Mis padres lo saben todo sobre mi vida sexual y es incómodo
Llevo más de una década escribiendo y voceando sobre asuntos de sexo y relaciones. Entre mi página web Slutever y mi columna de sexo para Vogue.com, me gano la vida divulgando cualquier tema sexual, desde orgías extrañas, pasando por relaciones abiertas hasta mis torpes intentos de convertirme en dominatrix profesional. Quizás algunos puedan pensar que me dedico a compartir más detalles de la cuenta.
Escribir sobre temas de sexo puede ser incómodo por múltiples razones. Por ejemplo, está el problema de que cada nueva persona que conozco tiene acceso a mi historial y a mis hazañas sexuales. O el hecho de que los desconocidos que tengo alrededor cuando almuerzo saben lo de mi infección por hongos.
Pero la parte más incómoda de mi trabajo ha sido asumir la simple realidad de que mis padres católicos saben mucho más sobre mi vida sexual de lo que jamás habrían querido. Y las conversaciones sobre mi trabajo no parecen hacerse más llevaderas.
La mayoría de las personas tienen el lujo de fingir una imagen falsa ante su familia. Yo no puedo. Ya no, al menos.
Cuando iba al instituto, como mis ultraestrictos padres no me dejaban invitar a chicos a casa, me hice experta en escaquearme a escondidas con los chicos. Fueron unos años de mucho sexo en coches, en campos de béisbol por la noche, en aparcamientos... Todo muy elegante. Básicamente, llevaba una doble vida: la Clark Kent de las matrículas de honor y el anillo de castidad, y luego mi verdadero yo, la superheroína promiscua que solo se mostraba por las noches (y a veces a la hora de comer).
Empecé mi blog Slutever en 2007, con 21 años, y a partir de entonces ya no pude mantener mi fachada de buena chica católica. Descubrí que escribir sobre mis experiencias sexuales era catártico y me daba una sensación de poder retroactivo. Además, a algunas personas les gustaba leerlo, al parecer.
Curiosamente, mis padres no fueron grandes admiradores de mis escritos. Tras lo del blog, me expresaron lo horrorizados que estaban porque había podido vivir la vida que el Señor había planeado para mí y que, en lugar de eso, había preferido caer por un delirante precipicio de promiscuidad y amoralidad.
No estaban solo preocupados por mí y avergonzados por ellos mismos, sino también inquietos por los efectos a largo plazo que el hecho de escribir sobre sexo podría provocar en mi vida profesional y en mi capacidad para conseguir un marido.
En los años siguientes, recibía regularmente correos electrónicos de mi escandalizada madre con frases como: "Karley, ¿por qué dice en tu Twitter que has hecho pis encima de alguien por dinero?" o "¿Qué quiere decir que has sido 'primer consolador adjunto' en un plató porno?".
Puede que no te sorprenda que, cuando mi madre se enteró de que tenía una relación seria con una lesbiana judía de género no binario (y que, por lo tanto, yo era bisexual) al leer en mi blog una publicación titulada I'm Gay Now I Guess (Supongo que ahora soy gay), básicamente quiso clavarse ella misma en una cruz.
Estas anécdotas son más o menos divertidas ahora, pero a mis veintipico años hubo una época en la que las cosas estuvieron bastante mal entre mis padres y yo, y apenas hablamos en ese tiempo. Desde entonces, la gente me pregunta a menudo qué piensan mis padres de lo que escribo. La realidad es que, aunque en parte están orgullosos de que me esté labrando una carrera de escritora, aún no les resulta sencillo.
Soy consciente de que muchas personas son capaces de mantener una relación cordial con sus padres mostrándoles una versión depurada y "apta para toda la familia" de sí mismos: la versión más limpia, dulce, no blasfema, no promiscua y con menos colocón.
En un mundo ideal, todos seríamos lo suficientemente valientes para ser nosotros mismos con nuestros padres y retarles a querernos tal y como somos. Y, pese a eso, siendo alguien cuyos padres están constantemente afrontando la versión sin editar y sin arrepentimientos de mí misma, la fantasía de mostrarles una versión más censurada y menos complicada a veces resulta tentadora.
Mi primer libro, Slutever: Dispatches from a Sexually Autonomous Woman in a Post-Shame World (Escritos de una mujer sexualmente autónoma en una era de posvergüenza), fue publicado el 6 de febrero, y antes de que viera la luz me preparé mentalmente para más inevitables conversaciones incómodas a la mesa. Sin embargo, cada vez que siento ansiedad por este tipo de cosas, evoco un momento en el que recibí un consejo muy valioso.
Fue hace un puñado de años, entrevistando al pornógrafo Bruce LaBruce. En un momento de la conversación, le pregunté algo del estilo "¿Qué piensan tus padres del hecho de que hagas porno gay de zombis?".
Como era previsible, respondió que no les hacía mucha ilusión, pero lanzó una pregunta justo después: "¿Se censuraron Andy Warhol o Fassbinder por lo que pudieran pensar sus madres?". Buena observación. Y luego se lamentó por todo el arte que se ha perdido el mundo por miedo a unos padres con prejuicios.
Aunque no quiero sonar como si tuviera delirios de grandeza con mis publicaciones sobre felaciones, está claro que la mayoría de mis escritos no existirían si me hubieran preocupado las repercusiones que iba a causar en mi familia. Aunque no siempre es sencillo, si queremos ser nosotros mismos y hacer lo que nos importa, a veces tenemos que olvidarnos de nuestros padres.
Karley Sciortino es creadora y presentadora del programa de televisión 'Slutever', emitido en Viceland. Su primer libro, Slutever: Dispatches from a Sexually Autonomous Woman in a Post-Shame World, se publicó el 6 de febrero de 2018.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.