Los padres de Idoia, la primera militar muerta en Afganistán: "No podemos ver la tele, remueve la sangre"
Una mina explotó al paso de su convoy.
Constantino y Consuelo, los padres de Idoia, cada vez que televisan el conflicto de Afganistán, apagan. La vida de su hija se quedó allí en 2007, en el horror, con 23 años y a punto de casarse. Una mina explotó al paso de su convoy. Se convirtió así en la primera mujer militar española abatida en una misión de paz.
En Friol (Lugo), su cuna, un monolito de granito con una placa la recuerda. Y allí continúan sus progenitores, en la aldea de Nodar, tan visitada el 21 de febrero de hace casi década y media. ”¿Para dónde nos íbamos a ir? Cuanto más cambia uno, peor es”, dice a Efe resignado Constantino.
La herida no cura, pese a lo que suele decirse. Es más, en la actualidad se ha reavivado. “Nada más ver Afganistán en la pantalla, hace que se nos pongan los pelos de punta. No podemos ver la tele. Baja la moral que es demasiado. Cambiamos de canal y punto, con todo el dolor del mundo. Remueve la sangre”.
La confesión tan íntima de este hombre deja el vello como escarpias.
“En el caso de mi mujer, todavía peor, creo. Era nuestra única hija. Oír y ver en el televisor el nombre de aquel país... ¡Los pelos de punta y a mil revoluciones!”, relata.
Constantino y Consuelo mantienen contacto con el soldado Braulio Picón, el chico que iba a contraer matrimonio con Idoia a la vuelta de aquella misión.
Cuando murió, Idoia iba a ser relevada. Le faltaba nada para volver a casa. Y en una conversación con los suyos, esta muchacha ascendida a cabo se había mostrado muy feliz por ello.
Regresó, sí, del desierto al que había ido voluntariamente a la lluvia de su tierra, aunque lo hizo de la manera que nadie se esperaba.
En su pueblo, en aquellos gélidos días se enrojecieron los ojos de sus parientes y de sus amigos, que eran muchos, y que desfilaban entonces encorvados, mirando al suelo, completamente hundidos.
Simpatizante socialista
Idoia Rodríguez Buján, una joven rubia de piel blanca, simpatizaba con el socialismo. Lo decía abiertamente. Constantino es íntimo de José Blanco, histórico dirigente del PSOE, que no faltó en el duelo.
Esa querencia de Idoia por el partido de la rosa no impedía que el regidor de entonces, Antonio Muíña, del PP, compartiese vivencias con ella. La conocía ese político desde la más tierna infancia, la de una niña muy viva y pizpireta que siempre quiso ser soldado.
Hoy gobierna en esa localidad gallega, donde está la fortaleza de San Paio de Narla, el conservador José Ángel Santos.
Sus residentes evitan sacar el tema del país asiático en el que se escribió la crónica más negra de este lugar. Idoia, participante en la Operación Reconstrucción de Afganistán y conductora del blindado, quería contribuir a la compleja tarea de ordenar aquel territorio.
Su caída supuso un mazazo para las tropas desplazadas.
El pasado 1 de mayo de 2021 comenzó oficialmente el inicio de la fase final de la retirada de las cuadrillas extranjeras de Afganistán, un proceso que coincidió con una rápida ofensiva de los talibanes, que en un avance sin precedentes fueron conquistando gran parte de la zona sin apenas encontrar resistencia.
Esa ofensiva se intensificó el pasado 6 de agosto, con la toma de la primera de las 34 capitales de provincia, y poco más de una semana después, el 15 de agosto, los talibanes entraron en Kabul de manera incruenta, mientras el presidente afgano, Ashraf Ghani, abandonaba el país en secreto.
Poco después, con todo el país bajo su poder salvo la nororiental provincia de Panjshir, convertida una vez más en el principal bastión contra la insurgencia, los talibanes proclamaron su victoria.
Idoia, que da nombre al centro de educación infantil de la Base de Colmenar Viejo (Madrid), no tuvo boda. Tampoco pudo reedificar, como pretendía, en una guerra interminable.