Frente a las violencias machistas, feminismo para todas
Necesitamos políticas que se hagan cargo de la violencia machista y que se apueste principalmente por políticas preventivas, en lugar de punitivas.
En la Comunidad de Madrid estamos reviviendo una disonancia con la que ya despertamos hace años políticamente. Este desacompasamiento se produce entre una sociedad que cambia, se mueve, modifica sus costumbres, y una institución pública que se estanca, no produce ideas, ni soluciones para los acontecimientos y los problemas de hoy. Uno de los aspectos donde el abismo es cada vez más creciente y evidente es en la cuestión feminista.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, manifiesta siempre que tiene ocasión que no hace falta ser feminista para ser una buena mujer y tiene razón. Pero, del mismo modo, consideramos que sí hace falta ser feminista para ser una buena presidenta. Al fin y al cabo, ser una presidenta feminista es ser una presidenta que se preocupa por garantizar la igualdad en derechos de todas las personas. Generar las condiciones de posibilidad para que todas podamos vivir bien sin importar nuestro origen, creencia, identidad, género u orientación sexual.
Pues bien, este reconocimiento que es una obviedad -¿quién podría defender que unos vivan bien y otras no?- no lo es para el Gobierno de la Comunidad de Madrid. En nuestra región las políticas de género son las grandes olvidadas, y así ¿cómo vamos a terminar con las violencias machistas? ¿Cómo vamos a asegurar paridad en derechos y obligaciones (libertades) en nuestra sociedad?
Nuestra legislación mantiene aún un concepto de violencia machista que solo existe en las cabezas de los líderes políticos que no observan lo que pasa ahí fuera ni son capaces de adaptarse a la realidad. El ordenamiento jurídico de Madrid está muy lejos de hacerse cargo de las violencias que sufrimos las mujeres hoy en día como la violencia vicaria, la violencia digital o la violencia institucional. Nosotras queremos dejar claro que violencia machista es aquella que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres. Y punto.
Y ahí, nos encontramos un gran árbol de violencias que debemos reconocer, poner solución y ocuparnos de ellas desde las instituciones. Nos referimos a la violencia psicológica, sexual, física, feminicidio, violencia económica, mutilación genital, tráfico de mujeres y niñas, matrimonios forzosos, aborto y esterilización forzosa, la violencia simbólica o como decíamos antes, también, la violencia digital, violencia vicaria y violencia institucional. Hemos querido nombrar y reconocer todas estas violencias en nuestra Ley de Igualdad efectiva entre mujeres y hombres que presentamos el pasado día 22 de noviembre, porque lo que no se nombra no existe. Esperamos que cuando a Ayuso y su gobierno le toque elegir entre su agenda ultra o derechos de las mujeres, no lo dude y decida ponerse del lado bueno de la historia y cubrir un vacío legal en la Comunidad de Madrid.
Necesitamos leyes a la altura del siglo XXI y de los retos a los que nos enfrentamos. Necesitamos políticas que se hagan cargo de la violencia machista y que se apueste principalmente por políticas preventivas, en lugar de punitivas, para hacer frente a todas las dimensiones de la violencia.
La prevención pasa irremediablemente por hacer políticas de igualdad dirigidas a los hombres. No olvidemos que la violencia machista es un problema de los hombres que sufrimos las mujeres. Tener que aclarar constantemente que no, que no todos los hombres ejercen la violencia machista, es ya de por sí un síntoma de los resortes sociales y culturales que hay que cambiar. Por eso, poner el foco en los hombres, sus comportamientos, sus actitudes, sus hábitos y sus relaciones de poder para con las mujeres y con otros hombres es prioritario para dar un salto cualitativo en la lucha contra la violencia machista.
Muchos de nuestros amigos, familiares, vecinos y compañeros de trabajo ya han dicho basta, han dicho que no van a ser cómplices del machismo en su vida cotidiana, en sus grupos de whatsapp, en sus relaciones sexuales o en el cuidado de sus seres queridos. Necesitamos que sean muchos más quienes den ese paso. El feminismo, lejos de ser la caricatura que algunos quieren imponer que criminaliza a los hombres, es precisamente esa forma de ver, entender y vivir la vida que denuncia una violencia estructural al tiempo que confía plenamente en la capacidad de cambio y de transformación de los hombres.
Por todo esto, necesitamos poner el reloj de la Comunidad de Madrid en hora con la igualdad efectiva y con las políticas que extienden derechos, no que los cercenan. Solo desde ahí podremos avanzar en una sociedad que se dice libre y justa.