Motivos para la esperanza

Motivos para la esperanza

Orgullo de país que es capaz de confiar y ponerse en manos de la evidencia científica, de la sanidad pública y de sus profesionales.

Araceli Hidalgo, la primera persona en recibir la vacuna contra la covid en España.Pepe Zamora / Getty Images

Hace un año que Araceli, una mujer de 96 años, recibía la primera vacuna contra la COVID-19 en nuestro país. Se abría así la luz al final del túnel tras algo menos de un año de incertidumbre, temor y desesperanza. La investigación, la ciencia y la medicina habían sido capaces de progresar, evolucionar y traer soluciones a un problema mundial que ponía en jaque a los sistemas sanitarios y sociales de todo el mundo. La vacuna en España se gestionó de la única manera en que se puede gestionar el bien común: financiándola desde lo público y priorizando por necesidades, hasta llegar a cifras de vacunación alabadas por los organismos internacionales.

Orgullo de país que es capaz de confiar y ponerse en manos de la evidencia científica, de la sanidad pública y de sus profesionales. Orgullo de sociedad que no le ha dado tregua a la pseudociencia y ha demostrado que, por encima de todo, somos eso, una sociedad. Una sociedad que, igual que ha repudiado la pseudociencia debería cerrarle el paso también a la pseudopolítica.

Porque sin salud, no hay libertad, que dijo nuestra insigne presidenta de la Comunidad de Madrid

Frente a los discursos agoreros de “la sociedad no existe, solo existen los individuos” de Thatcher o “no se trata de confinar al 100% de los ciudadanos para que el 1% contagiado se cure” de Ayuso, una lección de empatía y cohesión de la mano de la salud pública. Porque sin salud, no hay libertad, que dijo nuestra insigne presidenta de la Comunidad de Madrid.

Y hoy, pese a los ataques indiscriminados sufridos a la línea de flotación de nuestro bienestar, gracias a las vacunas y al sacrificio de nuestros sanitarios, tenemos un poco más de libertad para no acabar en una UCI o ver a algún familiar o amigo ingresado en un hospital. Hoy somos más libres de gritar alto y claro ¡viva las vacunas!, ¡viva la sanidad pública! y ¡viva los impuestos! que lo han hecho posible.

Hoy solo podemos felicitarnos y mirar hacia arriba porque contamos con un orden superior al caos impuesto por nuestro gobierno regional

Hoy podemos encarar el futuro con orgullo y esperanza sabiendo que, pese a la pseudopolítica que se ha sacudido las responsabilidades mientras reivindicaba el autocuidado, que ha consumado el desgobierno como forma de gobierno y que ha intentado horadar uno de los pilares más preciados de nuestra identidad, la sanidad pública, tenemos una sociedad que se echa a la espalda el peso de la responsabilidad y que, como la película Don’t look up, mira hacia arriba para evitar que le arrebaten el derecho a ser una sociedad que previene, que cuida y que se deja cuidar.

Hoy solo podemos felicitarnos y mirar hacia arriba porque contamos con un orden superior al caos impuesto por nuestro gobierno regional que apela a algo mucho más potente que el individualismo y el “búscate la vida” en plena pandemia: la necesidad de vivir en sociedad y hacer que esa sociedad sea empática, segura y cuidadora.

Estamos mucho mejor que hace un año, pero el mismo rigor que le pedimos a la investigación sobre las vacunas tenemos que exigirle a quienes toman decisiones sobre la pandemia, para que no se dejen -ni nos dejemos- llevar por optimismos exacerbados que nos hagan creer que lo real es solo aquello que queremos oír. Y tampoco miradas ancladas en marzo de 2020 que piensen que la pandemia de ahora es la misma que hace 20 meses.

Yo le voy a pedir a los Reyes Magos que nos dejen soñar con la sociedad que quiere abrirse paso

Hoy nos podemos felicitar porque todo aquello que nos decían que no funcionaba ha funcionado y ha dejado a más de uno predicando en el desierto lo bonito que sigue siendo el traje del emperador del libre mercado más salvaje. Hoy podemos asegurar que tenemos los ingredientes sociales para que cuando dejemos de tener al mando de la sociedad a emperadores que solo piensan en lo bien que les queda su traje invisible, podamos reencontrarnos con lo mejor de nosotros, lo que nos enorgullece y lo que nos hace mejores.

Yo le voy a pedir a los Reyes Magos que nos dejen soñar con la sociedad que quiere abrirse paso y que nos ha demostrado que siempre que se la necesita está ahí para cuidarnos. La esperanza por lo que vendrá no podemos dejarla en manos de quienes piensan que de esto sale cada uno por su lado.

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