Grandes discursos de la historia: Zelenski, "un animal comunicativo"
“Domina la emoción, es puro sentimiento, nos transmite la idea de que somos nosotros”.
En la historia ha habido grandes discursos que han iniciado guerras o inspirado a pueblos. Algunas personas tienen el don o la habilidad de pronunciarlos, como demuestra en un libro el filólogo español Javier Alonso López, que destaca que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, es “un animal comunicativo”.
Bajo el título Discursos históricos, López ha reunido en un libro trece de estos discursos, desde el “Sermón de la Montaña” hasta los pronunciados por Nelson Mandela, pasando por los de Hernán Cortés, Churchill, Hitler o Ghandi, todos ellos ejemplos de personas que, valiéndose de discursos bien construidos y escenificados, apelaron a sus contemporáneos.
Los discursos de todas las épocas siguen un mismo patrón, asegura a Efe el autor, que cree que en la actualidad se ha descuidado mucho la oratoria y, aunque opina que no se pueden comparar los que pronuncian ahora los políticos con los que aparecen en su libro, hay algunas excepciones como la del presidente ucraniano.
Así, explica, el discurso que dirigió Zelenski a los ciudadanos rusos poco antes de que se iniciaran los ataques a Ucrania fue “brillante” y le hubiera gustado poder incluirlo en su libro. También destaca el que dirigió al parlamento británico por videoconferencia.
“Domina la emoción, es puro sentimiento al pedir la solidaridad y la empatía” indica el filólogo, que sostiene que Zelenski domina también en el escenario y los recursos: “nos transmite la idea de que somos nosotros”.
Por el contrario, Vladímir Putin, más allá de sus acciones, no despierta en sus mensajes ninguna empatía, sino que transmite “separación”, especialmente “desde esas mesas gigantescas a las que sienta a sus interlocutores como una reina madre en el trono”.
Un buen discurso no es igual a una buena idea
El libro de este filólogo e historiador surgió a raíz de un curso que impartió a alumnos de una decena de países para que se familiarizaran con los principales instrumentos de la retórica y por eso, además de reproducir los discursos íntegros (casi todos traducidos por él), ofrece las claves para entenderlos y los pone en contexto histórico.
En el libro presenta una selección de algunos de los mejores discursos pronunciados en el transcurso de la historia, pero advierte: “es necesario saber que un buen discurso no es igual a una buena idea”.
Y recuerda que las herramientas retóricas con las que se construye un buen discurso fueron utilizadas por algunos personajes históricos para propósitos “oscuros”. Por eso, destaca la necesidad de familiarizarse con estas técnicas para comprender los mensajes con los que “bombardean” a diario a los ciudadanos, en especial desde el ámbito político.
El de Hitler es el ejemplo más claro de propósitos oscuros que analiza Javier Alonso López a través del discurso que pronunció el 8 de septiembre de 1934 en el sexto congreso del Partido Nacionalsocialista que se celebró en Nuremberg.
En ese discurso, Hitler expone claramente la idea de que la única ideología posible, la única verdadera, es el nacionalsocialismo y que no cabe otra posibilidad. Una convicción que “sale de las entrañas, es pasional”, dice el autor.
Explica además cómo cada vez que pronunciaba las palabras “pueblo alemán”, Hitler realizaba el gesto de dar un abrazo y juntaba los brazos sobre su pecho. “Sus palabras son calculadamente ambiguas para que nadie de su auditorio se sienta excluido” y mediante el sutil empleo de los posesivos en plural, Hitler intenta involucrar al pueblo en lo que en realidad es su deseo, señala.
A la multitud se la convence con emoción
La gran lección que saca de este discurso es que “los totalitarismos (de toda época, condición y tendencia) se basan en la apelación a los sentimientos y las pulsiones más primarias, pero ninguna de sus afirmaciones se sostienen sobre sólidas bases intelectuales”.
“A la multitud se la convence con emoción”, insiste el autor, que dice que por la razón solo se puede conquistar a alguien cuando se está dialogando cara a cara.
Emoción pura fue también el “¡No pasarán!”, de Dolores Ibárruri, Pasionaria, otro de los ejemplos que incluye en su libro. Un eslógan que repitió en cinco ocasiones y que tuvo un éxito inmediato en un discurso con una estructura sencilla, dice el autor.
Otra herramienta retórica que destaca el historiador en estos discursos es la anáfora, la repetición de una palabra o frase al comienzo de párrafos sucesivos, como hizo Nelson Mandela en su discurso del 11 de febrero de 1990 o el mítico “Tengo un sueño” de Martin Luther King, en el que pronunció 20 veces la palabra “libertad”.
Pero la perfección absoluta, considera el filólogo e historiador, la alcanzó Abraham Lincoln en su “Discurso de Gettysburg” el 19 de noviembre de 1863: fueron tres minutos y menos de 300 palabras, con las que mostró a su audiencia “el sendero que debían seguir, quiso asegurarse de que el pueblo norteamericano escogía el camino correcto”.
Y así fue. En poco tiempo, agrega, “resultaría imposible distinguir entre el individuo y su obra, Lincoln era América y América era Lincoln”.