La maternidad es una trampa
Graciela lo dijo medio-en-broma-medio-en-serio en una conversación de WhatsApp en la que hablábamos sobre el máster, nuestras carreras, el mantenimiento de nuestras casas, nuestras mascotas y nuestros miedos, como casi siempre.
La diferencia entre nuestras similares vidas es que mientras yo tengo a Foster, ella además de tener a la China tiene un par de mellizos (humanos) de 32 meses. Leíste bien: los terribles dos, pero al cuadrado.
¿Cómo lo hace? Inexplicable. Pero muy explicable es esa afirmación medio-en-broma-medio-en-serio de que la maternidad es una trampa. Porque, y sin ser madre lo digo muy seriamente, no tengo ninguna duda de que lo es.
Los que leerán solo hasta el párrafo anterior dirán que pienso eso porque no soy madre y que los hijos son la mayor bendición del universo y que etcétera etcétera. Y tampoco lo dudo. Pero es que precisamente vengo a hablarles sobre por qué no soy madre, por lo menos todavía, y por qué imaginar serlo me aterra y me emociona en medidas exactamente iguales.
Mi incertidumbre se basa esencialmente en que nos han vendido mentiras. Mentiras, les digo.
Primera mentira: Hay una forma correcta de ser madre
El problema con esta afirmación es que esa forma "correcta" es diferente para cada persona, y es muy fácil juzgar a quienes no se ajustan a la tuya, que va desde cómo concebir hasta como sacar al bebé de tu cuerpo, alimentarlo inmediata y no inmediatamente después, y cada pequeña o gran decisión que tomes por el resto de su vida.
Y aunque es cierto que hay mil formas incorrectas, definitivamente no existe una forma universalmente correcta. Cada familia, cada relación y cada situación es distinta, así que aún si esa forma perfecta de ser madre existiera, nadie lo estaría haciendo muy bien, y todos deberíamos dejar ir esa presión tan horrible de hacer todo bien.
Además, mientras más crezco más me doy cuenta de que todos los padres y madres dejan una huella profunda en todos los hijos e hijas, en algunas cosas buenas y en algunas cosas malas, y lo único que pueden hacer es hacer lo mejor que puedan. Y eso es mérito suficiente. Lo que te hace buena madre es intentarlo sinceramente.
Segunda mentira: Ser madre te hará tan feliz que todo lo demás de tu vida perderá importancia
El problema con esta mentira comienza cuando tienes al bebé. De mis amigas, por lo menos un par se han sentido malas madres segundos después del parto porque no sienten una conexión inmediata y milagrosa con su bebé, o porque siguen queriendo otras cosas además de oler su irresistible cabecita 24/7.
Y entonces viene la culpa, porque resulta que si te crees esta mentira y descubres que para ti no funciona, es imposible ser feliz. La culpa de no sentir lo que "debes" sentir te carcomerá para siempre, aun si estás haciendo bien todo lo demás.
Tercera mentira: Todas las mujeres quieren ser madres
Esta nos la vendieron regalándonos muñecas y carritos y diciendo "cuando tengas hijos" en lugar de "si tienes hijos". Ni todas las mujeres quieren ser madres, ni todas las que quieren pueden serlo.
Y es cuando te das cuenta de que no es así que te preguntas: ¿y si no quiero?, ¿y si toda la vida creí que sí porque se esperaba de mí y asimilé esa expectativa como un deseo?, ¿y si quiero y no puedo? La culpa de la maternidad es tan omnipresente que hasta está en la no maternidad. No hay escapatoria.
Pero la mentira más grande de todas** es que por ser 2018 estamos tan liberadas, modernas y deconstruidas que no vamos a creernos ninguna de las mentiras anteriores. Y nos las creemos. Y la culpa nos persigue decidamos lo que decidamos.
Así que hoy creo que algún día quiero ser madre, pero hace un par de semanas estaba convencida de que no, y en el intermedio pensé que bueno, pero solo uno. Y no existe el momento correcto ni espero las circunstancias perfectas, pero la culpa (y el miedo a sentirla aún más) sigue ahí.
**Crédito total a Grace, que tiene mucha más experiencia en esto que yo.
Este post se publicó originalmente en el HuffPost México.