Lo que viene en la crisis del Brexit: leyes, elecciones y calendario
El doble bofetón a Johnson plantea unas semanas frenéticas hasta el 31 de octubre, fecha prevista para la salida de la UE, incluso sin acuerdo.
Reino Unido ha vivido una semana de infarto. Y lo que le queda. Cada día, asiste atónito al enfrentamiento entre su primer ministro, el polémico Boris Johnson, y el Parlamento, en una pelea que el conservador va perdiendo por goleada. La causa de tanto encono es la manera de abordar la salida del país de la Unión Europea, que tiene el 31 de octubre como fecha tope para su ejecución.
Los Comunes dieron el miércoles luz verde inicial a una ley que impide que haya un Brexit sin acuerdo, el llamado Brexit duro o a las bravas, y que plantea la posibilidad de retrasar la fecha del divorcio hasta el 31 de enero de 2020. Y, de paso, también han impedido el adelanto electoral para el 15 de octubre con el que Johnson, sabedor de que las encuestas le dan buenos datos, quería cortocircuitar a la oposición, a sus críticos y hasta a Bruselas.
El bofetón doble recuerda a los que sonrojaron la cara de la anterior premier, Theresa May, con el Parlamento en contra limitando sus pasos pero, ahora, contra un mandatario que quiere irse dando un portazo. Una catástrofe que rechaza la comunidad internacional, a excepción de su amigo Donald Trump.
Lo que viene ahora
Superado el nudo del miércoles, quedaba la aprobación final del articulado votado en los Comunes. Este viernes, 6 de septiembre, superó el trámite parlamentario último, el de la Cámara de los Lores, que empezó el miércoles por la noche el debate del texto con carácter de urgencia. El proyecto se convertirá en ley el lunes, 9 de septiembre, una vez que lo sancione la reina Isabel II. Será un día antes de la esperada suspensión de las sesiones parlamentarias ordenada la semana pasada por Johnson, en un intento (insólito pero legal) de impedir que sus críticos maniobren en su contra desde el Legislativo.
El Parlamento quedará suspendido desde mitad de la semana próxima hasta el 14 de octubre, pocos días antes del Consejo Europeo, que el 17 de octubre debe dar su visto bueno a un eventual acuerdo entre Londres y Bruselas o una prórroga del Brexit más allá del ya inmediato 31 de octubre. Muy cansados ya, los dirigentes comunitarios se aferran al acuerdo que le ofrecieron a May y rechazan nuevos plazos. La presidenta electa de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, no ha cerrado la puerta a otra moratoria, pese a ese hastío. La última puerta entornada.
Aunque queda aún mucha tela que cortar, esa fecha y no otra es la que contempla Londres para la desconexión, sin acuerdo alguno, porque el documento -peleado y requetepeleado- que pactó May con la UE no ha sido ratificado en suelo británico. Johnson insiste en que no hay más calendario que ese y, si tienen que irse sin acuerdo, “así será”, repite. El primer ministro se niega a pedir una prórroga, que sería la tercera, después de las de los pasados meses de marzo y abril. El Brexit, tal y como se había planteado inicialmente, debía llevar ya en vigor desde el 29 de marzo pasado. El líder conservador reiteró el jueves que antes de solicitarla prefería “estar muerto en una zanja”.
No es sólo que un divorcio sin acuerdo sea feo, desagradable, amargo. Es que tiene muchas consecuencias duras para la ciudadanía, esa a la que Johnson animó en el refrendo de 2016 para votar masivamente por el leave (salir) sin importarle lo que vendría después. Hablamos de escasez de alimentos o medicinas, de un encarecimiento de las mercancías que vienen de la Unión, del limbo para miles de trabajadores extranjeros que son esenciales para la economía nacional.
De ahí que los partidos de la oposición y un bloque importante de los propios conservadores de Johnson se hayan movilizado para impedir que cumpla su promesa-amenaza. Primero, con la ley que obliga a tener un acuerdo o una prórroga y, luego, impidiendo las elecciones (por ahora).
¿Elecciones sí o no?
“Yo no quiero elecciones, el país no quiere elecciones, pero esta cámara no ha dejado otra opción”, decía el miércoles Johnson, enfadado. La idea del primer ministro es la de aglutinar todo el voto pro-Brexit, mientras laboristas, liberales, nacionalistas y verdes competirán por los partidarios de seguir en la UE.
Según un análisis de JPMorgan fundamentados en las últimas encuestas, dado el sistema electoral británico que beneficia al partido más votado, los conservadores podrían obtener 339 escaños (la mayoría está en 316), y el Partido del Brexit de Nigel Farage podría quedarse con otros 11. Ese resultado se produciría pese a que, en número de votos, los partidos proeuropeos ganarían. Su previsión, es, por tanto, de victoria.
Pero su propuesta de llamar a las urnas -el 15 de octubre- no ha prosperado, ya que necesitaba el apoyo de dos tercios de los Comunes para la convocatoria, algo que no consiguió anoche. ¿Cómo, si los laboristas llevan más de un año pidiendo justamente un adelanto electoral? ¿Ahora no lo quieren? Sí, siguen queriendo ir a las urnas y que “los ciudadanos decidan”, dice Jeremy Corbyn, su líder, pero no ahora. No cuando Boris Johnson lo dicte.
Temían que el adelanto propuesto por el mandatario cambiase de fecha, que se acabasen convocando elecciones después del 31 de octubre, cuando ya no habrá esperanza y Reino Unido habrá salido a las malas de la UE.
Así, un poco con la nariz tapada, votaron no al adelanto electoral, el miércoles, en los Comunes. Reclaman que el proyecto que veta el Brexit duro se convierta primero en ley, lo que pasará el lunes, y luego ya apoyarán ir a comicios, porque el flanco estará cubierto.
Sin embargo, una vez que esa ley del veto al Brexit duro reciba la sanción real, también se puede presentar una moción en la que se indique que, “a pesar de la ley electoral”, el Gobierno quiere adelantar los comicios a una fecha determinada, para lo que entonces Johnson solo necesitaría una mayoría simple.
Es decir, que puede dar un triple salto mortal, saltarse la ley y convocar, pese a todo, elecciones. Aunque a priori parece una salida demasiado arriesgada, nadie duda de que el premier es capaz de dar ese paso si está verdaderamente convencido de que su carisma le dará el centro, de nuevo, y con una mayoría amplia que respalde sus políticas y no le dé dolores de cabeza en las Cámaras.