¿Qué está fallando? La escalada de asesinatos machistas tras el fin de las restricciones dispara las alarmas
Desde que finalizara el estado de alarma el pasado 9 de mayo, 9 mujeres han sido asesinadas en España.
Desde que finalizara el estado de alarma el pasado 9 de mayo, la violencia machista se ha cobrado en España la vida de nueve mujeres (confirmadas) y una menor. El hallazgo del cuerpo de Olivia, una de las niñas desaparecidas en Tenerife después de que su padre nunca las devolviese al hogar familiar, es la dramática expresión de la violencia vicaria, una de las desgarradoras patas de esta lacra que instrumentaliza a los hijos para hacer daño a la madre.
La concentración de crímenes en un intervalo de tiempo tan pequeño ha disparado todavía más las alarmas y ha llevado a los expertos a vincular la escalada de asesinatos con el fin de las restricciones por la pandemia. Según los datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el contexto vivido ha tenido un impacto claro en los indicadores de violencia de género. Las denuncias cayeron un 10,31% en 2020 —17.325 menos— y las órdenes de protección descendieron un 11,94%. Lo que en ningún caso es una buena noticia.
Desde el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del CGPJ recuerdan que esta importante disminución es “consecuencia directa” de la crisis sanitaria y, especialmente, de los meses de confinamiento. “Esto no puede invitar en absoluto al optimismo, sino que pone de manifiesto las dificultades añadidas que las víctimas han tenido para denunciar a sus agresores”, destaca Ángeles Carmona, presidenta del Observatorio. “Por encontrarse en casa bajo el control constante de sus agresores, por dudas sobre si podían o no salir, por el miedo a que les pasara algo a sus hijos e hijas, más de 17.000 mujeres dejaron de denunciar el pasado año”, recalca.
Violencia cíclica de intensidad creciente
Tanto para Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno de violencia de género, como para Ana Bella, impulsora de la fundación que lleva su nombre —una red de mujeres supervivientes— es uno de los factores explicativos, pero no el único.
“En primer lugar es la consecuencia de un problema estructural: el machismo”, sostiene Lorente. “Cada día 6.000 mujeres son maltratadas en España y se denuncian tan solo 300 y pico casos”, añade. “Eso va evolucionando bajo una violencia cíclica de intensidad creciente que puede conducir al homicidio, y el 80% de esos casos de asesinatos nunca se ha denunciado”.
Este machismo estructural, según el experto, se ve potenciado por los mensajes negacionistas de la ultraderecha con el beneplácito y la complicidad de la derecha que, “con un impulso mediático, dan vuelo a todo este tipo de planteamientos sin ninguna base y con todas las consecuencias: daño, violencia y muertes”, remarca.
Como parte de la problemática, Bella señala al mismo tiempo hacia la pasividad cómplice que, en muchos casos, envuelve este tipo de violencia. “En España solo se ayuda al 25% de las víctimas de violencia de género porque el resto no se lo cuenta a nadie. Pero es que el 40% no lo hace porque ni siquiera se da cuenta de que sufre maltrato”, añade.
Es su caso. Durante 11 años su marido la pegaba “hasta con la correa”, explica a El HuffPost, pero reconoce que, a pesar de eso, no se identificaba como víctima. “Veía las noticias y pensaba por qué la mujer asesinada no se habría ido de su casa antes de que la mataran, sin darme cuenta de que yo podía ser una de ellas”, confiesa.
“Existe una indefensión aprendida que nos impide reaccionar porque nos robaron esos instintos. Tenemos miedo, estamos anuladas y necesitamos a la gente de nuestro alrededor. Ahí es donde se debe actuar ahora”, expone.
Factor refuerzo
Para Lorente, cuando los homicidios se acercan en el tiempo cabe hablar del factor de refuerzo, también conocido como “efecto llamada”. “Aunque no me gusta denominarlo así porque genera confusión”, precisa. “Parece que se trata de hombres que no tienen pensado ejercer la violencia y que finalmente la llevan a cabo porque se les anima a hacerlo. Es absurdo, no es eso”, afirma.
“Aquellos hombres que están pensando en asesinar a sus mujeres o exmujeres, y ahora mismo en España hay 12 o 20 hombres que lo piensan firmemente, simplemente se sienten reforzados cuando ven que otro lo ha hecho. Es una conducta humana que se produce en cualquier ámbito”, explica. “Son agresores morales, que lo hacen para defender sus ideas, su imagen, sus posiciones. No es un crimen instrumental para conseguir algo material a cambio, por eso hay un 22% que se suicida después y un 5% que se entrega”, destaca.
“En esto, la responsabilidad de los medios es crucial”, añade Bella. “A veces la forma de dar la noticia puede provocar un efecto llamada en vez de uno de repulsa”, opina. “La noticia debe poner el foco en el maltratador y sería conveniente señalar las consecuencias de sus actos, las penas a las que se enfrenta”, apunta. “Al igual que podrían darse más sobre las mujeres supervivientes. La mayoría de las que denunciamos salimos adelante y debe visibilizarse la red de apoyo social que hay para recordarnos que no estamos solas. Podemos ser un espejo de superación”.
Retenidas en la relación violenta
Sumado a todo ello, Lorente reconoce como tercer factor clave vinculado a las elevadas cifras registradas durante los últimos días el fin del estado de alarma y cómo, en buena medida, las circunstancias sociales han impedido que las mujeres pudieran, por encima de denunciar, romper con la violencia a la que se encuentran sometidas. “La forma mas habitual de salir de ella no es la denuncia (25%) sino la ruptura de la pareja (alrededor del 76%). En esas circunstancias no ha habido esa libertad ni oportunidades para salir y tener posibilidad de desarrollar una vida aparte, lo que ha hecho que las mujeres permanezcan retenidas en la propia relación violenta”, argumenta.
El objetivo, señala, es el control hacia la mujer. Un comportamiento que se ha visto amparado durante los meses de confinamiento con las restricciones dado el contexto social y económico.
Para las instituciones de violencia de género, cada asesinato representa un fallo en el sistema, una llegada tardía que ahonda en esta lacra social. “A mí no me gusta hablar de fallo. Siendo conscientes de las limitaciones, lo que hay que desarrollar son factores de prevención”, expone el exdelegado. “Se está haciendo bien, pero se puede mejorar”.
“Al VioGén -el Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género de la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior que se puso en funcionamiento en 2007- le falta aprender de sí mismo”, puntualiza Bella. “Se puede perfeccionar el logaritmo para que sea más predictivo en la valoración de los riesgos de las mujeres”.
La vía judicial, elemento problemático
Insistir en la vía judicial es, para Lorente, el elemento más problemático. “Es una vía que nunca va a dar resultado en términos de abordaje global porque esta violencia surge de una construcción cultural que es justificada, minimizada y que hace que las mujeres se sientan culpables, que no sean creídas y que se busquen excusas sobre la realidad de los hechos”, asegura.
“Se llama violencia de género porque tiene ese componente distinto y hace falta tener esa mirada, por eso debemos apuntar hacia un pacto de Estado contra el machismo y no contra la violencia de género, al igual que se hizo con el terrorismo”, añade. “En ese caso el pacto no fue contra el atentado terrorista, contra el yihadista suicida, sino contra toda la base social y sus implicaciones”.
Desde el Ministerio de Igualdad aseguran haber puesto en marcha el plan anunciado hace apenas dos semanas para diagnosticar fallos en la protección de las víctimas y reforzar las herramientas desplegadas, pero alertan de que es previsible que continúe el repunte durante los meses de verano y piden por ello atención ante el más mínimo indicio de maltrato.