La vicepresidenta de Huawei se pasea con ropa de lujo y la pulsera con GPS de los controlados por la justicia
Meng Wanzhou espera en Canadá a que la justicia aclare su extradición a EEUU, acusada como está de comerciar con Irán
Meng Wanzhou, vicepresidenta del gigante chino de la telefonía Huawei, siempre se ha destacado por ser, además de inteligente y avispada, una mujer muy bien vestida, elegante y con glamour. Ahora, que está perseguida por la justicia y tiene que llevar una pulsera con GPS para localizar todos sus movimientos si quiere seguir en libertad, la empresaria no renuncia a sus señas de identidad, lo que está dejando una imagen bien llamativa: la de sus tacones y sus trajes-sastre de alta costura aderezados por esa tobillera negra y tosca que poco tiene que ver con las de alta joyería.
Como cantaba Martirio, “arreglá pero informal”. En su caso, “arreglá pero controlá”.
Wanzhou, de 47 años, combinaba estos días el dispositivo policial de vigilancia con sus minifaldas y sus zapatos-joya, por ejemplo, para acudir a una nueva audiencia en un tribunal de Vancouver (Canadá), de donde no se puede mover. El localizador es una de las condiciones que le impuso el juez para poder seguir en libertad mientras se estudia su proceso de extradición a Estados Unidos.
La directora financiera de la multinacional china especializada en tecnología debe estar acompañada las 24 horas del día por personal de vigilancia pagado de su propio bolsillo y no puede salir de los límites de la ciudad canadiense, además.
Las acusaciones
Fue arrestada el pasado 1 de diciembre en el aeropuerto de Vancouver, cuando hacía escala en un viaje programado a México, a solicitud de las autoridades estadounidenses por supuestamente cometer fraude y violar las sanciones comerciales impuestas por Estados Unidos a Irán. Los analistas no prevén un fallo definitivo del caso antes de finales del próximo año.
Es un caso con dos versiones muy diferentes. Según Washington, Meng violó el embargo impuesto a Irán transfiriéndole equipos tecnológicos a través de compañías filiales de Huawei. Según Pekín, Meng no hizo nada y es sólo una víctima en mitad de la guerra comercial entre los dos gigantes.
En paralelo, todo se completa con una investigación por las formas en que se produjo su detención de la empresaria, si fueron violados sus derechos civiles, como denuncian sus abogados, que sostienen que fue interrogada “bajo la apariencia de un procedimiento rutinario” para sonsacarle información. Las autoridades, añaden, tardaron tres horas en comunicarle los motivos reales de su arresto. Para entonces, ya había entregado voluntariamente su ordenador y móviles.
“Es una persecución política. Debe ser liberada inmediatamente”, dicen en China, desde donde, como represalia, se detuvo a Michael Kovrig y Michael Spavor, dos ciudadanos canadienses, por acusaciones de espionaje.