Invasión no es ocupación: los posibles planes de Rusia para Ucrania
Putin busca el fin de un Gobierno partidario de la OTAN y de la UE, cambiando a Zelenski por un satélite que se mueva a su son. Bielorrusia podría ser el modelo.
El pasado julio, Vladimir Putin publicó un ensayo titulado “Sobre la unidad histórica de los rusos y los ucranianos”, en el que decía que la independencia de Ucrania era insostenible. Que era territorio de Rusia, sin discusión. Ya entonces llevaba meses acumulando tropas alrededor de las fronteras de su vecino y desde hace tiempo, dicen sus cercanos, le ronda una idea que podríamos resumir en “Make Russia great again”, a lo Trump. O lo que es lo mismo: intentar volver a la grandeza parada de la URSS.
Putin ha acabado reconociendo la independencia de las regiones ucranianas prorrusas de Donetsk y Lugansk y, de seguido, ha iniciado la invasión del país. Ahora lo que está por ver en su verdadero propósito, que se enmarca sin duda en esta aspiración anclada en el pasado, en la nostalgia de lo que fue y ya no es. Qué va a hacer con Ucrania, en resumen.
“Apuntaremos a la desmilitarización y desnazificación de Ucrania, así como a llevar ante los tribunales a quienes cometieron múltiples crímenes sangrientos contra civiles, incluidos ciudadanos de la Federación Rusa. Nuestros planes no incluyen la ocupación del territorio ucraniano”, dijo Putin en el discurso televisado con el que se fueron al traste todas las esperanzas de la diplomacia, en el que ordenó una “operación especial” en Donbás.
Ya tras la invasión, llamó a todos los combatientes ucranianos a deponer las armas y pidió esa desmilitarización. No iba sólo a por estas dos provincias, ni ha hacer un corredor con Crimea para dominar mejor el Mar de Azov, sino que el objetivo es todo el país. Capital incluida.
Esa es ahora a situación, cuando la penetración de tropas rusas por seis puntos distintos ha dejado claro que el plan de Putin no se limitaba al este, donde hay una guerra abierta entre los rebeldes y el Gobierno desde hace ocho años, sino que va a por todo el país. Ucrania no tiene intención de rendirse, por el momento, pero la presión sobre la capital, Kiev, es intensa. Se aferra a que ahora su ejército es mucho más fuerte que cuando Moscú lo amenazó por última vez, durante la anexión de Crimea en 2014, especialmente porque la mayoría de la población todavía quiere ser miembro de la OTAN y la UE.
“El objetivo estratégico de Rusia es neutralizar la soberanía de Ucrania y eso no se limita a pedazos del este y del sur. Moscú esencial para su seguridad nacional que Ucrania no se una a la OTAN ni a la Unión Europea, que no tenga un gobierno amigo de estas instituciones, que no tenga ese paraguas bajo el que guarecerse. Lo quiere en su órbita, no escorado a Occidente”, indica Arnim Langger, especialista en Estudios Internacionales en la Universidad de Lovaina.
Para lograrlo, la vía que ve más factible actualmente es la de cambiar el Gobierno de Volodímir Zelenski. “Deponer el Ejecutivo y reemplazarlo con un gobierno prorruso son los pasos naturales de una ofensiva como esta, tan rápida y tan directa hacia el centro de poder que es la capital. El nudo gordiano está en cómo se ejecuta ese cambio, porque Zelenski no parece estar dispuesto a ceder, mientras que desde fuera los apoyos que le llevan son meramente sanciones, lentas en un conflicto con este desarrollo raudo y de consecuencias nada paralizantes en lo inmediato”, añade.
Peter Zeihan, un experto estadounidense en estrategia y geopolítica, coincide en que Putin tiene en la mira al gobierno de Zelenski. “Su objetivo es derrocar al gobierno e instalar un régimen títere. Eso está muy claro en el discurso y no se detendrá hasta que la totalidad del territorio de Ucrania sea considerado amistoso, en los términos en los que lo define Moscú. Así que estamos viendo aquí una captura [territorial] al por mayor y probablemente estará seguida por una ocupación del país”, dijo Zeihan en un video divulgado este jueves en su canal de YouTube.
Este mismo viernes, el ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, se negó a reconocer al Gobierno ucraniano como democrático, al defender la operación militar. “No vemos la posibilidad de reconocer como democrático un Gobierno que oprime y utiliza métodos genocidas contra su propio pueblo”, dijo, recurriendo a un término, “genocidio”, muy extendido por la propaganda rusa desde 2014, que ha llevado a hablar de matanzas en pueblos del Donbás, ejecuciones o detenciones arbitrarias de las que no hay registro independiente y que no han sido verificadas por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), por más que se hayan producido violaciones del alto el fuego firmado en 2015 por los dos bandos en litigio. Se ha llegado a publicar, por ejemplo, que se crucificó falsamente a un niño.
Langger insiste en que “invadir no es ocupar”, por lo que no es de esperar la “presencia sostenida de fuerzas de ocupación sobre el terreno”. “Si logra neutralizar la soberanía local, que no se una a la OTAN, que no se acerque a Occidente... eso lo logra con un gabinete amigo, no son soldados”, indica. Luego está el coste, “del puro despliegue militar”, pero también de imagen y de credibilidad. “Si has ido a desmilitarizar un país, no puedes militarizarlo tú. Si has ido a ofrecer libertades, no puedes obligar, forzar, directamente, sino por persona interpuesta. Hace falta un títere”, indica.
Y a renglón seguido hace una pausa y culmina con una reflexión arrolladora: “No sé si usted entiende la magnitud de lo que estamos hablando. Este señor ha iniciado una guerra, ha ocupado un país soberano del continente europeo y estamos ya hablando, sobre los muertos, de si elimina un Gobierno democráticamente elegido y cómo lo va a suceder. Terrible”.
Otra Bielorrusia
Si Ucrania cae, indican los dos expertos, el modelo a seguir por Putin puede ser el de Bielorrusia, donde el dictador, Alexander Lukashenko, es el más antiguo de Europa. Así se garantiza Putin un gabinete “amistoso” al otro lado, con el que la interlocución es perfecta, en una relación basada “en el sometimiento y la dependencia”.
La diferencia, apuntan, es que Bielorrusia ya nació a la sombra de la extinta URSS y Lukashenko “ha mantenido voluntariamente” este papel durante décadas, por lo que sostener ese statu quo no ha sido tan complicado: represión de opositores, control de medios, ilegalización de partidos...
Hacer eso en Ucrania es muy arriesgado, porque tanto sus dirigentes como su población han ido virando hacia la OTAN y la Unión Europea por voluntad propia y el sentimiento prorruso ya era residual. “Desde luego, con una invasión no ha crecido ese sentimiento”, añade el profesor. “La violencia polariza la situación y la hace muy tóxica, por lo que cualquier Gobierno distinto al actual en Ucrania va a ser visto como una capitulación ante Rusia, como una muleta de Rusia, por lo que creo que una mayoría de la población se movilizará en su contra y no veo cómo podría tener éxito”, señala.
Los estudios de opinión pública en Ucrania hechos en años recientes en torno a 73% de los encuestados manifestaban no tener confianza en Putin, mientras que el resto se dividía entre gente que no quería responder y una parte mínima de personas que sí confiaban aunque fuera un poco en el mandatario ruso. “Claro que hay zonas ucranianas donde hay sentimientos prorrusos, como el Donbás, pero incluso en esas, que no son mayoritarias, la violencia y la imposición de un Ejecutivo no será bien aceptada”, ahonda.
Se puede plantear la posibilidad de una cierta partición de Ucrania, en la cual Rusia, a través de “una República de nulo reconocimiento internacional”, quede controlando la parte este del país, donde hay mayor concentración de gente qué habla ruso y que es prorrusa, “mientras que lo que sobreviva de Ucrania como tal, con ese nombre, se mantenga en la parte oeste del país, que es la que más habla ucraniano y la más pro occidental”.
Más allá de las dificultades para instalar en Kiev un Gobierno que le sea favorable, Zeihan cree que Moscú enfrentará grandes desafíos para controlar el territorio ucraniano tanto por la resistencia de la población como por tratarse de un país que sigue siendo en gran medida rural. “Una de las grandes consecuencias de las previas invasiones de Rusia a Ucrania en los últimos ocho años fue que los rusos han logrado convencer a todo el mundo por sus acciones allí que Rusia ya no es un estado amigo”, dice.
Y añade: “Por eso, si esto hubiera ocurrido hace una década, quizá habrías encontrado colaboración por parte de un tercio de la población de Ucrania, pero ese tiempo pasó. Ahora probablemente menos de 5% de las personas pueden contarse como colaboracionistas, todos los demás van a resistir”, asegura.
Zeihan compara esta situación con la planteada con la invasión estadounidense de Irak en 2003, donde la gran mayoría de la población estaba en contra de Saddam Hussein, lo que permitió que durante el primer año de la ocupación Estados Unidos no enfrentara grandes dificultades porque una parte sustancial de los habitantes eran neutrales hacia las tropas estadounidenses.
“Eso no va a ocurrir aquí. El territorio es más grande, la población es más grande y más hostil. Además, se trata de un país en el que puedes estar en el campo. “A diferencia de Irak, donde un tercio del país es desierto, Ucrania es un país agrícola y es distinto perseguir a la gente en el desierto, donde puedes encontrarlos con instrumentos de visión nocturna, que hacerlo en un lugar donde pueden desaparecer en los campos. Esto va a ser un camino duro a casa”, señala Zeihan.
Pero el hecho de que las perspectivas de la ocupación de Ucrania y de la sustitución del gobierno de Zelensky no parezcan fáciles para Rusia, no significa que Putin se quede sin opciones.
Y esta situación terrible lleva a un aviso a navegantes: lo que haga Rusia ahora con Ucrania puede hacerlo también con otros países de extinta URSS, en su empeño de volver a los tiempos de grandeza. Estonia, Letonia, Lituania y Polonia quieren invocar el artículo 4 de la OTAN precisamente porque temen que Putin, en su “megalomanía”, como la llama el belga, quiera ir más allá. De momento, ya se han visto banderas de la URSS entrando sobre tanques en suelo de Ucrania.