Los seguidores de Trump y su trauma: Ser blanco no basta
Biden no puede darles lo que de verdad desean, que es que vuelvan los viejos tiempos.
En un artículo reciente publicado en The New York Times, el periodista Thomas Edsall habla del resentimiento que aflige a los seguidores de Donald Trump, cuyo núcleo duro son los blancos sin estudios universitarios. Este grupo, que antes vivía con cierta holgura y se veía a sí mismo como representante del americano medio, ahora se siente relegado. Por un lado, los trabajos para personas sin estudios universitarios que hay ahora no están bien pagados. Por otro, el sistema jerárquico ha cambiado y en la actualidad está casi totalmente basado en el nivel educativo, por lo que las personas sin estudios universitarios sienten que su status está amenazado. Estas personas, que tienen miedo a perder su posición en la escala social, son más susceptibles a los movimientos populistas de extrema derecha que aquellas que son más pobres o más ricas que ellas.
De acuerdo con Edsall, la agresividad propia de un movimiento autoritario como lo es el Trumpismo les infunde seguridad a los blancos sin estudios universitarios. Al seguir este movimiento, sienten que están protegiendo el status que tanto temen perder. De hecho, a su modo de ver, su pertenencia a este movimiento les confiere importancia, ayudando a apuntalar su identidad. Incluso las teorías conspiratorias que este movimiento difunde son una manera de reforzar su status, ya que les proporcionan la sensación de estar enterados de lo que sucede, lo que para ellos es muy atractivo, ya que son conscientes de que la falta de conocimientos es su punto débil.
Las elecciones presidenciales de 2020 no pueden entenderse sin comprender las características de este grupo demográfico, incluidas las razones por las que es más dado a expresar sus frustraciones mediante actitudes racistas y xenófobas que otros segmentos de la población. Se ha hablado mucho de la necesidad de crear empleos decentes para las personas sin estudios universitarios. Sin embargo, aunque se fortalezcan los sindicatos, se suban los salarios y se mejoren los beneficios de los trabajadores, la automación y la globalización no van a desaparecer. Los trabajos bien pagados que tenía este grupo demográfico no van a volver. La realidad es que hoy día es muy difícil obtener un buen empleo sin poseer por lo menos algunos estudios terciarios. La enseñanza secundaria no basta para alcanzar un status de clase media.
Los blancos sin estudios universitarios que apoyan a Trump se sienten amenazados por los ciudadanos con estudios universitarios, a los que han demonizado, etiquetándolos como “las élites liberales” y diciendo que estas clases dirigentes los tienen a menos. Esto parece proyección de sus sentimientos de inseguridad, ya que no hay evidencia de que las personas con estudios universitarios traten a las que no los tienen peor que antes. Lo que pasa es que ahora acceder a la educación superior es muy común. En estos momentos, en Estados Unidos, más de la mitad de los jóvenes hace por lo menos algunos estudios terciarios. Muchos blancos sin estudios universitarios se sienten disminuidos por esta situación. Como el número de personas con más preparación que ellos cada vez es mayor, se sienten marginados.
Edsall no estudia en profundidad la pérdida de status de los blancos sin estudios universitarios en relación a la situación de otros grupos demográficos. Una pregunta obvia es por qué estos ciudadanos están tan resentidos, mientras que los miembros de las minorías étnicas de su mismo nivel académico no parecen tener emociones igualmente negativas. Los inmigrantes incluso se sienten afortunados con sus modestos empleos y trabajan con ilusión para poder darles una vida mejor a sus hijos. Sin duda lo que tenemos aquí es una crisis de expectativas raciales. Los blancos sin estudios universitarios esperaban tener un lugar más encumbrado en la jerarquía. Pensaban que con ser blancos y ganar para vivir tenían asegurado un lugar aceptable en la escala social, ya que por debajo de ellos quedaban los pobres y las minorías étnicas. Pero ahora resulta que la escala social está fuertemente basada en los estudios y, tras esforzarse durante décadas por acceder a la educación superior, los miembros de las minorías étnicas han conseguido tener una representación significativa en las clases dirigentes y profesionales.
Según un informe reciente (Report 1082, U.S. Bureau of Labor Statistics, X-2019), en 2018, entre los trabajadores en activo mayores de 25 años, tenían títulos universitarios el 63% de los asiáticos, el 41% de los blancos, el 31% de los negros y el 21% de los hispanos. La presencia de las minorías étnicas entre las clases dirigentes y profesionales es bastante visible dadas las tendencias demográficas del país, en el que, debido a baja fertilidad y falta de inmigración europea, la proporción de blancos disminuye sin cesar y no se espera que la tendencia cambie, ya que los blancos son menos de la mitad de los menores de 16 años, como señala William Frey (Brookings Institution, 1-VII-2020), quien explica que, en 2019, los blancos constituían el 60.1% de la población, mientras que los hispanos eran el 18.5%, los negros el 12.5% y los asiáticos el 5.9%. Así que, aunque los blancos siguen siendo mayoría y todavía acceden a la educación superior en una proporción más alta que los miembros de casi todas las minorías étnicas, la presencia de éstos últimos en las clases dirigentes y profesionales es considerable.
Para los blancos sin estudios universitarios esta situación debe resultar muy desconcertante. En un pasado no tan distante los miembros de las minorías étnicas, salvo excepciones, no tenían acceso a la universidad ni ocupaban puestos importantes. Por lo tanto, era común que los blancos sin estudios universitarios contemplasen a los miembros de las minorías étnicas como personas de un status inferior al suyo. Ahora lo que ven es que muchos ciudadanos que están por encima de ellos en la escala social, como médicos, abogados, profesores, etc. no son blancos y que muchos políticos tampoco lo son.
Precisamente, el momento en el que los blancos sin estudios universitarios se dieron cuenta de que el mundo había cambiado fue la elección de Barack Obama, un hombre negro, como presidente de los Estados Unidos. Esto produjo un trauma en este grupo, hecho que fue provechado inmediatamente por Donald Trump para atacar a Obama con ferocidad, diciendo incorrectamente que no era americano y, por lo tanto, no tenía derecho a la presidencia. Esta falsa acusación, con la que Trump inauguró su carrera política, fue adoptada sin vacilaciones por este grupo, al que la idea de que Obama no fuese un americano auténtico ni un presidente legítimo le parecía creíble, ya que, al ser negro, no encajaba en el concepto que ellos tenían ni de los americanos ni de los presidentes. El éxito de Trump fue instantáneo, porque supo conectar con el resentimiento de los blancos sin estudios universitarios, a los que fidelizó hasta tal punto que le siguen, haga lo que haga o diga lo que diga. Sin duda, como indica Edsall, esto se debe a que les da algo que ansían: Status. Dentro de las huestes de Trump se sienten poderosos.
No se sabe cómo podrá Biden aproximarse a ellos, ni, de hecho, al resto de los republicanos, cuyas perspectivas sobre los problemas a los que se enfrenta el país son totalmente opuestas a las de los demócratas, como revelan Claudia Deane y John Gramlich (Pew Research Center, 6-XI-2020), quienes apuntan que, en general, los demócratas están más preocupados por la pandemia y por el cambio climático y menos por la economía y por la violencia que los republicanos. Respecto a las opiniones sobre el racismo y la xenofobia, hay diferencias muy marcadas entre ambos grupos. Según Deane y Gramlich, el 76% de los demócratas piensa que la equidad racial es importante mientras que solamente el 24% de los republicanos opina así. Es sabido que bastantes seguidores de Trump no creen que haya racismo ni xenofobia. No se dan cuenta de que, incluso hoy, el sistema sigue favoreciendo a los blancos.
El racismo y la xenofobia son un tema muy bien estudiado en Estados Unidos, cuyas universidades son líderes en este campo de investigación, y existe una enorme bibliografía que analiza en detalle las desventajas que sufren las personas de color y los inmigrantes. En general, los miembros de las minorías étnicas que tienen estudios universitarios no disfrutan de tan buenas oportunidades como los blancos con iguales credenciales, aunque tienen mejores trabajos que los blancos sin estudios universitarios. Muchos seguidores de Trump no son conscientes de estas distinciones. Lo que ven es que ellos, que son blancos, no viven bien y que muchos ciudadanos que no son blancos viven mejor y tienen más status que ellos. Y es que hoy día ser blanco no basta. Sin estudios universitarios no es posible tener un status de clase media en la sociedad actual, cuya economía está basada en el conocimiento. Biden puede intentar mejorar la situación material de los blancos sin estudios universitarios, pero lo que no puede hacer es darles lo que de verdad desean, que es que vuelvan los viejos tiempos, cuando ser blanco bastaba para sentirse alguien en la sociedad americana. Esos tiempos, como las golondrinas becquerianas, no volverán.