Fatimata Touré, la feminista del Sáhara
Lleva 20 años peleando por los derechos de las mujeres que la habitan, pero el contexto nacional e internacional no se lo pone nada fácil.
Fatimata Touré vive en esa esquina del mundo que fue durante tres siglos capital de un imperio y que ahora vive apresada entre un gran río que cruza un desierto, el Níger, y las batallas que asolan su región bajo el manto del integrismo religioso. Fatimata vive en Gao, una ciudad al norte de Mali, en el Sáhara, en la que lleva 20 años peleando por los derechos de las mujeres que la habitan, pero el contexto nacional e internacional no se lo pone nada fácil. Es la feminista del desierto.
Contactamos por internet para que nos hable de su pionera organización, el Grupo de Investigación, Estudio y Capacitación de Mujeres-Acción (GREFFA, en inglés), asociación con la que colabora la ONG española Alianza por la Solidaridad-Action Aid. Su objetivo: el afán compartido para que las songhais y las tuareg, las árabes y las peul de un lugar que siempre fue nudo de culturas -ya sea con caravanas de dromedarios o de camiones- conozcan, reclamen y tengan acceso a derechos tan fundamentales como son decidir sobre su reproducción, su sexualidad, su economía y, en definitiva, su vida.
“Todos los pueblos del desierto son patriarcales, pero es verdad que entre los tuaregs siempre hubo respeto al papel de las mujeres, no había violencia contra nosotras en las comunidades, que eran matrilineales. Esto cambió totalmente con la llegada de los islamistas en 2012. Hasta ese año, habíamos logrado que se abrieran más negocios de mujeres y que algunos de sus derechos fueran reconocidos, pero entonces todo desapareció, se lo llevó la corriente de la guerra y ahora todo va mal, vivimos entre más pobreza y más violencia. Sólo tengo esperanza en la juventud, porque veo que es una juventud de hombres y mujeres que salen a manifestarse por la democracia, como iguales. Son la semilla del cambio”, asegura a través de la pantalla, mientras coge a su hijo en brazos.
Fatimata Touré es consciente de que tuvo suerte con su familia. Su padre la animó a estudiar una carrera en la Universidad de Bamako, la de ingeniera agrónoma y aquello le dio la oportunidad de contactar con otras jóvenes como ella que pensaban que su país, ex colonia francesa sometida desde siempre a los vaivenes de políticas llegados de fuera, no podía cambiar el rumbo sin contar con sus mujeres. “Un desarrollo sostenible y duradero sólo es posible con nosotras porque somos madres, esposas y tenemos un rol importante en la economía informal que es la que mantiene las familias, pero que no se reconoce. Todo ello me llevó al activismo y a fundar GREFFA en Gao, la primera organización feminista”.
No fue nada fácil. En una sociedad anclada en el pasado, donde entonces menos del 50% de las niñas van a la escuela, según datos de Unicef, no se dio precisamente la bienvenida a unas activistas, jóvenes y empoderadas, que hablaban de salud sexual y denunciaban algo tan anclado en su tradición como son los matrimonios infantiles. “Nos insultaban y criticaban, sobre todo los líderes religiosos, que tienen mucho poder, pero seguimos trabajando. El nivel de matrimonios infantiles es muy alto en Mali. El 70% de las pacientes que llegan a nuestros centros de atención con fístulas provienen de casos de matrimonios de niñas de 12, 13 o 14 años”, explica Touré. En 2019, Unicef denunciaba que en más de la mitad los matrimonios en Mali la esposa aún no es mayor de edad.
En 2012, con la invasión islamista, recuerda cómo todo empeoró. “Hubo que cambiar de estrategia. No podíamos hablar de determinados temas para no tener problemas y así proteger a las mujeres que trabajaban en GREFFA. Hubo muchas violaciones y secuestros. Pero ahora no sólo son los grupos islamistas, que están cerca, sino también los grupos de autodefensa armados que surgieron para hacerles frente y ahora replican su violencia. Las mujeres no pueden salir por miedo a ser atacadas porque son muy agresivos. En su día, el ejército maliense les dio armas y se sienten poderosos”, denuncia la activista maliense.
A la vez, los ataques a las aldeas cercanas por parte de los radicales continúan. En este pasado mes de agosto, fuentes locales informaban del ataque a tres localidades por grupos no identificados, que se creen vinculados a Al Qaeda y el Estado Islámico. Asesinaron a más de 50 personas, destruyeron las casas y se llevaron el ganado que es su fuente de subsistencia. Naciones Unidas envió tropas a la zona, pero ni siquiera se ha vuelto a informar sobre la situación.
No favorece tampoco el impacto que está teniendo el cambio climático en ese mundo del desierto, donde Touré cuenta que “un año tenemos lluvias exageradas y graves inundaciones que nos hacen perder las cosechas y al siguiente no llueve nada”, eventos que no llenan las portadas como lo que ocurre en Alemania o China, pero que genera allí “mucho hambre” y nutren las filas de los islamistas.
Así las cosas, sólo la ayuda internacional, nos dice, les permite hoy seguir adelante con la labor de GREFFA. Gracias a financiación de la UE (como la que se realiza con Alianza por la Solidaridad), ONU Mujeres o USAID de Estados Unidos, la asociación mantiene cuatro unidades de atención a las mujeres en cuatro áreas, donde se les ofrece apoyo psicosocial, atención médica, les dan formación y les proporcionan recursos para tener medios de vida. “En el contexto que tenemos, todo es muy complicado porque las autoridades están desbordadas con los problemas de seguridad y no se ocupan de temas sociales. Esa es nuestra función con las mujeres, y a la vez, trabajamos con las autoridades religiosas para sensibilizarlas del riesgo que supone para la salud de las mujeres casarlas siendo niñas”.
Fruto de todo este trabajo son las miles de niñas y mujeres que nos han apoyado en Gao. Reconoce que es su mayor satisfacción, pero también lo es el Premio Internacional Mujer de Coraje de 2014, que le fue otorgado por la entonces Primera Dama de los Estados Unidos de América, Michelle Obama. Fatimata Touré se había hecho famosa por su intenso trabajo para restaurar el acuerdo de paz y reconciliación entre el Gobierno de Mali y los independentistas del norte del país, firmado en Argel. Había organizado encuentros intercomunitarios por la paz, la reconciliación y el perdón y liderando una campaña a favor de la representatividad de las mujeres que tuvo su recompensa.
“Para Alianza por la Solidaridad es fundamental apoyar a asociaciones como GREFFA que empoderan a las mujeres en lugares como Mali donde la violencia se ceba en ellas y les destroza la vida. No podemos dejarlas solas y, además, hay que saber de ellas y su labor”, explican desde Alianza por la Solidaridad.