Mil días en Yemen
Así mueran miles de civiles. Lo que ocurre en Yemen no interesa a nadie en nuestros países, con cuatro excepciones. Algunos politólogos y estudiosos de la región, que conocen bien la zona y lo que supone para el mundo. Personas directivas de empresas de petróleo y gas, conscientes del impacto que el conflicto tiene en su suministro debido a la inestabilidad y al control del estrecho de Mandeb. Vendedores de armas, ávidos de ganancias a cualquier precio, así sea en vidas. Y organizaciones humanitarias que, además de denunciar esta situación y señalar el desprecio por las vidas de la población civil, nos la jugamos en su protección y asistencia.
De Yemen no vienen refugiados, porque no es fácil salir del país. No hay a quiénes bloquear ni a quiénes filmar en su peligrosa ruta. Tampoco es fácil entrar en el país. Aislado y olvidado salvo por quienes se fajan en la guerra y quienes se benefician de ella.
Ya van mil días desde que estalló el conflicto y en el país se vive la mayor crisis humanitaria de la actualidad. Lo cual es, por desgracia, mucho decir. El impacto directo resulta devastador: 5300 civiles han muerto y 9000 han resultado heridos fruto de bombardeos indiscriminados, cohetes y francotiradores de ambos bandos. 22 millones de personas, -el 80 % de la población-, necesitan algún tipo de asistencia humanitaria. La mitad de ellas depende de la ayuda para sobrevivir.
El 90 % de la comida del país tiene que ser importada. Sin embargo, el bloqueo de los puertos del norte del país, impuesto por la coalición liderada por Arabia Saudí, está impidiendo la llegada de alimentos, de medicinas y de otros bienes de primera necesidad. Incluyendo lo esencial para salvar vidas a través de la ayuda humanitaria. La falta de alimentos ha situado a 7 millones de personas al borde de la hambruna.
El agua potable nunca ha estado garantizada para toda la población. Ahora, la destrucción producida por la guerra y la falta de materiales, ha provocado que 16 millones de civiles no tengan acceso seguro al agua ya que tampoco pueden comprarla. Este es uno de los motivos de la expansión del cólera, con 1 millón de personas contagiadas en 6 meses, el peor brote del mundo y que amenaza con una tragedia en forma de vidas segadas. Cabe recordar que en Haití se alcanzó esa cifra de contagios en 7 años.
Hay que parar el conflicto, asegurar el acceso humanitario y salvar las vidas que se están yendo frente a las bombas, el cólera y el hambre. Ambas partes tienen responsabilidad: los rebeldes huthies apoyados por recursos y armas de Irán y la coalición liderada por Arabia Saudí.
Los países occidentales llevan 1000 días de hipocresía a sus espaldas. Piden el fin del conflicto, hablar es barato, mientras mantienen incólume su apoyo total a Arabia Saudí. Ese apoyo incluye, como no, la venta de armas que fluyen con mucha más facilidad que los alimentos o el agua. Todos venden, sin distinción. Estados Unidos, Reino Unido y otros pugnan por ser el mejor amigo de esa dictadura terrible para su gente y para la región.
España no quiere ser menos. De hecho, le va bastante bien en esa competencia diabólica. Ha vendido nada menos que 600 millones de euros en armas a Arabia Saudí. Y mantiene el secreto oficial, gracias a una ley franquista de 1968, sobre las razones y garantías que han permitido conceder las autorizaciones correspondientes. Y esto sin contar con las corbetas que andan en negociación y que bien podrán ser usadas para impedir el acceso de alimentos y medicinas.
Cierto que occidente manda ayuda humanitaria, pero ni en esto cubre el expediente de lo necesario para lavarse la cara de las sucias armas vendidas. El último llamamiento humanitario se cubrió solo al 61%. Faltan 900 millones de dólares indispensables para salvar vidas.
La contribución española en forma de ayuda es insignificante. Se acaban de aprobar 600.000 euros, 1 euro de ayuda humanitaria por cada 1000 euros en armas vendidas. No da ni para ser acusado de incoherente.
Yemen se muere. Yemen va camino de un desastre de proporciones inimaginables. Hagan algo por Dios. Oxfam y otras organizaciones humanitarias ya nos dejamos la piel allí.