El magnate republicano retira su amenaza de duplicar los aranceles adicionales al acero y aluminio después de que Ontario frenase la subida a gravamen que aplica a la electricidad que envían a Estados Unidos.
Las bolsas cierran con fuertes pérdidas en una jornada negra para los mercados, asustados por los rumores de recesión en EEUU y el efecto de la guerra arancelaria.
"Protegeremos a nuestros trabajadores, empresas y consumidores", promete la presidenta de la Comisión Europea tras la firma de nuevas tasas para el acero y el aluminio, que entran en vigor el 4 de marzo.
"No queremos herir a otros países, pero se han aprovechado durante años de nosotros y nos imponen aranceles. La mayoría nos cobran y nosotros no lo hemos hecho. Es la hora de ser recíprocos", dice el republicano.
El presidente de EEUU anuncia tasas recíprocas y gravámenes al aluminio y el acero con los que tira por tierra la idea de castigo selectivo: América se hace grande, cree, haciendo pequeños a todos los demás.
El retornado presidente de EEUU carga contra México, Canadá y China y amenaza con hacer lo propio con la UE. Dice que busca "proteger" a sus ciudadanos, pero los expertos auguran más inflación y problemas en la cadena de suministros.
El presidente demostró que la política exterior es un agujero negro en su programa: no le interesa salvo que haya cuestiones económicas o de seguridad en juego. Ahí es intervencionista si hace falta. Lo demás -cooperación, aliados, historia-, nada.
Pekín vetará la exportación a Estados Unidos de materiales clave que tengan una potencial aplicación militar, en respuesta a las últimas restricciones de Washington para frenar la capacidad del gigante asiático de desarrollar microchips avanzados.
El presidente chino insta al sector privado a reforzar su innovación y a "desempeñar un papel en la autosuficiencia" del país en el sector tecnológico.
La tensión bilateral ha aumentado desde la llegada del demócrata, quien ha convertido la competición con Pekín en el pilar central de su política exterior y comercial.
El presidente de EEUU quiere reavivar la alianza transatlántica y convencer a los europeos de que colaboren en la “competición extrema” con el gigante asiático.