La ultraderecha violenta se sitúa ya entre las principales amenazas a la seguridad en la UE
El informe anual de Europol sobre terrorismo en Europa constata que sigue siendo una amenaza en declive, pero impulsada por la propaganda 'online' y el coronavirus.
El último informe sobre la situación y las tendencias del terrorismo en 2022 de Europol constata que la amenaza de la ultraderecha está en plena expansión en el viejo continente. El extremismo violento ha ido a más, ha encontrado nuevas vías para consolidarse e impregnar a posibles atacantes convirtiendo lo que antes era cosa de cuatro neonazis en una preocupación con fundamento.
Los llamados lobos solitarios, asociados a estas tendencias y también al yihadismo, “siguen siendo la mayor amenaza asociada con posibles ataques terroristas y extremistas violentos en la Unión Europea”, constata Catherine De Bolle, la directora ejecutiva de Europol. El entorno online juega un papel “clave”, añade la policía belga, porque “facilita la (auto)radicalización y la difusión de propaganda terrorista”. Mundo digital, conexiones a distancia, tiempo y angustia ha habido demasiado en pandemia y, por ello, ha sido más sencillo que estos mensajes se trasladen y calen.
El dossier conocido ahora, el más completo en la materia que se edita en Europa, pone el foco en la derecha radical como nunca antes. Explican sus expertos que este radicalismo se ha perpetuado por “individuos y grupos violentos de extrema derecha que incitan, amenazan, legitiman, apoyan y utilizan la violencia y el odio para promover sus objetivos políticos o ideológicos”. Su propósito es “cambiar todo el sistema político, social y económico en un modelo autoritario” y, de esta forma, evidenciar su rechazo a lo ya asentado, incluyendo “los valores democráticos y los derechos fundamentales”.
La estadística de Europol indica que en el año de referencia de su estudio, 2021, se efectuaron 64 arrestos en nueve Estados diferentes por delitos vinculados al terrorismo de derechas. Tres de ellos tuvieron lugar en España. Hay constancia oficial de tres ataques serios que no tuvieron al final consecuencia, dos fueron frustrados en Suecia y Austria por las fuerzas de seguridad correspondientes y otro más, por un fallo en los planes, en Bélgica.
El fenómeno es comunitario, se extrae del informe. Hay goteo de arrestos y de agresiones o planes en todos, en los Veintisiete. En el último año, han sido destacados los focos localizados en Finlandia y en Italia, por lo perfeccionado de sus planes para atacar y por la profundidad de sus mensajes adoctrinantes. En el primer caso, cayó una banda de siete ultras que tenían armas y explosivos para sembrar el “caos”. Hablaban de “colapso de las sociedades occidentales”, aunque también de “ideas satanistas aceleracionistas y apocalípticas”. En el segundo, se ha perseguido a la Orden Aria Romana, inspirada en Adolf Hitler, negacionista del Holocausto, por su poder de penetración en la juventud, especialmente, y por tener planes para atacar una base de la OTAN con explosivos caseros.
Los arrestos de agresores solitarios o de grupos tienen coincidencias: quienes llevan esta ideología hasta el extremo son varones, muy jóvenes y muy motivados, muy indignados. “Las plataformas de juegos y sus servicios de comunicación, populares entre jóvenes y menores, son usados para diseminar propaganda extremista y de terrorismo de derecha”, añade el informe. El veneno entra suavemente, hasta que se instala.
El perfil del atacante ya no es el de los grupos neonazis clásicos, los llamados nostálgicos de regímenes totalitarios como el de Hitler, Benito Mussolini o Francisco Franco. Se ha perdido esa jerarquización, cada vez hay menos cabecillas o líderes, menos órdenes en vertical. “Ahora ha surgido una escena transnacional, que consiste en redes en línea sueltas de hombres en su mayoría muy jóvenes con gran potencial para ataques de actores solitarios, que se adhieren, sobre todo, a ideologías aceleracionistas”, indica.
Son todos de ultraderecha, pero sus banderas son diversas. Este “movimiento global” tiene vetas de “una gran cantidad de ideologías y narrativas que se alimentan entre sí”. Europol destaca especialmente el riesgo de la influencia del supremacismo blanco, esos que ensalzan que el hombre caucásico es el amo del mundo y que los que llegan de fuera, con otros colores, sólo quieren reemplazar su poderío y, por tanto, han de ser eliminados. Estos individuos y grupúsculos “buscan acelerar el colapso del sistema actual a través del uso de la violencia dirigida hacia partidos políticos, minorías” y aquellos que consideran “traidores a la raza”.
“Se promueve el uso de la violencia, incluidos los actos de terrorismo, para provocar una guerra racial y la caída de los sistemas sociales y políticos existentes”, escriben los analistas con una contundencia que asusta. No es el suyo ni un cabreo adolescente ni un enfado temporal contra el mundo, pero sí que está afectando cada vez a personas más jóvenes; el informe señala casos de niños “de tan sólo 12 años” que están “conectados en todo el mundo en redes virtuales sueltas, que carecen de un liderazgo claro y estructuras jerárquicas” y caen en esta corriente.
Las ideologías de extrema derecha más prominentes en 2021 fueron las llamadas SIEGE y Acceleration, según el informe. Ambas atraen en particular a jóvenes que se han radicalizado online. “Las redes digitales internacionales, en especial las que tienen contactos con Estados Unidos, desempeñan un papel relevante en la distribución de propaganda en la UE”, indica.
Es una “tendencia inquietante” la entrada de menores en este mundo y la diferencia con los ultraderechistas violentos de los que hasta ahora se tenía noticia. “Provienen de entornos diversos. Muchos de ellos aún viven con sus padres y asisten a la escuela”, con normalidad. Luego, ante sus equipos, se despliegan. Los problemas de salud mental preocupan también a las autoridades, porque los afectados por estos males “pueden ser más susceptibles a las ideas extremistas de derecha”.
La expansión de la violencia en Internet es justo una de las alertas rojas del reporte de este año. Ya lo era, pero se ha acentuado, especialmente por los confinamientos a que el coronavirus sometió al mundo, que llevó a que más gente estuviera en casa, sin interacción con otras personas, más aislados, volcados sobre el ordenador, el teléfono o la tableta para llenar las horas, un río revuelto de incertidumbre, futuro negro, malestar y desconocimiento en el que muchos extremistas han pescado, porque están en todos lados: webs, chats, mensajería instantánea, redes sociales, foros...
También entra el odio por el juego. Es la primera vez que se indica con tanta claridad en un informe de este peso. “Los extremistas de derecha no usan solamente aplicaciones de juegos, plataformas y videojuegos para su comunicación, sino que, además, se utilizan para la gamificación de la propaganda, por ejemplo, mediante la creación de utopías fascistas donde se facilita el juego de roles racistas en los videojuegos”. La gamificación es una técnica de aprendizaje que traslada la mecánica de los juegos al ámbito educativo o profesional con el fin de conseguir mejores resultados, como absorber mejor algunos conocimientos, mejorar alguna habilidad o recompensar acciones concretas. Fantástico cuando hablamos de educación, temible cuando hablamos de terrorismo.
El acceso prácticamente universal a Internet en Occidente ha facilitado, también, esa expansión, reduciendo el peso de las “estructuras organizativas de los grupos tradicionales” y generando más apuestas individuales, con inspiraciones varias. No sólo cambian las órdenes, la obediencia o la planificación de los atentados terroristas, sino que se complica sensiblemente la persecución de estos delitos, porque se multiplican los frentes que vigilar. Cada chaval hastiado, sin oportunidades, puede ser una diana en la que acertar. Y añade Europol un curioso aviso sobre el incremento de la tensión: “esto también puede conducir a una escalada de la retórica, ya que los individuos intentan superarse unos a otros”. Si tú la vas a liar grande, yo más.
Un peligro “real y presente”
Más allá de la ultraderecha, el informe elaborado por Europol señala que el pasado año, en toda Europa, se registraron 15 ataques catalogados como terroristas -la cifra incluye los ejecutados y los intentados-. De ellos, cuatro fueron ejecutados, tres de ellos por yihadistas y uno más, por la extrema derecha. En la mayoría de ellos se usaron armas blancas, coches para arrollar a multitudes o artefactos incendiarios, tipo cócteles molotov. También algunas armas hechas de forma casera, siguiendo tutoriales de Internet y usando impresoras 3D. En general, armamento “relativamente fácil de obtener y no requiere grandes habilidades para ensamblar o usar”.
Francia experimentó el mayor número de incidentes terroristas, cinco en total, seguida de Alemania (tres) y Suecia (dos); Austria, Dinamarca, Hungría, Bélgica y España informaron de un ataque cada uno, además.
Estos datos, tal y como explicaba De Bolle en la presentación de las cifras, son positivos en contraste con los registros del 2019, cuando hubo 57 agresiones. Aparte de que aún quedaban restricciones por la pandemia que complicaban algunos operativos, el descenso se relaciona sobre todo con una descenso en el número de ataques reportados como de extrema izquierda.
El terrorismo representa “un peligro real y presente” en la UE, insistió repetidamente, en un intento de que estas cifras no den una falsa idea de seguridad total. Los datos de detenidos refuerzan su aviso, con 388 sospechosos por delitos de terrorismo -la última cifra anual con la que comparar era de 449-. Importante es la concentración en Austria, Francia y España, que condensan dos tercios del total, 260 casos. También en 2021 se contabilizaron 362 condenas por delitos de esta naturaleza, un 14% de subida.
Lo por venir
El informe elaborado por Europol también recoge que algunos factores sociales nuevos podrían impactar en el desarrollo del terrorismo dentro de la Unión Europea. Entre ellos, destaca la inestabilidad geopolítica, y cita “las campañas de desinformación asociadas a la guerra de agresión rusa contra Ucrania pueden movilizar a los consumidores de la propaganda rusa, mientras que los medios de los medios de comunicación pueden ser utilizados por diferentes grupos e individuos para financiar actividades violentas”.
La subida de los precios, el descontento popular y el crudo invierno por venir puede acabar provocando nuevos ataques, porque se suma a un caldo de cultivo peligroso, cocinado con el covid-19, el cambio climático o el crecimiento de las interconexiones sociales.
En el caso concreto de Ucrania, se espera que sus consecuencias “tendrán un impacto duradero en la seguridad” de la UE, pues además la contienda “ya ha atraído a varias personas radicalizadas” que se han sumado a la lucha en el bando de Kiev pero también en el de Moscú. Es muy posible, destacan los expertos de Europol, que la situación “desencadene reacciones y movilizaciones extremistas violentas”. La duda es si saltará del mundo online, donde ya están asentadas. Hay que vigilar muy de cerca estos casos, remarca De Bolle, desde “las lecciones aprendidas en el pasado al tratar con los combatientes extranjeros que regresan de los campos de batalla en Oriente Medio”.
Por ahora, de donde no se ven movimientos es de Afganistán. La llegada de los talibanes al poder nuevamente, hace un año, asustaba por si se convertía nuevamente en un santuario yihadista, siendo como ha sido durante décadas el refugio de Al Qaeda. Tras el asesinato de su líder, Ayman al Zawahiri, no se descarta una venganza, empezando por Estados Unidos.