Los días próximos de Biden y Harris
¿Cuál va a ser el rol de los Estados Unidos en el mundo a partir de ahora?
«El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos».
Antonio Gramsci
Mientras escribimos este artículo, Biden acaba de proclamarse nuevo presidente electo de los Estados Unidos, así que estamos por fin en el día después de Trump del que hablábamos en nuestra anterior entrega. El margen ha sido menor del previsto por las encuestas, pero no tan diferente del de otras elecciones presidenciales. Lo excepcional ha sido la enorme movilización del electorado, después de una presidencia atípica y convulsa.
El relevo, como estaba previsto, plantea no pocas incertidumbres. La primera es la aceptación de los resultados con el anunciado rosario de recursos y, finalmente, el traspaso de funciones.
Trump ha perdido, pero el trumpismo se ha consolidado más allá del Partido Republicano, ha polarizado la sociedad americana y la global, y sus ideas van a seguir ahí. La capacidad distópica del trumpismo ha sido enorme, no solo en su país sino también en el escenario internacional: Brasil con Bolsonaro, en Latinoamérica, y la India con Modi, en Asia; en Europa también hemos sufrido el trumpismo con el apoyo al Brexit, y ahora el populismo continúa en los gobiernos de Hungría y Polonia. La política y los gobiernos populistas han sufrido un duro golpe y nos estamos moviendo hacia un clima populista que, aunque sin comandante en jefe, lo va a seguir poniendo todo muy difícil.
Será interesante ver cuál es la política que siguen Joe Biden y Kamala Harris en relación con todo esto. Y más interesante todavía poder contestar la siguiente pregunta: ¿cuál va a ser el rol de los Estados Unidos en el mundo a partir de ahora? Seguramente la política de EEUU cambiará menos de lo que a muchos, y en particular a los europeos, nos gustaría, y no solo porque el trumpismo seguirá teniendo una influencia importante, aunque la división del país en dos, que ha empeorado con Trump, viene de lejos y la vida sigue: los republicanos con Mitch McConnell, su líder en el Senado a la cabeza, van a estar más pendientes de ganar los dos puestos de Georgia, que se van a dirimir en enero en la vuelta de las elecciones al Senado en ese estado, que de los litigios de Trump sobre las elecciones. Respecto a los cambios, si bien es cierto lo anterior, también lo es que ni los pronósticos más pesimistas niegan el regreso de los americanos a los acuerdos internacionales, el climático de París y el del desarme nuclear con Irán, y también la vuelta a algunas instituciones como la OMS. Sería de esperar que los cambios también alcancen a las relaciones de privilegio que ha mantenido Trump con Israel y Arabia Saudí, para retomar, entre otras, la lacerante cuestión de la actual ocupación y del futuro Estado palestino.
La tecnología seguirá siendo un imperativo y merece unos párrafos aparte. Parece que en este ámbito el rival de los americanos, que ahora van en cabeza, siempre es un país del continente asiático. Ya fue así en la guerra comercial contra Japón en el siglo pasado. Y lo es también ahora, con China y USA confrontadas, dos astros separados por distancias siderales, pero con unas órbitas que se acercan en el desarrollo tecnológico, como Europa sabe bien, aunque rara vez se acerca a la esfera de los dos gigantes.
Y no es porque el camino hubiera estado especialmente escondido cuando la UE vivió su mejor época. Del retraso se han encargado los troyanos y los intereses contrapuestos que siempre han nublado los objetivos.
En el tema que estamos revisando, haciendo un balance de los últimos tiempos, la revolución digital ha coincidido con el ascenso de China. Se podría decir que ambas, el ascenso de China y la revolución digital, son dos de los fenómenos más importantes de nuestra época (William Janewey; Doing capitalism in the innovation economy). En un abrir y cerrar de ojos, China se ha subido al tren de la globalización y ha pasado de una economía familiar y rural, de una agricultura de subsistencia, a otra de vanguardia tecnológica, propia de una gran potencia, con un ascenso significativo en telecomunicaciones, inteligencia artificial y técnicas de vigilancia y desinformación digital. Por ahora también está bien situada en la carrera de las vacunas, y si los Estados Unidos continúan fuera de la OMS y renuncian a competir por su distribución mundial, China tendrá una oportunidad de oro para resarcirse de la pérdida de reputación que le ha ocasionado el origen chino de la pandemia y podrá colocarse como líder mundial para muchos países en Asia, África y Latinoamérica.
Pero sobre todo, los EEUU tendrán que asumir que ni volver al pulso bipolar ni el unipolarismo de Occidente serán ya posibles: el liderazgo será multipolar con el protagonismo de las Naciones Unidas o no será.
Así puestas las cosas, la UE debe aceptar que las dos grandes potencias en la competición geoestratégica son más fuertes, pero Bruselas puede abrir varios nichos de influencia.
El fondo de recuperación es tan solo un primer paso hacia la Hacienda europea (hoy el euro supone apenas el veinte por ciento como moneda de reserva en relación con más del sesenta de los EEUU). Pero lo más importante ha sido sacudirse la modorra de las políticas de austeridad que agravaron la crisis en Europa y con ella el malestar social y la desconfianza en el proyecto europeo.
Otro asunto de importancia será la manera de entender el Estado de derecho y social, y su fortaleza a la hora de oponerse a cualquier deriva antidemocrática para impedir que los países con tendencias totalitarias impongan su modelo a los otros (Polonia ya ha experimentado la suspensión de fondos comunitarios por ese motivo). Sin un nuevo contrato social y sin prosperidad para todos, las democracias serán pasto fácil para el populismo ultra. Europa, además, debe intervenir de forma autónoma en un futuro multipolar.
En otro orden de cosas, los retos internos y quizá prioritarios en un primer momento que tiene la nueva Administración estadounidense serán la pandemia actual, la recuperación económica y, por supuesto, coser la fractura violenta del racismo en la historia y la geografía del país.
China, la otra gran potencia, también tiene una doble tarea: la modernización del país, escindido entre el siglo XXI de las megalópolis y la sociedad tradicional del interior; y la regeneración ambiental de su economía.
Revolviendo viejos artículos, encontramos unos argumentos que queremos volver a traer aquí. En relación con nuestro país, hace tiempo que denunciamos la deriva de nuestro modelo productivo y el peso que ha tenido tradicionalmente la construcción en nuestra economía, como puso en evidencia la crisis de 2008, con el daño que eso hizo a nuestro sistema educativo, abandonado por miles de jóvenes que buscaban sus nuevos horizontes en el ladrillo. Los recortes que siguieron y la llegada del nuevo coronavirus han terminado de minar nuestra confianza. La pandemia ha dejado al desnudo las flaquezas de nuestra Administración y del sector público, y también ha puesto en evidencia una transición analógico-digital que no termina de expresarse. Aquí va a tener razón, una vez más, el maestro de columnistas: “La digitalización, en fin, acaba donde comienza el hambre, esa necesidad tan analógica”.
Lo cierto es que a España le cuesta mucho subir peldaños en esa escalera tecnológica. Ahora se especula con que los fondos europeos y el programa Next Generation (NGEU) son una buena oportunidad para la transformación de nuestra economía de empleos precarios de sol y playa. Imposible para nosotros hacer por ahora un juicio de valor. Estaremos atentos.