Historias de Peter Pan y Campanilla
La política es el arte de moverse entre circunstancias y de prever, más o menos, cómo pueden evolucionar los acontecimientos.
Casi siempre en política las cosas que parecen más simples son en realidad las más complejas. Un pintor de brocha gorda me dijo una vez que se suele olvidar por la gente “incluso por los políticos” que el negro es lo más alto en una escala de grises que empieza con el blanco manchado.
A esto hay que añadirle, en estos momentos en que se juntan tantos extremos, y donde nada es lo que parece y la astracanada se impone al razonamiento, que la política es el arte de moverse entre circunstancias y de prever, más o menos, cómo pueden evolucionar los acontecimientos.
En el fondo esto ya lo enunciaba Winston Churchill al tratar de definir las cualidades que debe reunir un buen político: “la política- afirmaba el premier- es tener la capacidad de predecir lo que va a suceder mañana, la próxima semana, el próximo mes y el próximo año, y tener la habilidad luego de explicar porqué no sucedió…”. Por ejemplo, para la derecha España se lleva rompiendo en legislaturas alternas, en las que ella no gobierna, pero no logra explicar la razón por la que aún no se ha roto, o al menos no se ha agravado el conflicto, ni se ha necrosado el tumor.
Esto puede aplicarse al País Vasco o a Cataluña. En ambos territorios sin duda todo está mejor que como estuvo. En Euskadi desapareció ETA aunque queda un ambiente residual de violencia nostálgica. En Cataluña la situación ‘extrema’ se produjo durante el gobierno Rajoy: insurrección azuzada desde una Generalitat en manos secesionistas con la convocatoria de un referéndum ilegal que se trató de neutralizar con una excelente chapucería. Hubo un dato, sin embargo, de gran altura: la oposición cerró filas con el gobierno para la aprobación del artículo 155 de la Constitución.
Hubo detenciones, hubo juicios, muchos responsables de la asonada terminaron entre rejas, prometiendo que a pesar de todo lo volverían a hacer, y el gobierno actual, oposición durante aquella rebelión, quiere a pesar de todo explorar la ‘vía ibuprofeno’: rebajar la inflamación con indultos ‘ad hoc’, cuyo manual de instrucciones los hace únicos e irrepetibles. Veremos.
Se puede estar a favor, o se puede estar en contra. Las dos actitudes son legítimas, siempre que se expliquen bien, en Canarias se diría, “píquemelo (el tabaco) menudo que es para cachimba”, y que lleven implícita la condición de no volver a las andadas, algo que constituiría un agravante para posibles segundas partes en el futuro. La reincidencia, pues, tendría una penalización extra.
Explicando la letra microscópica del prospecto podría, o no, caber un voto de confianza condicionado. Desde luego, un indulto no procedería a cambio de nada. ‘Algo’ debería incluirse de serie, como los ‘airbag’ en los coches: buena voluntad, arrepentimiento de facto’ y recuperar cauces de entendimiento. La carta de Junqueras abjurando de la unilateralidad puede ser un primer paso; pero no hay que descartar que sea una añagaza para seguir marcando diferencia con los herederos del pujolismo y la sombra de Puigdemont.
Es difícil, pero en España hay experiencias parecidas que han salido bien. Y algunas, magníficamente bien, aunque las actuales derechas se hayan tirado al monte. Hay una coplilla isleña que puede aplicarse al comportamiento de algunos humanos: “la cabra que al monte tira, aunque le pongan patera, siempre jalará ‘pal’ risco, nunca ‘pa’ la carretera…”
La manifestación de Colón de las tres derechas, aunque haya sido convocada por una comisión cívica, da lo mismo, no ha entrado en profundidades. La profundidad y la complejidad nunca han estado de moda. El discurso de los convocantes, sea a título de autor intelectual o de pescador en aguas revueltas, corre como un galgo detrás de una liebre de pega. Casado recuerda a los grandes campeones de las ‘ligas de debate’ en las universidades. La primera vez que fui como espectador a una de ellas, quedé en estado de shock: los campeones eran los jóvenes capaces de defender con la misma pasión, intensidad y datos una cosa y su contraria. En una ronda tenían que convencer al jurado de la necesidad de las autonomías, y los ganadores tenían que defender en la segunda luchada la necesidad del centralismo.
Pablo Casado practica el ‘totum revolutum’: mientras las ‘Nuevas Generaciones’, con sabor añejo, buscan firmas contra los indultos, el ‘estado mayor’ popular suma a sus profecías como punta de iceberg de las aviesas intenciones socialistas el acercamiento de presos etarras a sus provincias de residencia.
Con la guerra terminada, durante el gobierno Zapatero, no conviene olvidarlo, el acercamiento gota a gota es una vuelta a lo normal. Ya lo practicaron los presidentes Aznar y Rajoy. La dispersión, una estrategia de Enrique Múgica como ministro de Justicia, tuvo como objetivo, según me comentaba su impulsor, acabar con “las romerías” a las cárceles donde se agrupaban los terroristas, y reducir el efecto sobre ellos de los dirigentes etarras de la línea más dura.
Por eso hubo etarras presos en Canarias, mientras fue necesario. Las Islas quedaban muy lejos; aunque muchos periodistas sentíamos el aliento de los asesinos en nuestra nuca. Los medios conservadores de hoy a cada pistolero acercado por Grande Marlaska le ponen su curriculum: a quién asesinó y cómo lo hizo, con qué ensañamiento. Pero es que los beneficiados por el acercamiento durante el aznarismo o el marianismo también habían cometido crímenes atroces contra personas concretas. No eran etarras inocentes y angélicos. Antes y ahora siguen en las cárceles aunque cumplan en provincias vascongadas o cercanas.
No parece que sea bueno, en ningún sentido, repetir los errores de una estrategia basada en la famosa ‘ley del fonil’ (embudo) que se resume más o menos en ‘lo ancho para mí, y lo estrecho para los demás’. La recogida de firmas callejeras contra el Estatut catalán, fue un desastre: multiplicó el independentismo; llamar traidor a Zapatero por negociar con ETA fue una magistral demostración de doblez después de que ya Aznar lo hubiera intentado…
En Galicia muchos incendios que unos vecinos provocan para fastidiar a otros en cuanto rola el viento se vuelven contra el pirómano y queman lo de todos, encima. Claro que luego hay tontos muy listos que le echan la culpa a los pobres eucaliptos. Voy mucho por esos montes y nunca he visto correr a un eucalipto con un mechero en las ramas.
España está en un momento de excepcional dificultad y complejidad. Hacen falta más razones y menos insultos, a ser preferible, ningún insulto. Hacen falta más discursos y menos arengas. Más buena fe y menos odio furibundo. No es creíble, al final, ninguna exageración. No es normal que la oposición no entienda ahora algo que siempre ha entendido cuando habitaba La Moncloa: que a Argelia hay que aguantarle alguna impertinencia, porque es el principal suministrador de gas a España; que a Marruecos, lo mismo, pero con muchos más argumentos, haciendo equilibrios en la cuerda floja. A un lado los chantajes y las represalias de Rabat, al otro las resoluciones de la ONU sobre la antigua colonia del Sahara. Claro que a veces cae quien creía tener la sartén por el mango: es posible que ante la cadena de fiascos en el enfrentamiento con España el rey Mohamed VI tenga que prescindir de su ministro de Exteriores para salvar su imagen. El Comendador de los creyentes no puede empañar su prestigio.
Cuando se escriba la verdadera historia de estos duros meses, año y medio casi ya, de miedo pandémico, con 80.000 muertos, no se entenderá la actitud de permanente obstrucción y descalificación del PP. Ha sido un caso único en Europa, aunque en casi todos los países haya habido dudas, incertidumbres, críticas, pero sin perder de vista ni el tino ni el sentido de Estado.
Cierto es que, como demuestra el fenómeno de Isabel Díaz Ayuso, y desde hace miles de años la fe irracional en seres mágicos, ahí están los Reyes Magos con sus camellos supersónicos y ecológicos, hay cosas que no tienen ni explicación fundada en la razón ni cimentada en el método científico.
Sin embargo, todo vuelve a su cauce igual que el cambio climático está destruyendo escolleras. A ‘Podemos’ le ha ocurrido lo que algunos analistas auguraron ya en 2015, poniendo como antecedente el fenómeno de Unión del Pueblo Canario en la Transición, una estrella fugaz.
Todo esto parece de cuento, de un Peter Pan que no quiere crecer ni tener memoria, y de Campanilla, un hada juguetona que esparcía polvos mágicos y que vivía mientras se creyera en ella. Tal cual.