Mis nueve trucos para ser una mamá zen
Entre el trabajo, los niños y demás, a veces cuesta mucho mantener la serenidad y no desbordarse emocionalmente.
Soy madre de dos niños pequeños y también soy profesora en una clase de infantil de 29 alumnos. Trabajo constantemente entre el ruido, tengo que ir corriendo a todos sitios para satisfacer a una treintena de niños a la vez, tengo que ser polivalente, adaptarme muy rápido, cambiar de programa en el último momento en función de los niños... Por la tarde, recupero a los míos propios, y así hasta por la noche.
Vamos, que no paro. Pero creo que eso es lo habitual para la mayoría de padres (trabajen fuera o no).
Sin embargo, y pese al poco tiempo que tengo, he descubierto varias técnicas para vivir de forma (relativamente) zen. Está claro que también colapso de vez en cuando, pero ahora es menos frecuente y menos intenso.
A continuación explico los medios que me funcionan para estar bien a pesar de los tornados... y a pesar de la omnipresencia de los niños (porque ya sabemos que dejarlos en casa de los abuelos es supereficaz, pero, por desgracia, ni es posible para todo el mundo ni para todo el tiempo).
Abordar los problemas uno por uno
Cuando las cosas no van bien, se nos suelen juntar todas en la cabeza. Y al final se forma una gran bola de la cual no sabemos liberarnos. Yo hago una lista de las cosas de las que me tengo que ocupar y pongo en primer lugar las más urgentes. Así evito dispersarme y dejarlo todo a medias, que resulta bastante deprimente.
Dejar reposar las cosas, pero no demasiado
Me he dado cuenta de que cuando sufría una contrariedad, siempre me pasaba lo mismo. O quería resolverlo directamente, en caliente, y como estaba desbordada por mis emociones, tomaba la decisión inadecuada... o procrastinaba hasta la muerte, y cada día que pasaba me bloqueaba un poco más y eso me impedía afrontar el problema. Así que ahora espero un poco a que se calmen las emociones, pero sin que la cosa se alargue demasiado. Trato de convencerme de que, pase lo que pase, soy capaz, de que no soy más tonta que el resto (¡ja, ja, ja, no es fácil eso!). Y si no sale perfecto, bueno, al menos lo he intentado. Ese lado perfeccionista puede bloquearnos y dejarnos en un estado de pasividad. Así que aceptar que eres imperfecto y que puedes cometer errores ayuda mucho.
Meditar y tomar distancia
Descubrí la meditación hace seis meses. Me habían hablado de una aplicación que me descargué en el móvil. Conocía el principio, pero tenía miedo de no ser capaz de entrar en la dinámica, ya que me costaba mucho concentrarme (un motivo por el que leo poco, por ejemplo). Las sesiones no superan los 10-15 minutos, empecé haciéndolas en la pausa de la comida o por la noche, cuando los niños están acostados. No se necesita ningún material, sólo el teléfono, unos cascos y un lugar donde sentarse (el suelo, por ejemplo). Elijo la temática de mi sesión (estrés, sueño, etc.) y ya está. Es verdad que al principio se me iba la cabeza a pensar en otras cosas ("¿qué vamos a cenar hoy?", "¿se me ha olvidado sacar la basura?"), pero luego, con la práctica, he conseguido tomarme ese tiempo para mí misma y concentrarme. Cuando pasan esos 10 minutos me siento mucho más zen, como si me hubiera echado una pequeña siesta. Los efectos son realmente positivos en lo que me atañe. Es muy ligero, rápido y se puede hacer cuando y donde se quiera.
Rodearse bien
Cuando las cosas no van bien, siempre sirve de ayuda hacer una llamada desesperada a algún allegado. Eso te permite desahogarte y no aislarte con tus problemas. Pero, claro, no siempre es fácil. Hay que tener personas de confianza a nuestro alrededor, huir de la gente que nos roba energía, que nos lleva a sacar lo peor de nosotros, que son siempre negativas. Eso es contagioso y si, como yo, eres una esponja emocional, acabarás más deprimido que ellos. Así que elegir bien tu entorno es importante. Y si nos cuesta coger el teléfono para decir que lo estamos pasando mal, un mensaje en el móvil también es un buen comienzo (es lo que hago yo ^^).
¡Música!
Para nosotros, es magia. Los niños están enfadados, yo estoy agotada, el mal humor reina en la casa... Entonces pongo algo de música para todo el mundo y, de verdad, calma los humos. En el coche también funciona de maravilla, sobre todo en los trayectos casa-trabajo, porque permite desconectar mucho. Mi suscripción a Deezer a veces me salva la vida.
Relativizar
Cuando sufrimos un contratiempo o un problema que nos perturba, nos agita o nos entristece, perdemos un poco la noción de las cosas. Sobre todo en lo que concierne a nuestros hijos (la semana pasada, mi hija se clavó una astilla en el dedo y fui a comprobar que le habían vacunado BIEN contra el tétano... ay, las madres paranoicas...). Es normal, los queremos y nuestro amor a veces supera el pragmatismo. El truquito para relativizar es imaginar qué pasaría si le ocurriera ese contratiempo a un amigo. ¿Qué le diríamos? ¿Cómo veríamos las cosas si estuviéramos fuera de esa situación? Al final, te das cuenta de que lo que te quita el sueño (bueno, la mayoría de las cosas que te quitan el sueño) no es tan grave.
Aceptar tus límites
A veces abarcamos demasiado. No damos para más, nos saturamos. Nos derrumbamos. Y, de repente, nos cuesta mucho remontar. Ahora, cuando noto que está llegando esa fase crítica, esa en la que sigues tirando pese a que se te está acabando la energía, directamente paro. Lo siento mucho si estoy haciendo algo, lo siento mucho si me había comprometido. Ahora hago una pausa y lo aplazo. Y lo retomo más tarde. Mejor eso que quedarme sin fuerzas y lamentarlo después.
Intervenir sólo en lo que se pueda
Es una tontería, pero hay muchísimas cosas que nos comen la cabeza sobre las cuales no tenemos ningún tipo de control. Así que no sirve de nada gastar ahí nuestro tiempo y nuestra energía. No podemos manejarlo todo. Ni con nuestros allegados, ni en nuestro entorno, ni siquiera con nuestros hijos. Tienen su carácter, toman sus decisiones (que a veces no coinciden con las nuestras), pero debemos aceptarlo. No siempre es fácil, pero eso alivia un buen número de preocupaciones que nos invaden. Al final, lo más importante somos nosotros. Nuestras decisiones, nuestra vida, nuestra felicidad.
Micromomentos para uno mismo
Un baño, un té, un libro, una receta de cocina, una serie (Netflix, amigo mío...). Esos son los pequeños placeres del día a día que merece la pena renovar de forma regular. Y ese es el tipo de rutina que desestresa y que sienta tan bien.
Espero que mis reflexiones os puedan servir de ayuda.
¿Qué técnicas usáis vosotros para soltar lastre?
Este artículo fue publicado anteriormente en el 'HuffPost' Francia y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano