La hipoteca heredada del PP
La regeneración de la formación de Pablo Casado no se puede producir por un simple traslado de sede.
Creer que la regeneración de un partido político se puede producir por un simple cierre y traslado de una sede es ofender la inteligencia de la sociedad española. Eso es lo que ha hecho Pablo Casado con su patada hacia adelante anunciando una más que obligada renuncia a su sede de Génova. Obligación porque Génova tiene una enorme deuda y un negro pasado de financiación ilegal, tanto de la organización que alberga, como de su propia carcasa que fue financiada en negro incluso en su reforma.
Fue en Génova donde se destruyeron las pruebas de la financiación ilegal del Partido Popular. Fue en Génova donde se destruyeron los ordenadores de la “contabilidad” de Bárcenas. Fue en Génova donde se tramó toda una historia de tramas sucesivas de corrupción en las que el PP ha participado durante décadas. Así que Génova es sinónimo de esa parte negra del PP que no se puede olvidar, ni dejar atrás simplemente con renunciar a una sede. Se exige una responsabilidad política, dar la cara.
Fue en Génova donde el PP gestó y aún gesta sus políticas, donde los expresidentes José María Aznar y Mariano Rajoy diseñaron sus planes para España y donde los Gobiernos conservadores vieron crecer sus fundamentos ideológicos más profundos. Pero también es allí donde el señor Casado lleva haciendo política desde hace casi tres años desde que fue elegido presidente del partido y otros tantos en la ejecutiva de Rajoy. Por tanto, Génova también es Pablo Casado.
Es hasta pueril la actitud del señor Casado, la del borrón y cuenta nueva. Creer que su deseo de no volver a hablar de Luis Bárcenas o del pasado delictivo de su organización puede llegar a cumplirse es de una enorme bisoñez. Los deseos en pocas ocasiones se convierten en realidad. No basta con un falso borrado del pasado, porque muchas de las personas que le rodean forman parte de ese pasado y él también.
Génova 13 es historia de la derecha en España, balcón de sus victorias electorales y sede del PP de Madrid, del dinero negro, las adjudicaciones irregulares, los sobresueldos y los pagos en B. Génova huele a corrupción porque el PP ha pecado de corrupción. La larga historia de corrupción del partido se despliega día a día. Esconder la cabeza y no dar la cara solo puede sonrojar y avergonzar a los todavía creyentes en esa formación y su capacidad de regeneración.
Casado ha recibido la herencia de sus mayores de los que ahora se avergüenza sin pudor, de los que ahora no quiere hablar, pero quienes le han ayudado e impulsado a estar donde está. El PP es y será su pasado. Su futuro depende de la honestidad de sus dirigentes, de la sensatez de sus políticas, de la responsabilidad de sus acciones y de su contribución al proyecto España.
Lamentablemente, todos estos condicionantes son interrogantes en un partido que ha perdido su horizonte, que ha abandonado la política de Estado para convertirla en la política veleta y que vive más condicionado por el marcaje de la ultraderecha que por lo que le marca la sociedad a la que representa. Esas personas que creen en un proyecto político de centro derecha, que actualmente deben sentirse muy perdidas por un discurso cambiante que ha abandonado el centro y que muta según lo que le reclama Vox.
Las operaciones de cambio de imagen son inútiles si no vienen acompañadas de hechos. Es intolerable la campaña de Casado en la Unión Europea para dificultar la llegada de los fondos europeos de reconstrucción a España o la proyección deformada de la realidad sobre la independencia del poder judicial, a la vez que impide el mandato constitucional para la renovación de sus órganos. No puede tener credibilidad un proyecto de centro derecha moderado cuando pacta, se alía y obedece las condiciones impuestas por Vox en Gobiernos autonómicos como los de Madrid, Andalucía o Murcia.
Génova es símbolo. Génova es PP. El PP con Génova o sin Génova es el PP y, por tanto, el PP de Casado ese mismo que evita asumir su responsabilidad en la derrota. Quedan las mismas personas, los mismos dirigentes y una política cada vez menos útil a la sociedad, porque ni reconoce, ni ve el origen de su propia caída en libre.