Nos están tocando los huevos
Es un buen momento para hablar del confinamiento que padecen los animales, en este caso las gallinas, que son encerradas en jaulas durante toda su vida.
El pasado 31 de octubre, una misteriosa lona gigante aparecía en Gran Vía en Madrid con este contundente mensaje: “Nos están tocando los huevos” #vivirEncerrado.
La lona no tardó en hacerse viral en redes sociales y provocó toda clase de especulaciones: ¿Sería una crítica al Gobierno y al confinamiento? ¿O sería la nueva campaña de Netflix?
El misterio se resolvió cuando el jueves 5 de noviembre desplegamos una segunda lona con un no menos contundente mensaje: “El 77% de las gallinas en España pasan su vida confinadas en el espacio del tamaño de un folio” #VivirEncerrado.
Era el lanzamiento de la nueva campaña A4 Chicken de la Fundación igualdad Animal, que cuenta con el apoyo de celebridades como Fernando Tejero, Nadia de Santiago o Angy, y que recabará firmas para lograr un cambio legislativo que ponga fin al confinamiento en jaulas que padecen estos animales, al igual que ya han hecho países como Alemania, Austria o recientemente República Checa.
Es un buen momento para hablar del confinamiento que padecen los animales, en este caso las gallinas, que son encerradas en jaulas durante toda su vida, sin poder siquiera extender sus alas, o realizar ningún comportamiento natural, convertidas en máquinas de producción de huevos.
Y es un buen momento por dos motivos: la ganadería industrial y la forma en la que explotamos a los animales está relacionada con la aparición de pandemias. La ganadería industrial ha causado la mayoría de las nuevas enfermedades infecciosas en los seres humanos en la última década y existe el riesgo de que sea el origen de nuevas pandemias como ya ha ocurrido con los mercados de animales vivos.
Así lo afirman expertos de Naciones Unidas y de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (AESA), que señalan a los animales y a los alimentos de origen animal como el foco de enfermedades emergentes, como la covid-19.
El segundo motivo tiene que ver con el confinamiento y la empatía. Ahora que muchas personas hemos vivido el confinamiento podemos conectar con el confinamiento permanente y extremo que padecen los animales encerrados en naves industriales, en jaulas tan pequeñas que ni siquiera pueden moverse.
Decía el antropólogo Paul Farmer que la raíz de todo lo que está mal en el mundo es la idea de que unas vidas importan menos que otras.
Quizá ha llegado el momento de ampliar esta cita e incluir en ella a los animales con los que compartimos el planeta.