Auckland dieran positivo después de 102 días consecutivos sin casos en todo el país. El resurgir del virus ha provocado que el Gobierno confine Auckland, la ciudad más importante de Nueva Zelanda, para dar tiempo a las autoridades sanitarias a descubrir el origen del brote antes de que se propague.
En Francia también se han reforzado las restricciones a las reuniones sociales y se está haciendo más hincapié en el uso de la mascarilla después de que la cifra de nuevos casos de coronavirus llegara a 785.
Los datos también muestran que las comunidades pobres y de minorías sociales son las que más riesgo corren de contraer el virus y desarrollar patologías graves como consecuencia del racismo sistémico y la desigualdad económica. En junio, un informe británico oficial desveló que las personas negras, asiáticas y de otras minorías étnicas tienen más probabilidades de morir por la Covid-19 que las personas blancas.
Siguen siendo muchos quienes critican al Gobierno británico por haber tardado tanto en reconocer la pandemia y ofrecer ayuda a estas comunidades. En el Reino Unido y en Australia, por ejemplo, el Gobierno ha recibido críticas también por no transmitir de forma adecuada las recomendaciones de salud y seguridad a los ciudadanos con bajo nivel de inglés.
“No creo que nadie esperara una explicación científica inmediata sobre por qué hubo tantas muertes entre la población negra, asiática y de otras minorías étnicas, pero sí un plan de acción para proteger a esta población de mayor riesgo”, explicó en junio el doctor Chaand Nagpaul, presidente de la Asociación Médica Británica, a la edición británica del HuffPost.
“No creo que muchas personas mayores tuvieran acceso a internet. Esa generación necesitó a su familia y a jóvenes como yo para enterarse de lo que estaba pasando y aclarar sus dudas”, explica Huong Truong, hija de refugiados vietnamitas.
No está de más que todos los gobiernos insistan a sus ciudadanos sobre la necesidad de tener cuidado y actuar con responsabilidad. Hasta que salga una vacuna eficaz, lavarse las manos, mantener las distancias de seguridad y usar mascarilla desempeñarán un papel fundamental para mantener las infecciones a raya.
El problema es que esos consejos oficiales a menudo no son bien transmitidos a la población. Caso aparte son las fotos y vídeos que han circulado por las redes de altos funcionarios de todo el mundo saltándose sus propias medidas de seguridad. En el Reino Unido, por ejemplo, los investigadores detectaron el “efecto Dominic Cummings”, por el que el asesor principal de Boris Johnson dañó la confianza de la población en el Gobierno al irse de vacaciones con su familia fuera de Londres, violando las restricciones impuestas en todo el país y reduciendo así el cumplimiento general de las medidas de confinamiento.
La conclusión que se extrae de todo esto es que a los jóvenes que salen de fiesta no se les debería echar toda la culpa del aumento de casos de coronavirus en el mundo, porque gran parte de la responsabilidad, en definitiva, recae en las autoridades que lo permiten y lo legitiman con sus actos.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.