La gran traición europea
"Si Noruega nos hubiera creído, mi esposo aún seguiría vivo", me dice Sadeqa. Esta mujer había huido a Noruega con su familia en 2015 después de que Hadi, su esposo, hubiera sido secuestrado y golpeado, pero las autoridades noruegas rechazaron su solicitud de asilo y los devolvieron a ellos y a sus hijos a Afganistán. Unos meses después de su llegada, a Hadi lo mataron. Sadeqa y sus tres hijos de corta edad viven con un miedo constante.
Es una de los miles de personas afganas que han sido devueltas de Europa a Afganistán en los dos últimos años. A estas personas las devuelven a pesar de los indicios de que corren un peligro real de sufrir graves violaciones de derechos humanos en un país que, desde su huida, se ha vuelto más peligroso.
Un nuevo informe publicado por Amnistía Internacional detalla casos terribles de personas afganas devueltas desde Noruega, Países Bajos, Suecia y Alemania que posteriormente han resultado muertas o heridas en ataques con bombas o que tienen que vivir con el miedo constante a sufrir persecución por su orientación sexual o por su religión. Tan sólo en 2016, se ha devuelto al peligro a casi 10.000 afganos.
Afganistán es un país sumamente inseguro, y en los últimos años la inseguridad ha aumentado aún más. En la actualidad, el gobierno y sus fuerzas de seguridad están luchando contra más de 20 grupos armados que actúan en todo el territorio nacional, entre ellos los talibanes y el grupo autodenominado Estado Islámico. La Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán informó de que 2016 había sido el año más mortífero para la población civil, con 11.418 personas muertas o heridas, y el deterioro de la situación ha persistido en 2017. Kabul es la provincia más peligrosa del país: en ella se produjeron el 19% de las víctimas civiles en 2016.
En contra de lo que dictan tanto el sentido común como la humanidad, es a este país al que los Estados europeos están devolviendo a miles de personas afganas. A medida que se incrementan los riesgos para la seguridad, lo hacen también las devoluciones. Entre 2015 y 2016, la cifra de personas devueltas de Europa a Afganistán casi se triplicó: de 3.290 a 9.460.
Farid, expulsado a Kabul el pasado mayo desde Noruega, corre peligro de sufrir persecución religiosa por haberse convertido al cristianismo. Salió de Afganistán siendo niño, creció en Irán y luego huyó a Noruega. Le aterra lo que le pueda pasar. Todavía en shock tras haber sido arrancado de su país de adopción y su comunidad religiosa, me dijo: "Me siento como si hubiera caído del cielo. No me creo que esté aquí".
Hace un año, el 5 de octubre de 2016, la Conferencia de Bruselas sobre Afganistán reunió a representantes de 75 países y de 26 organizaciones y agencias internacionales. La Unión Europea (UE) y sus Estados miembros se comprometieron a proporcionar al gobierno afgano unos 5.000 millones de euros en concepto de ayuda humanitaria. También en la conferencia, la UE y Afganistán firmaron un documento titulado "Joint Way Forward" (El avance conjunto), que tiene como finalidad facilitar la devolución a Afganistán de personas que ciudadanía afgana que se encuentran en Europa.
Ese documento comienza con la afirmación de que la UE y Afganistán "se enfrentan a unos desafíos sin precedentes en materia de refugio y migración. Para abordarlos se requieren solidaridad, determinación y esfuerzos colectivos".
Pero, mientras en Afganistán se recibiría con alegría una auténtica solidaridad por parte de los gobiernos europeos, los desafíos que la UE y Afganistán enfrentan en materia de refugio y migración no son en absoluto comparables.
Recientemente, los brutales conflictos y la aplastante pobreza en muchas partes del mundo han empujado a numerosas personas a buscar asilo en Europa: más de un millón de mujeres, hombres, niñas y niños desesperados llegaron de forma irregular en 2015; de ellos, unos 200.000 eran afganos. Sin embargo, estas cifras deben compararse con las cifras de personas refugiadas que están acogidas –algunas desde hace décadas– en países con muchos menos recursos que la mayoría de los Estados europeos. Por ejemplo, de los 2,5 millones de personas refugiadas afganas en el mundo, la gran mayoría (unos 2,28 millones) viven en Irán y Pakistán.
Mientras tanto, el propio Afganistán se enfrenta a una sobrecogedora crisis de desplazamiento interno. La población internamente desplazada en el país superará casi seguro los dos millones de personas para final de 2017. Además, en los últimos años, las condiciones cada vez más hostiles para los refugiados afganos en Irán y Pakistán han obligado a cientos de miles de personas a regresar a Afganistán. Al mismo tiempo, ciento de miles de personas más han huido del país, ante el temor por su vida.
La denominada crisis de refugiados de la UE no se basa en la cifra de personas refugiadas que llegan, sino en la manera en la que muchos políticos europeos insisten en delegar la responsabilidad en países con muchos menos recursos. Europa no carece de los recursos para cumplir con sus obligaciones legales respecto a las personas que huyen de los horrores de la guerra y la persecución. El PIB medio per cápita de los países de la UE supera con mucho el de los países que a más personas refugiadas albergan, como Pakistán, Líbano y Kenia.
Está claro que, pese a la retórica de solidaridad de "Joint Way Forward", el documento tiene como intención presionar a Afganistán para que acepte a grandes cantidades de retornados afganos. Un documento filtrado de la UE, fechado en marzo de 2016, expone con franqueza este aspecto. En él, las agencias de la UE reconocen "el deterioro de la situación de seguridad [en Afganistán] y las amenazas a las que se expone la población", así como la probabilidad de que aumenten "unos niveles sin precedentes de ataques terroristas y bajas civiles", pero aún así manifiestan que "podría ser necesario devolver a más de 80.000 personas en un futuro próximo".
Se han citado unas palabras del ministro de Economía afgano, Eklil Hakimi, en el Parlamento de Afganistán: "Si Afganistán no coopera con los países de la UE en relación con la crisis de refugiados, la cantidad de ayuda humanitaria asignada a nuestro país pagará las consecuencias". Una fuente confidencial del gobierno afgano describió el documento "Joint Way Forward" como una "taza envenenada" que Afganistán se vio obligada a beber para recibir ayuda al desarrollo.
Es evidente que "Joint Way Forward" no es ni conjunto, ni un avance. Afganistán es en estos momentos un país demasiado peligroso para devolver a personas a él. Mientras los gobiernos europeos y la UE no reconozcan este hecho, la vida de decenas de miles de personas afganas en Europa seguirá siendo incierta. Para otras ya es demasiado tarde. "Tengo tanto miedo", me dijo la viuda de Hadi. "Ni siquiera puedo llevar a mis hijos a la tumba de su padre."
Los nombres de las personas citadas en este artículo se han cambiado.
Este artículo fue publicado originalmente por Time.