Míster Miope
Míster Miope es un tipo normal, de treinta y pocos años de edad, que como todos, lucha por ser una persona feliz. Este año no lo es. Las cosas no le han salido bien. Primero perdió su trabajo por la recesión económica por la que pasó su país. Malvivió con el dinero que cobró durante unos meses por el desempleo a fin de no hacer uso de sus ahorros y en ese tiempo se presentó a más de veinte entrevistas de trabajo, pero lamentablemente no fue seleccionado en ninguna. Luego montó una tienda de aparatos electrónicos con la mitad de sus ahorros. No duró ni un trimestre. Después un restaurante. Lo cerró a los treinta días por falta de clientes. Y por si fuera poco, al salir de casa un lunes por la mañana de camino al notario para realizar los últimos trámites para el cierre de su restaurante, colocó mal el pie sobre el último escalón de las escaleras de su edificio y sufrió un esguince de tobillo que lo dejó inmovilizado dos semanas. Su estado de humor se desplomó.
Ese mismo día recibió una llamada de Míster Quetal, un amigo de su infancia con el que hacía tiempo que no hablaba. Ambos se pusieron al día y cuando Míster Quetal se enteró de las penurias de Míster Miope, le formuló una interesante pregunta: «Si tuvieras que hacer una valoración de toda tu vida y resumirla con una palabra, ¿qué palabra sería?». Míster Miope no dudó. «Terrible.»
Pasaron los años y por fin Míster Miope acumuló una serie de éxitos que le hicieron completar un año redondo. Creó un modelo de negocio muy ingenioso en la industria del turismo que llegó incluso a tener un impacto sobre las cifras del número de turistas presentadas por el Ministerio de Turismo. Recibió la Medalla de Honor de su gobierno por su contribución al desarrollo turístico de su nación. Le otorgaron el premio emprendedor del año y celebró el nacimiento de su primera hija regalándole a su mujer el viaje de sus sueños, del cual disfrutaron felices en familia. Todo parecía un sueño.
No había vuelto a tener noticias de su amigo, hasta que el 1 de enero Míster Quetal se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que no hablaban y lo llamó para felicitarle el año nuevo. «¿Qué tal?» «Pues la verdad, muy feliz.» De nuevo se pusieron al día y de nuevo Míster Quetal le formuló la pregunta, la misma de unos años antes. Míster Miope no recordaba que le hubiera realizado esa pregunta anteriormente y quiso confirmar que entendía bien: «¿Cómo definiría mi vida? ¿Te refieres a toda mi vida? ¿Desde mi nacimiento hasta hoy?» y tras obtener confirmación, esta vez tampoco dudó: «Excelente».
Míster Quetal comparó ambas respuestas a la misma pregunta. Para otro hubiera sido una contradicción. Para él no lo era, ya que él conocía la explicación.
¿Cómo puede ser que en un caso su respuesta fuera «terrible» y en el otro, «excelente»?
Porque Míster Miope estaba cometiendo el mismo error que cometen casi todas las personas: extrapolar en torno al presente.
Las personas somos por naturaleza miopes.Tenemos visión de túnel con respecto a lo que tenemos delante. Magnificamos lo que vemos y empequeñecemos lo que no. Esto es fruto de un sesgo que hace que demos más peso a lo que tenemos más cercano, y contra ello es necesario aplicar la inteligencia del éxito: en primer lugar, reconocer el sesgo, y en segundo, combatirlo.
Si en tu vida estás pasando por un valle, tranquilo. Va a acabar.
Si en tu vida estás pasando por un pico, tranquilo. Va a acabar.
Esta es la fórmula que otorga esperanza en los momentos bajos y sosiego en los altos, ya que, mientras los atravesamos, nuestro sesgo nos hace verlos como permanentes, cuando en realidad están a unos días de su fin.
#LaInteligenciadelÉxito
Tener miopía es sacar conclusiones en base a una pieza.
Tener inteligencia es sacarlas en base al puzle.
@Anxo