El fin del mundo no está tan lejos: ¿qué pasará si no dejamos de emitir CO2?
Filomenas, calimas, inundaciones… Cada vez van a ser más frecuentes e intensas si no se hace caso al ultimátum de los expertos de la ONU para salvar el planeta en los próximos años.
Los mejores científicos y expertos en clima del mundo acaban de lanzar un ultimátum a gobiernos y a la ciudadanía: hay que reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) antes de 2030 o será demasiado tarde. En ese caso, el planeta colapsará y provocará eventos climáticos más graves e intensos que los vividos hasta la fecha.
Por delante, ocho años para reducir a la mitad las emisiones de gases. Pero no está todo perdido. Tal y como indica el tercer informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), organismo de la ONU, incluso se podría lograr el objetivo si el pico de emisiones se alcanza en 2025, se deja de usar carbón para 2050 y se reduce el uso de petróleo y gas en un 60% y 70% respectivamente. “Es ahora o nunca”, cita el informe.
El reto es alto y no es nuevo, incluso los expertos lo llevan advirtiendo décadas. En el caso de España, el país mantiene una tendencia a la baja en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. En 2020, según cifras del Instituto Nacional de Estadística, se emitieron 213 millones de toneladas, la cifra más baja de la década y principalmente procedentes de la industria manufacturera y los hogares.
La diferencia ahora es que puede que sea la última vez antes de alcanzar un punto de no retorno. “Digamos que es una constatación de que el margen de maniobra para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París se agota”, explica Xavier Labandeira, experto en economía climática publica y energética y además uno de los expertos que participaron en el informe.
“Lo dramático de este informe es que se apuntan períodos muy cortos para poder mantener la subida de la temperatura por debajo de 1,5 grados con respecto a la época preindustrial”, comparte a El HuffPost.
El experto advierte que el próximo informe de evaluación se completará en 2030 y, por tanto, este puede ser el último con estas características. De ahí que en cierta medida se pueda considerar un ultimátum.
Por su parte, María Prado, portavoz de Greenpeace España, llama a que “el informe no se quede en un cajón” y advierte que, de no actuar, lo que pensábamos que iban a ver “nuestro nietos, lo vamos a sufrir nosotros”. “Los peores impactos todavía están por venir, vamos a actuar para frenar en la medida que se pueda ese deterioro ambiental”, apunta.
Además se muestra algo más pesimista que Labandeira. “Estamos condenados al fracaso, esto nos lleva al colapso”, advierte, aunque asegura que la habitabilidad del planeta aún se puede salvar si se sigue el camino correcto.
Prado subraya que el informe del IPCC realmente es “un plan de rescate con instrucciones claras de lo que tienen que aplicar los gobiernos”. “Hay que dejar de invertir en lo que se está invirtiendo, que es en el problema, los combustibles fósiles”, añade.
El peor escenario
¿Qué pasa ni no se cumplen los objetivos? Aumentar la emisiones de gases supondría un calentamiento global que, al ritmo actual supondría 3,2 grados hacia el año 2100. “El planeta es como una olla exprés, le hemos puesto una tapa y seguimos metiendo calor al sistema, lo estamos calentando y desestabilizas todo lo que vive en él”. El símil de Prado es realista y a la vez muy gráfico.
Por ello, desde Greenpeace, se avisa de que cada miniecosistema es dependiente y todo produciría un sistema dominó además de eventos meteorológicos extremos.
Además, el caso de España es particular, y es uno de los países más vulnerables al cambio climático, según recuerda Labandeira. “Si no se cumplen los objetivos globales de reducción de emisiones debemos esperar impactos considerables sobre los sectores primarios y el turismo, sobre la salud humana o una desertificación creciente”, añade.
Dentro del segundo informe del IPCC publicado en febrero, se mostraban diferentes escenarios cada cual más catastrófico. Por un lado, las olas de calor para España supondrían casi 50 días con temperaturas extremas, lo que equivale a casi dos meses completos.
Esto tendría consecuencias, el aumento de incendios y la desertificación del terreno que, según Greenpeace, el 75% del territorio nacional ya está en riesgo.
Por otro lado, María Prado también advierte de fenómenos como los que hemos visto recientemente con heladas en abril que han afectado a gran parte de la floración de los cerezos o la nube de arena que cubrió prácticamente toda la península hace unas semanas. Además, recuerda que están empezando a subir los casos por enfermedades transmitidas por el mosquito tigre, más típico de zonas tropicales, o que algunas ciudades españolas podrían desaparecer con el deshielo de los casquetes polares.
La guerra de Ucrania, un punto de inflexión
Prado explica que la economía sigue apostando por lo que “nos lleva a un colapso del planeta y de nuestra existencia” y señala directamente a “los que no quieren perder su riqueza y presionan porque tienen las herramientas”.
Además destaca que la situación que vive el Este de Europa debe de aprovecharse para dejar de “hacer el ridículo”. “Lo que plantean los gobiernos es cambiar de proveedor en vez de poner medidas inmediatas para que la ciudadanía pasemos a ser dueños de nuestra energía”, exige.
También recuerda que, la mitad de las soluciones que propone el IPCC, serían a coste bajo, nulo o incluso con impacto negativo. Estas van desde electrificar la economía con la energia solar y eólica y además proteger y restaurar los bosques y ecosistemas naturales, así como favorecer una agricultura sostenible.
“Las soluciones ya las tenemos y se están retrasando por lobbies interesados y puertas giratorias”, subraya a la vez que indica que los cambios individuales son interesantes pero que hay que ir mucho más allá, crear conciencia, hablar y salir a manifestarse.
En la misma línea, Labandeira comenta que es importante que aumente la participación de energías renovables en el mix energético y, sobre todo, ha de mejorar considerablemente la eficiencia energética.
“Creo que los ciudadanos juegan un papel central en todo el proceso; somos emisores y, por tanto, podemos reducir nuestro impacto climático, pero además somos consumidores, inversores, votantes”, ha expresado.
Las soluciones están, el tiempo se agota y no existe un planeta B.