Luces, sombras y contradicciones
Una de las enfermedades de nuestra civilización.
En los slumdogs de Bombay se estima que viven unas 700.000 personas en tan solo dos kilómetros cuadrados. Allí van a parar todos los deshechos de la capital económica del país. Un estado que, por cierto, dedica en torno al 1% de su producto interior bruto (PIB) al gasto sanitario y que tiene una de las peores tasas de inmunización infantil del continente.
A pesar de estas terribles cifras, en las últimas décadas se ha convertido en la segunda economía más dinámica del mundo —después de la china—, en la gran proveedora de medicina barata y moderna, y en una de las primeras potencias audiovisuales, con la mayor circulación de periódicos del mundo.
Además, India es una gran potencia nuclear —en el 2010 se estima que disponía de unas 70 armas nucleares— y espacial. La nación asiática cuenta con uno de los programas espaciales más activos del mundo y ya ha colocado varios satélites en la órbita terrestre. Su nave tripulada Gaganyaan no deja de cosechar éxitos.
Todos estos nubarrones aúpan a la India al top 10 de los países de las contradicciones, un cúmulo de luces y sombres que no deja de sorprender a propios y extraños.
En chino mandarín se usa el vocablo maodun para referirse a una contradicción. Se trata de un sincretismo de dos palabras, mao que significa lanza y dun que simboliza escudo. Según la leyenda había un comerciante chino que alardeaba de que sus lanzas eran las mejores del mundo y podían atravesar cualquier escudo que se terciase y que, además, sus escudos eran los más resistentes, de tal suerte que no había ninguna lanza capaz de traspasarlos.
Un viajero le preguntó en cierta ocasión: ¿qué pasaría si una de tus lanzas se enfrenta a uno de tus escudos? El comerciante se quedó perplejo y dijo, simplemente, que eso era un maodun, una contradicción.
La contradicción forma parte de nuestra dicción. El ser humano es irracional y contradictorio. Sabe que fumar aumenta la mortalidad aun así sigue fumando, sabe que el sedentarismo favorece la obesidad y que, con ella, se aumenta el riesgo cardiovascular, lo cual no es óbice para que persista en hábitos poco saludables. Una parte de la población mundial se muere por desnutrición, mientras que otra parte por sobrepeso… y así podríamos seguir con muchos ejemplos más.
La covid no ha hecho más que resaltar las contradicciones humanas. Por ejemplo, desde hace tiempo se sabe que la trombosis es una causa de muerte en los países occidentales derivada del consumo del tabaco, de las neoplasias, del tratamiento con anticonceptivos orales y, entre otros, de la infección por coronavirus.
El tratamiento con una de las vacunas que tenemos frente al coronavirus —la de AstraZeneca— produce como efecto secundario trombosis y esto la ha puesto en la mira telescópica de gobiernos y políticos de medio mundo. Sin embargo, y esto es lo realmente importante, la prevalencia de este efecto adverso es mucho menor a cualquier de las otras situaciones mencionadas.
A pesar de todo, son muchos los que siguen rechazando la vacuna exponiéndose a una mortalidad nada despreciable y al síndrome covid persistente, una terrible secuela que aparece en algunas personas que han sufrido la enfermedad. Lo que decía, vivimos en un mar de sinsentidos.