Por un 1º de Mayo más reivindicativo que nunca
Es imprescindible volver a tomar el pulso a todas nuestras luchas y reivindicaciones en las calles, tras muchos meses de parón a causa de las medidas sanitarias.
Un año más, afrontamos como clase trabajadora el Día Internacional del Trabajo teniendo presente la realidad por la que hemos pasado en los últimos 14 meses, desde que un virus desconocido en nuestra sociedad llegara para quedarse, pero también para evidenciar la verdadera situación de millones de trabajadores y trabajadoras de este país. Es por ello, principalmente, que en este 1º de Mayo, en la CGT, tenemos muy presentes a todas aquellas personas que están sufriendo esta enfermedad y sus consecuencias, en mayor o menor medida.
Nuestra organización, en este día tan importante para la gente de nuestra clase social, vuelve a señalar que los poderes capitalistas y políticos siguen, tras muchos años de la crisis-estafa del 2008, anteponiendo sus intereses a las vidas de miles de personas de la clase obrera. Estos poderes nos han arrebatado nuestros trabajos y derechos, han privatizado los servicios públicos esenciales —tan importantes en momentos históricos como el que vivimos en estos momentos, donde la vida solo ha sido y será siempre posible gracias a estos servicios fundamentales—, precarizando las condiciones laborales o echándonos de nuestros hogares, para pagar la deuda que han contraído, con sus excesos y corruptelas, con la banca.
La avaricia de las patronales, la clase empresarial, la aristocracia, la monarquía y la clase política —servil a los intereses de los más poderosos en detrimento del pueblo al que supuestamente se debe— no tiene límites. Por eso, cuando se obtienen beneficios no se reparten de la misma manera que cuando se generan deudas o se producen pérdidas, generándose más desigualdades sociales y más situaciones injustas entre quienes peor lo están pasando en esta nueva crisis del capital.
Y es precisamente en estos momentos de “nueva crisis” donde hemos sido conscientes de que lo público, lo que nos es común a todos y a todas, no puede ser el negocio de unos cuantos. Se han producido más de 500.000 despidos de trabajadores desde el inicio de la pandemia, allá por marzo de 2020. Se han alcanzado los 4.000.000 de parados, de los que más de la mitad son mujeres y jóvenes. Además, 750.000 personas continúan en ERTE, en la incertidumbre de no saber qué será de ellas mañana.
El trabajo temporal está situado en un 26%, donde solo uno de cada cinco contratos firmados en este mismo mes es indefinido. Si hablamos de las horas extras, casi 6 millones se han realizado, y de las cuales solo se han abonado la mitad. En cuanto a la brecha salarial entre hombres y mujeres, durante la pandemia esta se agudizó mucho más, situándose en el 28% de diferencia.
Tampoco podemos olvidar los datos referentes a quienes están por debajo del umbral de la pobreza. Son casi 700.000 hogares en los que no entra ningún tipo de ingreso, por no hablar de aquellas personas que a pesar de tener algún trabajo no logran llegar a final de mes.
Esta radiografía que nos muestran los datos contrasta totalmente con la situación de los más privilegiados de nuestra sociedad. Solo en el año 2020 la banca ganó más de 16.500 millones de euros. A pesar de ello, plantea despedir a 18.000 personas trabajadoras. Quizás habría que recordarle a la banca que ya va siendo hora de que devuelva los 65.000 millones del rescate que hubo que hacerle para impedir su hundimiento.
Quizás, si todo el dinero que se ha venido saqueando de lo público se revirtiera en hacer un frente común ante la pandemia, los efectos de la crisis sanitaria, económica y social que estamos soportando las clases populares serían otros. Pero ni en las peores condiciones, con miles de personas despedidas, las colas del hambre en los telediarios, etc. la avaricia de estos pocos ha tenido algún límite y se ha continuado obligando a la clase trabajadora a pagar dos de cada tres euros de los impuestos que se recaudan en la actualidad.
En CGT creemos que otro reparto de la riqueza y del trabajo es posible. Por eso, estamos luchando para exigir a los gobernantes medidas que palien los efectos de la pandemia entre quienes son más vulnerables. Un buen ejemplo debería ser el reparto de las partidas económicas de los fondos europeos para evitar que 140.000 millones de euros vayan de nuevo a las empresas del Ibex, las más poderosas, para que sigan aumentando sus beneficios.
Las desigualdades sociales deben combatirse. Por eso, exigimos que estas ayudas, dispuestas para la recuperación de países como el nuestro, se destinen a garantizar el futuro de nuestros jóvenes, al reparto del trabajo para que todo el mundo pueda tener derecho a una vida digna, a la sanidad pública, a una mejor enseñanza, a quienes nos cuidan, a la vivienda y a servicios públicos que en definitiva permitan a los seres humanos vivir dignamente y contribuyan a la sostenibilidad del planeta.
Asimismo, es urgente que las reformas laborales, tanto la del PSOE de 2010 como la del PP del 2012, sean derogadas totalmente. Ningún tipo de enmienda o cambio acabará con las circunstancias a las que miles de personas trabajadoras están sometidas por culpa de estas leyes, que lejos de promover mejoras han añadido más sufrimiento y han fomentado el terrorismo patronal.
Tampoco podemos olvidarnos de otras lacras, como la del terrorismo machista en nuestra sociedad, la del odio y persecución hacia el diferente que llega hasta nuestro país en busca de una oportunidad de futuro —como ya hiciéramos nosotros décadas atrás—, el retroceso en derechos fundamentales, como el derecho a expresarnos y manifestarnos y por lo que deberían ser derogadas todas las leyes mordazas que todavía continúan haciendo tanto daño a quienes decimos basta.
Es imprescindible volver a tomar el pulso a todas nuestras luchas y reivindicaciones en las calles, tras muchos meses de parón a causa de las medidas sanitarias. Pero es el momento de retomarlo todo, de entender que todos los días son 1 de mayo, porque mientras nos han tenidos confinados en nuestras casas, prohibiendo nuestras concentraciones y manifestaciones, otros han aprovechado para expandir su mensaje de odio, racismo, machismo y desigualdad a golpe de palo de golf y trapos rojigualdos.