Junts y revueltos
Las claves para entender el nuevo Govern catalán: ERC impone su vía pragmática y Junts se hace con consellerías de peso.
Los grandes acuerdos se logran sin ruido, sin cámaras. Cataluña parecía abocada a la repetición electoral, con el reloj en su contra. Con las eternas peleas internas dentro del independentismo. Pero este fin de semana Junts y ERC impusieron el silencio para intentar salvar la situación y con las encuestas sobre la mesa de que unos nuevos comicios no servirían para desatascar la situación.
El parto ha sido el siguiente: un Gobierno de coalición, presidido por ERC, en el que habrá catorce departamentos (siete para los republicanos y siete para Junts). Los dos socios se divorciaron en la pasada legislatura con malas formas, pero siguen sin encontrar otras parejas de baile y se han dado cuenta de que es la única vía que les sirve para mantener el Palau de la Generalitat.
Pero sí será un Govern diferente al que estaba entonces. Lo primero: la Presidencia es, por primera vez, en esta etapa democrática para Esquerra, en la figura de Pere Aragonès. Junts jugará el papel de socio por debajo, pero llevará las riendas de la Vicepresidencia económica. Lo que no se ha desvelado es quién ocupará por parte de los posconvergentes ese lugar clave. Pero al tener que llevar las cuentas parece que el perfil será diferente al de un Carles Puigdemont o un Quim Torra.
Es un Gobierno independentista, pero se acabó aquello de poner fecha a un referéndum o una declaración unilateral de independencia. Se impone la vía pragmática de Esquerra Republicana, lo ha dicho el propio Pere Aragonès: se camina hacia la independencia pero llamando a la negociación al Gobierno central para ejercer el derecho de autodeterminación y conseguir la amnistía de los políticos presos. Se reconoce por parte de Junts el papel de la Mesa de Negociación, acordada por el PSOE y Esquerra para la investidura de Sánchez.
Eso sí, Aragonès ha advertido de que no piensan renunciar a su objetivo y que mostrarán toda su confrontación “civil y pacífica” ante el Estado para llegar a esa independencia. Por lo tanto, el próximo presidente catalán ha marcado esos pasos. El primero es la fase de “negociación” con La Moncloa: “Nuestra voluntad es que culmine con éxito, por eso la prioridad de la Mesa de Negociación” con el Gobierno central. El objetivo: lograr un referéndum de independencia. Pero ha advertido de que si eso no sucede, no van a renunciar a sus principios y seguirán avanzando hacia la República catalana de forma pacífica, democrática y cívica. Ni Aragonès ni Sànchez han detallado en qué consistiría ese plan B.
Los dos socios han prometido trabajar con lealtad y han enmarcado como espacio de consenso el espacio a cinco entre las tres fuerzas independentistas (CUP, Junts y ERC) y las dos principales asociaciones. Esto, aunque no han querido señalarlo, resta fuerza al creado Consell per la Republica, dominado por Carles Puigdemont, y lleva a los herederos de CiU a asumir la ruta marcada por los de Oriol Junqueras.
¿Y por qué ahora han conseguido el acuerdo cuando hace unos días parecía imposible? Por un lado, las encuestas de una repetición dibujaban un escenario similar, con una leve subida del PSC y de ERC. La fórmula no se alteraba si querían gobernar. Y, además, Junts ha conseguido arrancar algunas de las áreas más fuertes como esa Vicepresidencia Económica y Salud (el departamento estrella por el covid y que ahora estaba en manos de Esquerra). Además, los de Puigdemont se quedan con el Departamento de Exteriores, muy preciado para sus reivindicaciones y proyección internacional.
El acuerdo tiene que pasar todavía por las bases de Junts, pero Jordi Sànchez confía en su ratificación. Además, el nuevo Ejecutivo dependerá externamente de la CUP, que ha exigido (y se lo han garantizado) que hará respetar su preacuerdo de investidura con Aragonés. Toca ver si ahora los dos socios se soportan y trabajan mejor y si llegan a concluir los cuatro años (tanto ERC como Junts se han comprometido a ellos). Fuera ya Laura Borràs de la ecuación, al ser la nueva presidenta del Parlament, parece que esa calma se puede lograr.
Y, todo ello, mirando a La Moncloa. Los socialistas sabían que Salvador Illa, según las encuestas, volvería a ganar en una repetición electoral, pero que los números seguirían siendo parecidos, con pocas posibilidades de llegar al Palau. A pesar de ser un Govern independentista, el que nace no tiene la radicalidad de los de Torra y Puigdemont y hay mejor conexión con Aragonès, con hilo directo con Pedro Sánchez y Carmen Calvo. Además, el Ejecutivo pretende sacar provecho de la situación: se amainan las aguas catalanas y puede volver a contar con ERC teóricamente en el Congreso al no estar ya en competición electoral. Eso sí, el PP ya saca toda la artillería con su nueva estrategia ayusizada y pretende sacar rédito del conflicto catalán y de si Sánchez convoca esa Mesa de Diálogo o pone sobre la mesa los indultos a los independentistas.