“Estamos aquí para honrar la memoria de Francisco Franco”
Alrededor de 100 personas acuden a la misa para recordar al dictador.
La cruz ha sido este viernes 20-N el pretexto para honrar la memoria del dictador Francisco Franco en la Parroquia de los Doce Apóstoles de Madrid, en pleno barrio de Salamanca. Alrededor de 100 personas han acudido a la llamada de la Fundación que lleva el nombre del tirano que, según el párroco que ha oficiado la misa, puso a la Iglesia “por encima de todo”, porque fue un “buen hermano”.
Han pasado 45 años desde que la voz quebrada de Carlos Arias Navarro, entonces presidente del Gobierno, anunciara la muerte del Franco. Este viernes, las voces quebradas han sido de los nostálgicos de un país gris en el siglo XXI. Los asistentes han guardado el decoro que reverencian a Cristo al entrar y han sido discretos a la hora de lucir la sacrosanta rojigualda. Mascarillas, corbatas, brazaletes, pines, medallas, pulseras de reloj y patillas de gafas han sido los lugares reservados para los colores de la bandera de España.
La parroquia no se ha andado con paños calientes. La misa ha sido por y para Franco. Los cánticos, ruegos y rezos han ido dirigidos a un tirano que gobernó España con mano de hierro. Por eso, para que quedara claro, han repartido tarjetas con la foto del dictador y un fragmento de un discurso que dio en el fin de año de 1969. “Imploro el pensamiento del Altísimo para todos los españoles [...] Mientras Dios me dé vida, estaré con vosotros”. Ya muerto, sus acólitos no tienen más remedio que encontrarse con él en la Iglesia.
Cuando ha llegado el momento de comulgar, tres generaciones han compartido camino. La mayoría superaba los 50 años. Pero también se han acercado jóvenes. La fe y la política suele heredarase, transmitirse de generación en generación. Algo que el propio párroco ha ensalzado, porque esa transmisión intrafamiliar es un cordón que ata a la Iglesia con las generaciones nacidas y criadas al calor de una democracia que Franco nunca quiso.
“Estamos aquí para honrar la memoria de Francisco Franco”, ha arrancado el cura. Las cabezas, agachadas, han asentido. Después ha llegado el momento de santiguarse.
- “Que el señor esté contigo”.
- “Y con tu espíritu”.
Quién sabe en qué señor habrán pensado. A Dios no le ha visto nadie la cara. Pero la de Franco la tenían todos, tarjeta en mano.