Jersón, ciudad fantasma: la vida que queda entre la "devastación" y el "miedo"
Vecinos de la ciudad confiesan a 'El HuffPost' cómo sobreviven tras el adelanto de retirada de las tropas rusas y el temor a que la entrada de las ucranianas genere nuevos ataques.
Solamente las bombas, cada vez más cercanas, rompen el silencio. Es la nada en las calles. “El abandono total”, en palabras de una vecina. Jersón, a estas horas, se muestra como una ciudad fantasma tras el adelanto de retirada rusa, que en su huida se ha llevado hasta la bandera de la sede administrativa regional ante la inminencia de la llegada de las tropas ucranianas.
En un territorio sumido en el terror, ante lo que hay y especialmente lo que está por venir, varios habitantes explican a El HuffPost la fotografía que ven al asomarse a la ventana. “Las tiendas están cerradas, no hay productos y nadie sale a la calle por el miedo a lo que pueda pasar”.
Una semana después de que Moscú diera por acabado su proceso de evacuación de la población prorrusa, sus tropas han iniciado su abandono del territorio forzadas por el avance de la contraofensiva ucraniana. En un camino largo, lento, pero sin interrupción, Kiev continúa acercándose al gran enclave del sur, la única capital de provincia conquistada por Putin en ocho meses de guerra.
No es dar la batalla por perdida, matiza el gobierno satélite colocado en la región, que emplaza a una futura batalla. Este miedo condiciona el día a día de los habitantes que aún quedan en Jersón, ciudad blindada a la salida y entrada de civiles tras el corredor instalado por Rusia para llevarse de vuelta a sus ciudadanos. En el momento en que los militares ucranianos pisen este punto crucial, son muchos los que asumen que volverán las bombas, con un único objetivo, “la destrucción total”, añade otro vecino.
“La ciudad está en total abandono, apenas quedan aquellos que mantienen su casa, pero viven en la más completa desolación, con miedo a lo que está por venir. Muchos temen no poder sobrevivir a las bombas cuando las tropas ucranianas tomen la ciudad, pero también temen morir directamente al hambre”, explica otro de ellos. De momento —prosigue explicando este— se mantiene un cierto suministro de alimentos, bien del campo o bien desde Crimea, pero la situación amenaza con revertirse pronto.
Las tropas rusas no solo se han llevado la bandera nacional, cuentan más voces locales. Se suceden los testimonios, refugiados en el anonimato del que piden no salir por miedo a la represión. Desde ese ‘escudo’ confiesan estar viviendo el “expolio” invasor. “Se lo han llevado todo: equipos y maquinaria médica de los hospitales, fármacos, obras de arte de museos e iglesias... Todo lo de valor”. Dicen que por llevarse, los barcos en dirección a tierras bajo control ruso van cargados hasta de coches robados y productos saqueados de las tiendas.
El expolio se siente de forma especialmente dolorosa en los hospitales, que están cerrando dada la falta de recursos. “Hay pacientes sin atender porque no hay personal ni fármacos para curarles; se está abandonando a su suerte a enfermos graves”.
Por no haber, no hay ni garantía de mantener los suministros energéticos. Jersón, como Kiev y otros puntos del país, sufre “constantes” cortes de electricidad y hasta agua tras el castigo infligido por Moscú a las infraestructuras críticas y estratégicas. Uno de los temores que transmite la población local es quedar incomunicada de forma inmediata, ahora que las temperaturas empiezan a bajar de forma drástica. El primer golpe de un invierno que se avecina crítico en un país sumido en la guerra y la devastación.
Tras un clima más benigno que otros años, la previsión meteorológica ya marca mínimas rozando los bajo cero en los próximos días. Hay quien, tirando de ahorros en un mercado de estraperlo y pillaje, ha conseguido un grupo electrógeno usado para poder tener calefacción. “Sin esto es imposible aguantar”, afirma el propio comprador.
Ni siquiera escapar de Jersón es fácil. Acabada ya la operación de ‘rescate’ auspiciada por Putin, cruzar las fronteras locales es una misión casi imposible. Moscú ha cortado las vías de comunicación hasta aislar toda la zona del lado sur del puente, en dirección a Crimea, por lo que no permiten a ningún ciudadano volver a Jersón ni trasladarse a la zona ya recuperada por las tropas ucranianas.
Fuera de la urbe de Jersón el panorama es algo mejor, solo algo. Desde un punto cercano a la ciudad, al que llegó en plena evacuación exprés, otro de los ciudadanos cuenta que las carreteras están controladas por los militares rusos, sin apenas opciones de conseguir suministros básicos. Moverse es una quimera, a la espera de noticias que se avecinan incluso peores.