Estas tres películas ilustran a la perfección la relación engañosa entre Hollywood y la política
‘El irlandés’, ‘Le Mans 66’ y ‘Joker’, nominadas a los Oscar, sirven para descifrar los mensajes políticos que vehicula el cine estadounidense.
¿Te has preguntado alguna vez hasta qué punto los cineastas son libres en Hollywood? ¿Y en qué medida sus películas son todavía un instrumento privilegiado para transmitir los valores americanos? El ensayista y cinéfilo Claude Vaillancourt, militante antiglobalización y presidente de la organización Attac-Québec, se hizo estas preguntas en su obra Hollywood et la politique [Hollywood y la política], publicada en francés por la editorial Écosociété.
Los Ángeles se prepara para acoger este domingo, 9 de febrero, la 92º edición de los Oscar, la gran ceremonia del cine que será seguida por millones de cinéfilos en todo el mundo. Por este motivo, la edición francesa del HuffPost ha preguntado a Vaillancourt su opinión sobre tres de las obras que compiten en la categoría reina de Mm¡ejor película: Le Mans 66, El irlandés y Joker. Las tres ilustran a la perfección las categorías en las que se pueden clasificar las películas que abordan la política en su sentido más amplio, “desde la propaganda a veces sutil” hasta la “verdadera subversión”, pasando por la crítica “superficial e inofensiva”.
Porque si las películas que hablan directamente de política (y ponen en evidencia a presidentes estadounidenses, por ejemplo) ocupan un lugar muy grande en Hollywood, la “fábrica del consentimiento” pasa también por obras que tratan de sujetos sociales o de las relaciones entre dominantes y dominados, es decir, “lo que afecta al lugar del individuo en la sociedad”.
Para Claude Vaillancourt, el cine del statu quo define a “películas que no quebrantan nada, que nos hacen decir que Estados Unidos es un país maravilloso, que sus valores y sus decisiones políticas son buenos”. Estas películas llevan a pensar que el deber del ciudadano es aprobar este sistema y anteponen valores individualistas “donde la persona es importante, y la sociedad lo es menos”. Sin olvidar la transmisión del mito americano que dice que “toda persona criada en esta sociedad, con voluntad, puede lograrlo todo”.
En la gran mayoría de los casos, el cine americano se ajusta a esta categoría, y es el caso de Le Mans 66. El director James Mangold narra el combate que enfrentó a las escuderías Ford y Ferrari sobre el circuito de las 24 horas de Le Mans en 1966. “Es evidente que están colocando el producto de la marca Ford”, señala Vaillancourt, “y su victoria sobre una marca europea”.
Si bien Claude Vaillancourt admite que la película está “bien hecha, lograda y es seductora”, insiste en el mensaje vehiculado por esta obra. “En un momento en el que nos preguntamos cómo llevar a cabo una transición ecológica para combatir el calentamiento global, esta película pone en valor el uso del automóvil”, describe al HuffPost. Un propósito claramente en armonía con los valores estadounidenses y su política actual, “dirigidos por un notorio escéptico climático, Donald Trump, que defiende la industria del automóvil y del petróleo”.
Segunda categoría y segunda definición: el cine del cuestionamiento. “Son películas que dan la impresión de ser críticas, de cuestionar ciertos aspectos de la sociedad americana o de ciertas decisiones políticas, pero que siguen siendo superficiales”, abunda Claude Vaillancourt. Estas obras suelen apuntar a un problema puntual y no mayor, ligado a un individuo en particular; “y una vez que lo apartan del sistema, todo vuelve a ir bien”, describe el ensayista.
Entre los nueve filmes que compiten por el Oscar a Mejor película, El irlandés es el que mejor representa esta categoría. Con Robert de Niro, Al Pacino y Joe Pesci como héroes, Martin Scorsese firma una saga dentro del mundo de la mafia americana, marcada por el asesinato del sindicalista (real) Jimmy Hoffa. “Lo que más interesa al cineasta en El irlandés es la psicología del personaje más que su dimensión política”, analiza. “No nos dice en absoluto cómo un sindicalista pudo acercarse de ese modo a la mafia... una pregunta esencial para la cual no tenemos respuesta”.
Más allá del contenido de una película, conviene preguntarse sobre el potencial vínculo del realizador con una tendencia política. Si bien Scorsese es un habitual de las películas sobre la mafia, el crimen organizado y la corrupción, no es, sin embargo, un cineasta político. “En general, se interesa más por la psicología del personaje, por los excesos, la megalomanía, la locura. La dimensión política nunca está muy presente, salvo en Gangs of New York, donde aparece la noción de un combate entre ricos y pobres”, avanza el experto.
Aunque Netflix es la productora de esta película, Claude Vaillancourt prefiere no entrar a valorar esta cuestión “compleja y no necesariamente significativa” en sus investigaciones: “Hay grandes estudios que pueden producir películas bastante subversivas, y estudios independientes pueden hacer películas muy convencionales”.
La tercera categoría es el cine subversivo. Estas películas, más fáciles de reconocer, son “las que molestan y conllevan un juicio negativo sobre el sistema americano”. El ejemplo más paradigmático es el director Michael Moore, cita Claude Vaillancourt. Moore, a quien debemos Bowling for Columbine y Fahrenheit 9/11, tiene la costumbre de interesarse por el capitalismo y las desigualdades sociales, de cuestionar los mitos americanos.
Y esta clase es la que ilustra perfectamente la película Joker, de Todd Philipps. “Para mi gran sorpresa”, reconoce el autor, que no se esperaba “una carga tan fuerte” por parte de este largometraje concebido en pleno Hollywood: “En las películas de superhéroes y la mayoría del cine del statu quo, el Mal está ahí sin ningún motivo. Nos piden simplemente que admitamos que los personajes son malos porque sí”. Y prosigue: “Aquí, comprendemos que el individuo se convierte en potencialmente peligroso porque se le abandona y porque [el Estado] no aporta dinero suficiente para los desfavorecidos. Un seguimiento quizás habría impedido que ese psicópata se convirtiera en lo que se convirtió”.
Pero el lado subversivo de la película protagonizada por Joaquin Phoenix no acaba ahí. Claude Vaillancourt señala también el hecho de que las primeras víctimas del Joker en la escena del metro son jóvenes corredores de bolsa, “los grandes responsables de las desigualdades sociales”. “Más que sufrir las reprobaciones del público, el Joker es alentado, en ese sentido. Criticar con tanta fuerza el sistema financiero, núcleo del sistema americano, es muy significativo”, concluye el ensayista.
Si bien crece la parte del entretenimiento en el cine hollywoodiense, según Claude Vaillancourt, los cinéfilos pueden mantener el optimismo: “Los cineastas son personas bastante difíciles de controlar, tienen ideas, quieren expresar y encuentran los medios para hacerlo. Va a seguir habiendo películas subversivas, ya que Hollywood cree en la libertad de expresión”.
Aunque todas las películas no tienen vocación de ser políticas, evidentemente, esta clasificación imaginada por Claude Vaillancourt pretende dar las claves para interpretar las películas y sus mensajes políticos. “Los espectadores pueden no pensar en ello, sólo ver un puro divertimento, dejarse atrapar por la historia y sus giros sin profundizar en los detalles de la trama política [...]. No obstante, siempre llega a transmitirse un cierto mensaje, ideas que se cuelan con delicadeza, quizás prejuicios o, al contrario, una apertura de mente, opiniones que llegamos a formular sin conocer la fuente”, advierte en su obra.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Francia y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano