Las ansias de cambio de Colombia llevan al ocaso al uribismo
Tras 20 años de protagobismo, por primera vez la corriente conservadora del expresidente Álvaro Uribe no llega a la segunda vuelta. De la presidencia a la nada.
La figura del exmandatario Álvaro Uribe es determinante para entender la política colombiana en los últimos 20 años pero las ansias de cambio han llevado a que por primera vez el uribismo no tenga a un candidato propio en la segunda vuelta presidencial tras cinco elecciones consecutivas en las que fue protagonista.
El descrédito de Uribe por sus problemas judiciales y el flojo Gobierno de su delfín, el presidente Iván Duque, son dos de las razones por las cuales la segunda vuelta de las elecciones colombianas, programada para el 19 de junio, la disputarán el izquierdista Gustavo Petro y el populista independiente Rodolfo Hernández.
Andrés Dávila, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana, aseguró a Efe que, si bien no se puede hablar de una “debacle” del uribismo, “su influencia está debilitada y disminuida”. Una de las causas, en su opinión, es que el Gobierno de Duque, que ha sido “muy cuestionado” y de “muy baja realización”, ha sido “incapaz de juntar mucho poder y hacer muchas cosas”, lo que considera que “lo ha distanciado de la sociedad”.
Sin candidato
A las elecciones de este domingo el partido uribista Centro Democrático no presentó candidato porque el que habían elegido, Óscar Iván Zuluaga, renunció tras las elecciones legislativas de marzo y decidió apoyar a Federico Gutiérrez, ganador de la consulta interpartidista del Equipo por Colombia.
El partido, sin embargo, tomó la decisión de no hacer oficial su adhesión a ninguna candidatura presidencial, aunque la mayoría de sus líderes hicieron campaña por Gutiérrez, y el propio Uribe señaló que la afectación de su reputación fue la que hizo al Centro Democrático perder escaños en el Congreso.
Sin embargo, Gutiérrez, en opinión de Patricia Muñoz Yi, docente-investigadora de la Universidad Javeriana, cargó el peso de ser “asumido como el candidato del continuismo”.
“El Centro Democrático y Cambio Radical (partido de derechas) no adhirieron de manera pública a Federico Gutiérrez (...) pero era sabido que buena parte de la dirigencia del Centro Democrático estaba trabajando para la candidatura de Federico Gutiérrez (...) que asumió el costo negativo de este Gobierno”, señaló.
Así pues Gutiérrez, exalcalde de Medellín, terminó en el tercer puesto de la primera vuelta de las elecciones, por detrás de Petro y de Hernández -quienes han sido críticos con el uribismo y suponen un cambio-, a pesar de haber llegado a los comicios como uno de los favoritos.
Desprestigio de Uribe
Los líos judiciales de Uribe “han desgastado su base de favorabilidad después de tantos años en que estuvo por arriba del 50 %”, según el profesor Dávila. “Ha sido una tendencia a la caída libre y de todas maneras lo ha afectado mucho, pues la gente está cansada de Uribe”, expresó Dávila y matizó que, pese a ello, el uribismo aún sigue influyendo y como ejemplo puso las elecciones legislativas, en las que si bien perdieron escaños en el Congreso siguen siendo una de las mayores fuerzas del país.
La caída de la reputación de Uribe está marcada por el caso de fraude procesal y soborno de testigos que le sigue la Justicia y que comenzó en febrero de 2012, cuando el exmandatario demandó por presunta manipulación de testigos al senador izquierdista Iván Cepeda, que en esa época preparaba una denuncia en el Congreso contra él por supuestos vínculos con el paramilitarismo.
Esa demanda acabó volviéndose en contra de Uribe cuando el magistrado José Luis Barceló no solo la archivó sino que decidió abrir una investigación al expresidente por supuesta manipulación de testigos.
Cuando Uribe renunció al Senado, en agosto de 2020, perdió su fuero de congresista y el caso pasó de la Corte Suprema de Justicia a la Fiscalía, donde está en este momento.
¿El futuro?
Para Dávila, el Centro Democrático tiene un gran reto y es “definir su perfil y su trabajo interno”, pues hasta ahora ha funcionado como “un partido de un caudillo que inicialmente mandaba en todo y ordenaba todo”.
“Las discusiones y las decisiones deben ser bastante duras entre gente tan radical en sus posiciones y gente poco acostumbrada, digamos, a respetar realmente las reglas de la democracia y de las organizaciones internas”, analizó.
En el corto plazo, algunas de las principales figuras del partido como las senadoras María Fernanda Cabal y Paloma Valencia aseguraron que apoyarán a Hernández para que Petro, el principal opositor al uribismo, no llegue al poder.
Eso, añadió Dávila, es una muestra de que el uribismo no sabe qué más hacer, pues el candidato Hernández ha sido claro en que recibirá apoyos pero no cambiará su discurso ni su forma de hacer campaña ni de ver la política.
“Saben que se pueden estar dando un tiro en el pie, un disparo al aire que no saben dónde va a terminar. Esa es la incertidumbre que uno puede tomar como parte del juego democrático y del cambio que se está propiciando aquí en Colombia”, concluyó en referencia al futuro del uribismo.