Por qué 'Érase una vez en... Hollywood' debe ganar el Oscar a Mejor película y por qué no
Quentin Tarantino y la Academia de Hollywood tienen una relación de amor-odio.
Es una carta de amor a Hollywood y a la industria del cine. Érase una vez en... Hollywood ha hecho las delicias de los amantes de séptimo arte y, por supuesto, de los fans de Quentin Tarantino. Esta película era la reaparición del director después de cuatro años de parón, y su regreso fue a lo grande: con una ovación de más de seis minutos en el Festival de Cannes.
La crítica ha sido prácticamente unánime en aplaudir la fábula de tres horas que mantiene el estilo Tarantino con un reparto plagado de estrellas. Brad Pitt, Leonardo DiCaprio y Margot Robbie han recorrido las alfombras rojas de festivales y premios de medio mundo para promocionar la cinta.
Parece que ha valido la pena, y si no que se lo digan a Pitt, que no para de recibir premios y que parece que ya ha grabado su nombre en el Oscar. Su papel como Cliff Booth, el doble de escenas de Rick Dalton, un actor de capa caída interpretado Leonardo DiCaprio, ya es historia de Hollywood. El cariño de la mirada de Tarantino a esa pareja de amigos que lucha por sobrevivir mientras un nuevo grupo de estrellas se abre paso es uno de los puntos fuertes de la cinta.
Ese nuevo star system, encabezado por Roman Polanski y Sharon Tate, tiene una presencia escasa en la película, pero su espíritu colea a lo largo del largometraje, que acaba con lo que mejor se le da hacer al director: enrevesados diálogos.
Pero las estrellas no son las únicas protagonistas en Érase una vez en... Hollywood. Los Ángeles empapa cada plano de la cinta, no sólo de una forma obvia porque la acción se desarrolla allí, sino también por la devoción del director a la ciudad de los sueños y el cine. Mulholand Drive, Bel Air o Sunset Boulevard son personajes en sí mismos en una película que también muestra un país en cambio con la popularidad de los hippies, a los que Booth y Dalton todavía no comprenden.
La estética de la película es impecable, por eso no sorprende que además de ser candidata a Mejor película se haya hecho con otras nueve nominaciones. Entre ellas la de Mejor diseño de vestuario gracias al brillante trabajo de Arianne Philips, una veterana de Broadway que también ha trabajado en los largometrajes del diseñador Tom Ford.
Tarantino ya tiene en su poder dos Oscar como guionista por sus trabajos en Pulp Fiction y Django desencadenado, pero ninguna de sus cintas se ha llevado el de Mejor película. Este año tiene una buena baza con su declaración de amor a una industria que adora premiarse a sí misma. ¿Érase una vez un... Oscar?
1. Porque el sello y el estilo de Tarantino son inconfundibles. Una película de autor con una personalidad arrolladora.
2. La cinta es el homenaje de un cinéfilo al viejo Hollywood y los Oscar tienden a premiarse a sí mismos.
3. Porque Brad Pitt ha arrasado en la carrera llevándose decenas de premios, entre ellos los más importantes. Su figura es tan poderosa y querida en Hollywood que puede hacer que los académicos vean con más cariño la película.
4. La estética es brillante y te transporta directamente a los años sesenta.
5. Porque el guión original de Tarantino incluye referencias reales como las de la secta y escenas reflejo del Hollywood de la época.
1. El espectador no sabe muy bien por dónde va a llevarle la trama en varios puntos de la película.
2. En un ejercicio de ingenio como ya ha hecho Tarantino otras veces, cambia el destino final de Sharon Tate por uno ficticio. El giro queda bastante descolgado en medio de la trepidante acción del momento y descoloca al espectador, pero no precisamente en el buen sentido de la palabra. A algunos les ha parecido una genialidad, aunque quizás sea demasiado arriesgado para los académicos.
3. La competencia es brutal: 1917, Parásitos, JoJo Rabbit o Historia de un matrimonio suenan antes en las quinielas.
4. Porque la historia de un actor en decadencia que intenta adaptarse a los nuevos tiempos, por muy bien hecha que esté, ya está muy vista.