Lo que nos han dejado las ‘primarias’ del PP
Sin debate interno, la ambigüedad de Feijóo, el primer Gobierno con Vox, el entierro caníbal de Casado, la opacidad del censo y la casi muerte del propio sistema.
Este lunes se abrieron las urnas en las sedes del Partido Popular para elegir a su nuevo líder. En la papeleta sólo había un nombre: Alberto Núñez Feijóo. El gallego salió respaldado con un 99,68% de los votos emitidos y se proclamó como presidente in pectore, a la espera del paso final: la ratificación del nombramiento por parte de los compromisarios que irán al congreso de Sevilla de los días 1 y 2 de abril.
Pero de este proceso exprés de sucesión hay que hacer muchas lecturas. La primera es que Alberto Núñez Feijóo es en estos momentos la principal autoridad moral dentro del Partido Popular, aunque en popularidad y en la calle le seguiría ganando Isabel Díaz Ayuso (que no ha visto claro que este fuera su momento).
El gallego ha logrado lo que entendió que no era posible en 2018: vencer en un proceso interno sin despeinarse, aupado por los barones y sin tener que correr riesgos frente a otros aspirantes Es decir, llegar por aclamación. Tras cuatro mayorías absolutas en la Xunta, no quería jugar con muchos actores, como pasó hace tres años tras la marcha de Mariano Rajoy. Cero riesgos, puro conservadurismo.
A Feijóo no le gustan las primarias, es un sistema que siempre le ha repelido. Él es de la escuela del ascenso interno, de los aparatos, del control de daños desde dentro. Siempre ha mostrado una mayor predilección por el sistema interpuesto, el de delegados o compromisarios en un congreso. De hecho, este sistema podría revisarse a partir de ahora. El actual data del último congreso que dirigió Mariano Rajoy y se fijó un sistema de doble vuelta: primero los militantes y luego los delegados. De hecho, en la anterior ocasión Soraya Sáenz de Santamaría ganó entre los militantes y fue derrotada por Pablo Casado en la segunda votación.
Pero estas primarias y su participación han evidenciado varias cosas. O Feijóo no genera tanta ilusión como pretende o los datos del PP no son buenos. La opacidad ha reinado en torno a un dato principal: ¿cuántos militantes tiene el Partido Popular? Durante décadas ha presumido de ser el partido con más afiliados de toda Europa y llegaban a cifrarlos en más de 800.000. Pues el dato total no se ha proporcionado en ningún momento desde Génova 13.
Los datos que sí se han proporcionado es el de militantes inscritos (condición necesaria) para votar. Y la cifra dista muchísimo de lo que se ha dicho durante años: sólo se apuntaron 41.681 afiliados. Siendo un número incluso menor que el de avales que presentó hace unas semanas el propio Feijóo: 55.580. Las cifras no tienen nada que ver con esos supuestos 800.000 militantes de los que presumían cargos del PP. Estas primarias han tenido menos seguimiento que las de hace tres años, cuando se apuntaron 66.384. Por lo tanto, el censo se ha inflado durante años por parte de los populares y las cifras son menores que las del PSOE (en las primarias que ganó Pedro Sánchez a Susana Díaz el censo era de 187.949).
Estas primarias de entronización también evidencian a un partido que no ha querido entrar a hablar de ideología. Se trataba de quitar a Pablo Casado, de un acto de canibalismo, de ruptura familiar, pero no de ideas. De hecho, el pacto entre Feijóo y Díaz Ayuso es antinatural, los dos lo saben, sus modelos son supuestamente diferentes en muchos aspectos, pero no tocaba hablar del fondo. Por lo tanto, no ha habido debate de ideas en un proceso de liderazgo en el principal partido de la oposición.
Por eso, surge otra pregunta: ¿cómo piensa Feijóo? Al no haber habido debates, no sabemos qué opina de los grandes temas y de cómo va a enfocar el partido. Habla de credibilidad, de sentido de Estado, de “desterrar la frivolidad”. Pero no sabemos qué opina de la ley trans o de la reforma laboral. Y no ha resuelto la principal incógnita: ¿cómo será su relación con Vox?
Pero aunque no haya palabras, hay hechos que lo dicen todo. En este impasse ha cruzado la línea roja de formar el primer gobierno junto a la ultraderecha, que será en Castilla y León. Feijóo es el líder ya in pectore, ¿no se ha pronunciado en privado con Mañueco? El que calla, otorga. Ha estado hasta de campaña allí y no ha censurado ese pacto, que, en cambio, sí ha molestado mucho en el PP europeo. Por lo tanto, se interpreta como una alfombra roja del gallego para aliarse con los de Santiago Abascal.
Uno de los mitos que ha ido cayendo ha sido el de moderado. Del pacto de Vox a sus declaraciones sobre la violencia machista, estas posturas le han alejado del papel que se le había asignado durante años y muchos de sus futuros rivales en Madrid hablan ya de un nuevo Alberto Ruiz-Gallardón, que mostró su lado más de derechas cuando saltó al ruedo nacional. Han sido varios los patinazos del todavía presidente de la Xunta, como llamar “autista” al Gobierno. El dirigente también está comprobando que será examinado a todas horas y que el ecosistema mediático en la capital es muy diferente al de Santiago.
Y estas primarias iban de curar heridas, pero las espadas no se han guardado del todo. El enigma sigue llamándose Isabel Díaz Ayuso, cuyas aspiraciones siguen intactas, a pesar de sus declaraciones. Muchos en el partido creen que ha reflexionado que no era el momento y tiene cerca las autonómicas madrileñas, en mayo del año que viene. Pero, ¿qué pasará si Feijóo no logra gobernar tras las elecciones de 2023? Muchos sectores siguen creyendo que ella es el principal activo electoral y ya se lanzaron algunos dardos en algún acto conjunto durante esta campaña.
En lo que sí se ha unido el partido estos días ha sido en el entierro absoluto de Pablo Casado. Nadie habla de él, el todavía presidente sigue casi escondido, sin hacer declaraciones, pensando en su futuro y todavía sin renunciar a su escaño. Ha sido una auténtica destrucción de su personaje político y él sigue todavía sin creerse lo que ha pasado. Lo que está claro es que estas primarias tenían una ideología: decapitar al líder y que no hablara más.