La gran beneficiada de la estrategia de Vox no es Rocío Monasterio
La ultraderecha sube algo más de un punto y medio y dos escaños, pero Isabel Díaz Ayuso mantiene el control sobre la campaña.
Si por algo se caracteriza la campaña del 4-M es por la tensión. Esta campaña nació en el seno de una moción de censura, con un vicepresidente de Gobierno dimitido para ser candidato, un claim de campaña enfocado a polarizar entre dos bandos, los carteles de Vox criminalizando a menores, las amenazas de muerte y la negativa de la candidata del PP a un segundo debate…. y alcanzó su momento más álgido en el debate de cadena Ser el viernes 23 de abril cuando la candidata de Vox se negó a condenar las amenazas, puso en duda la veracidad de las mismas y mantuvo durante una actitud provocadora e irrespetuosa, consiguiendo “echar” a Pablo Iglesias y obligando a la moderadora a tomar partido.
A partir de ese momento, se pudo vivir una especie de ilusión óptica de un punto de inflexión en la campaña, en el que tanto Ciudadanos como los partidos de izquierda vieron la oportunidad de imponer un nuevo eje de campaña, “fascismo o democracia”. El objetivo era movilizar el voto tanto de la izquierda como de Cs de cara a establecer un cordón sanitario alrededor de Vox: la sociedad madrileña ya no tiene que elegir entre comunismo o libertad, sino entre el bando de los demócratas o el de los fascistas.
Llegado a este punto cabe preguntarse quién saca más partido los movimiento de Vox. ¿Benefician al partido de Abascal o por el contrario es la oportunidad de la izquierda para movilizar a su electorado? Veamos qué nos dicen los sondeos.
El único estudio publicado con trabajo de campo completo posterior al 23 de abril es el sondeo de GAD3 en el que no se observa ningún cambio de tendencia. Si en el sondeo del 15 de abril de la misma empresa, la derecha conseguía el 55,4% de los votos y la izquierda el 42%, en el sondeo publicado el miércoles 28 los porcentajes por bloques se mantendrían en 56% y 42,3% respectivamente. La movilización aumenta en ambos bloques, con mayor incremento para la derecha.
Según los diferentes sondeos al filo del margen legal de publicación, solo el de SW Demoscopia, publicado en El Plural, muestra un escenario ganador para el bloque de la izquierda. El resto —aunque con un trabajo de campo que abarca el antes y después del 23 de abril— mantienen la misma tendencia desde el comienzo de la campaña. Incluso Metroscopia da una probabilidad del 88% a un Gobierno de Isabel Díaz Ayuso con apoyo de Vox, frente a un 9% de probabilidad a que gane el bloque de la izquierda.
Según estos datos y volviendo a la pregunta anterior, la mayor beneficiaria de la estrategia implementada por Rocío Monasterio ha sido sin duda la candidata del PP. Es cierto que Vox aumenta 1,6 puntos y sube un par de escaños, pero cuando la ultraderecha intente negociar con el PP un pacto de investidura, ¿cuál creen que será la respuesta de Ayuso? “Comunismo o libertad, ustedes decidan”.
Tras ver los datos y tomando distancia, creo que lo que ocurrió en el debate moderado por Àngels Barceló no supuso un verdadero punto de inflexión en la campaña. Añadió tensión sin lugar a dudas, pero desconfío de que haya tenido trascendencia más allá del matrix que conforman Twitter y los medios de comunicación, sin cambiar el curso de lo que ya veníamos viendo.
No estamos ante la misma situación de la campaña de las elecciones generales de 2004 cuando la gestión del atentado por parte del Gobierno de Aznar dio la vuelta a los sondeos. O en la campaña extremeña de 2015, cuando la entrada en escena de la supuesta amante de Monago y los viajes de avión a costa del presupuesto del Senado, tuvo un efecto positivo en el PSOE de Fernández Vara, por poner algún ejemplo.
Ni la izquierda, ni Vox han conseguido abrirle la ceja a Ayuso quien sí ha sido capaz de conectar con la fatiga pandémica de la sociedad madrileña, que con absoluta ausencia de propuestas, lo que vende es la imagen de la igual, la semejante, la “de los míos”, con un lenguaje de la calle y una actitud castiza y chulesca.
Los madrileños y las madrileñas no están ni en la inmigración, ni en la democracia, ni el fascismo. Solo están hartos de esta situación como lo estamos todos. Conexión emocional, se llama.