Por qué soy 'stripper' aunque me gradué con honores en la Universidad
Hace unos pocos años, me gradué con honores en una prestigiosa universidad privada en la que obtuve una beca completa. Durante más de dos años desde entonces, he trabajado de stripper.
Muchas personas se preguntan por qué no saco partido de mi potencial. Piensan que estoy desaprovechando mi título, que estoy evitando “la vida real” y que necesito conseguir “un trabajo de verdad”. Que tengo que madurar.
Yo discrepo.
Me han dicho que no soy “la clase de chica” que muchos se esperarían encontrar en un club de striptease. También me han criticado por trabajar ahí. Muchos de los clientes a los que les he contado que tengo un título universitario han comentado que “valgo más” que esto.
No es que no aprueben este trabajo en general, es que no aprueban que yo, particularmente yo, tenga este trabajo. Es cierto que no estoy aplicando mi título universitario de ningún modo en este empleo, claro. Simplemente está ahí, al fondo, formando parte de mis aptitudes personales, esperando que llegue el día en el que le dé uso.
Antes tenía un trabajo a jornada completa, de 9 a 17, con la Seguridad Social pagada y con un plan de jubilación privado 401k, y me quedaba muy bien en el currículum. Por entonces, pensaba que estaba haciendo exactamente lo que debía. Ese trabajo satisfacía las expectativas que tenía la gente de mí. Entonces, ¿por qué no era feliz?
Empecé a trabajar en el club de striptease porque consideraba que sería una experiencia divertida y única para tener una buena historia que contar. Pronto descubrí que este trabajo tenía mucho más que ofrecerme.
Los clubs de striptease a veces se consideran lugares turbios y degradantes. Sin embargo, al contrario de lo que muchos piensan desde fuera, cuando trabajo en el club de striptease, tengo el control absoluto. Decido con qué clientes quiero interactuar, para quién bailo, cómo bailo y con cuánto contacto (si lo permito) estoy cómoda. Si alguien se comporta de malas maneras, simplemente no hay trato.
Esta capacidad de decidir no se parece en nada a mis anteriores trabajos, en los que la atención al público era tan prioritaria que hasta los clientes más maleducados y altivos “merecían” mi respeto y mi paciencia, según mis superiores. En el club, tengo completa autonomía. Puedo elegir cómo me tratan para mantener mi dignidad. En este trabajo, me siento más empoderada de lo que me he sentido como vendedora, en restauración o detrás de un escritorio, donde siempre me decían lo que tenía que hacer.
Trabajé al mismo tiempo en la oficina y en el club de striptease durante casi todo un año. De día estaba en el mundo empresarial, comportándome con profesionalidad, y luego iba al club para pasar las noches bailando y flirteando. Utilizaba el cerebro durante el día y el cuerpo por la noche. Sentía que tenía dos vidas independientes. Trabajar en ambos sitios consumía casi todas mis horas, pero la verdad es que no me resultó tan complicado.
Al final, dejé mi trabajo de día y me dediqué solo al striptease. Dejar ese trabajo fue una decisión espontánea, pero la satisfacción y la felicidad que sentí cuando salí del edificio me convencieron de que era la decisión correcta.
¿Por qué lo hice? ¿Por qué renuncié a un trabajo con un sueldo fijo para dedicarme a un empleo que muchas personas consideran el último recurso de una mujer? No fue por dinero. Trabajo en una ciudad pequeña, no en Las Vegas. Ganaba más o menos la misma cantidad en mi antiguo trabajo, de modo que cuando lo dejé, básicamente recorté por la mitad mis ingresos mensuales. Sin embargo, he crecido en una familia con pocos ingresos y eso me enseñó que el dinero no siempre es un requisito para ser feliz.
El motivo por el que me gusta este empleo es simple: quiero libertad. Quiero tener tiempo para hacer cosas que valoro más en la vida que el dinero. Trabajar solamente tres noches a la semana en turnos de menos de 7 horas me deja mucho más tiempo libre que mi antiguo trabajo de 9 a 17.
No solo tengo más tiempo durante el día, sino que también tengo la libertad para decidir cuándo quiero trabajar. Elaboro mi propio horario con una sola semana de antelación para adaptarlo a cualquier plan que me pueda surgir. También decido si me apetece ir a trabajar o no. Cuando planificamos el horario para la semana siguiente, simplemente decido si quiero estar o no. ¡Qué libertad!
Ahora, en una semana normal, solo paso el 12% de mi tiempo trabajando, mientras que con mi antiguo trabajo pasaba entre el 23% y el 29% del tiempo. Por si no vas muy bien en matemáticas, ahora de media trabajo menos de la mitad que antes.
Cuando recibí el regalo del tiempo, de repente descubrí aficiones, redescubrí intereses olvidados, adquirí nuevas destrezas, empecé proyectos e hice voluntariados en organizaciones benéficas. Mi lado creativo empezó a florecer cuando recordé mi pasión por las artes, la fotografía y la escritura. Ahora devoro libros por un tubo y me pierdo en mi imaginación durante horas curioseando en la sección de ficción de las librerías.
Con tiempo para explorar los listados de viviendas y visitar potenciales inmuebles, por fin pude mudarme a mi propia casa. Hacía años que no pasaba tanto tiempo al aire libre. He mejorado mis tiempos de carrera y he probado el skateboarding. La vida por fin vuelve a ser divertida.
Antes pasaba los días encerrada en casa haciendo tareas que me mandaban personas que no me caían bien. Ahora paso los días haciendo lo que me apetece, donde me apetece y con quien me apetece.
Todo este tiempo libre me ha ofrecido oportunidades que no creo que hubieran llegado si hubiera seguido trabajando para conseguir solamente dos semanas de vacaciones al año. Al poco de dejar mi trabajo me di cuenta de que lo que más me gusta hacer en la vida es viajar, sobre todo a otros países. Desde que tengo memoria me fascinan los lugares lejanos del mundo. Me encanta descubrir nuevas culturas, conocer gente, escuchar las historias de otras personas y explorar los lugares que puede ofrecernos nuestro precioso planeta.
Cuando empecé en mi antiguo trabajo de día, pasé tres años y medio atrapada. Durante los cuatro años anteriores a ese trabajo, había visitado 10 países. Sin embargo, durante los 1312 días que pasé en un “trabajo de verdad”, solo estuve en dos países (descontando Estados Unidos) durante un total de 15 días de viaje. En contraste, en los 587 días que llevo desde que empecé a trabajar exclusivamente como stripper, he pasado un total de 224 días viajando. ¿Le encontráis sentido ahora?
Todo se resume en decidir qué es lo que más valoras en la vida. Todo el mundo tiene sus prioridades. Este planteamiento quizás no sea el ideal para la mayoría de la gente, pero sí que lo es para mí en este momento de mi vida. No me importa no sentirme “realizada” por mi trabajo. No considero que deba invertir mi tiempo trabajando en algo importante. Ya paso mi tiempo libre haciendo actividades importantes con las que me siento realizada. Pero eso es una preferencia mía y no es igual para todo el mundo.
No digo que haya descubierto el secreto de la felicidad; lo único que he hecho ha sido encontrar el secreto de mi propia felicidad.
Sé que mis prioridades cambiarán con el tiempo. Sé que quiero que este trabajo solo sea una fase de mi vida con un comienzo y un final bien definidos y estoy segura de que conseguiré que así sea. Al menos ahora, en lo que respecta a mi vida bohemia y de espíritu libre, he encontrado el encaje perfecto. Cuando decida que estoy lista para mantener una carrera profesional estable, nunca consideraré que los pocos años que haya trabajado como “autónoma” (como pone en mi currículum) sean una pérdida de tiempo. Estoy viviendo experiencias interesantes y disfrutando a tope de las actividades con las que lleno mi tiempo libre.
No pretendo animar a otros a que dejen de repente su trabajo para ser strippers, pero con esto quizás consiga que la gente se plantee qué es lo que más valoran en la vida para convertirlo en su prioridad. Así es como se encuentra la felicidad.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.