El testimonio de una enfermera de Madrid: "Entre nosotros la duda no es si nos contagiaremos, sino cuándo lo haremos"
Una especialista en atención primaria denuncia las condiciones de trabajo y la falta de equipos de protección para atender a los pacientes en plena pandemia.
La voz de Elena es la de millares de compañeros en todo Madrid. Una enfermera que lucha contra el coronavirus con “batas impermeables y algunos apaños más”. Cada día se enfrenta con los medios justos al miedo del contagio por pacientes con todos los síntomas, “pero tienes que arriesgarte”, confiesa. “Es nuestro trabajo”.
A sus 25 años, Elena es Enfermera Interna Residente (EIR) en la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria, que aprobó tras terminar la carrera y cuyo último año de residencia comenzará en breve. Después no sabe qué será de ella. “Cuando acabe estaré como cuando terminé la carrera, pero con un título más. El objetivo es que luego se nos contrate en puestos específicos, pero en verdad no se está haciendo. En sanidad pública no hay bolsa de trabajo apenas para especialidades de enfermería, como mucho bajas temporales”.
En esas condiciones de incertidumbre le toca hacer ‘doblete’. Trabaja en un centro médico del norte de Madrid en atención primaria y en ocasiones hace guardias en las urgencias del Hospital de La Paz, de hasta 12 horas. Mucha carga y “cero” reconocimiento: “Nuestro contrato es de residente y el salario es más o menos la mitad de un enfermero generalista cuando hacemos el 100% de su jornada y las mismas funciones, solo que limitados en accesos y permisos porque legalmente debemos trabajar bajo supervisión”.
“Como ni somos alumnos ni somos titulares de una plaza la gente no sabe qué podemos hacer y nos sentimos incómodos”, añade, una situación que se ha agravado en plena pandemia. “Con el coronavirus la carga de trabajo nos obliga a asumir funciones de titular de plaza. Sé que algunas comunidades están haciendo esfuerzos por mejorar nuestras condiciones, pero en Madrid, donde peor estamos, seguimos precarizados. Me conformo con que nos paguen lo mínimo del contrato y que nos reconozcan nuestras especialidades, la labor de la enfermería”.
En su puesto el contacto con los pacientes es directo. Un foco de contagio para el que admite no estar suficientemente formada ni equipada. “En mi especialidad no nos han formado en cómo ponernos los equipos de protección individual (EPIs). Y por ejemplo, en mi ultima guardia acabé en la zona de los casos sospechosos, ayudando a preparar y a llevar el material médico”. Sin embargo, no solo falta preparación técnica, matiza. “Que no cuenten que hay EPIs para todos, porque no los hay. Los trabajadores tenemos que llevar batas impermeables y funcionamos con apaños en muchas ocasiones”.
Elena transmite un mensaje que se ha convertido en un ‘lema’ en su rama: “Entre los sanitarios la incertidumbre no es si nos vamos a contagiar, sino cuándo lo haremos. Y el problema ya no es pasarlo nosotros, sino el riesgo de contagiarlo”. La última cifra ofrecida por Sanidad es bastante explicativa: 12.298 sanitarios han dado positivo a fecha de este lunes. Estos son los casos oficiales, porque denuncia la falta de tests para identificar con precisión los posibles contagios.
“A mí no me han hecho las pruebas y he estado en contacto con pacientes con todos los síntomas”. Todo viene, explica, porque “en Madrid se optó por no hacer pruebas y directamente se considera positivo a quien presente síntomas, pero este virus está mutando y ahora ofrece una sintomatología diferente, por ejemplo la diarrea, que no era un elemento original”. ¿Qué hacemos, entonces? ¿Cuándo hacemos los tests? Sé que a algunos sanitarios les han hecho pruebas y a otros no; no hay un criterio uniforme”.
El riesgo de su puesto no se limita al centro médico o al hospital, sino que ella, como sus compañeros, acostumbra a hacer atenciones en domicilios. “En nuestras visitas a pacientes incapaces de desplazarse nos encontramos personas que no dan importancia a sus síntomas y tienen diarrea, tos... Tú, enfrente, apenas vas con unos guantes y una mascarilla quirúrgica. Ya está. Pero tienes que arriesgarte, es nuestro trabajo”.
Durante la conversación salen términos como “reconocimiento”, “heroísmo” o el ya viral “aplauso sanitario” que cada tarde a las 20:00 puebla los balcones de toda España. Un gesto “precioso” que se antoja escaso, a opinión de muchos. También de ella. “Soy la primera que se emociona con los aplausos, estoy muy agradecida, pero ya vale de compadecerse de los sanitarios y vamos a luchar por defender esto. ¿Qué va a pasar cuando la pandemia pase? ¿Quién nos va a defender?”.
Estos días Elena vive pendiente de su móvil. En cualquier momento le puede llegar un mensaje: “Te vas a IFEMA”. Allí se ha construido un hospital en tiempo récord para pacientes con sintomatología leve. Una idea “estupenda” que tiene sus riesgos, señala, porque “se han llevado muchos profesionales de atención primaria de tantos centros médicos y si desmantelan la primaria a ver cómo lo arreglan”.
En esa línea, el Colegio de Médicos de Madrid ha lanzado un comunicado contundente: es un error derivar todos estos profesionales a IFEMA. “Es que la atención primaria se necesita por mucho que haya una pandemia”, prosigue la joven enfermera. Aquí se atienden pacientes con diabetes, ancianos con problemas de circulación, las curas de muchas personas...
Cambia el tono para hacer un análisis grave: “Sigue habiendo otras enfermedades y la gente no está viniendo al centro de salud. Nos vamos a llevar muchos, muchos sustos. Entiendo el miedo al virus, pero hay más problemas que deben vigilarse”. “El otro día vino una mujer que llevaba con dolor de pecho 12 horas y no quería venir por si se contagiaba. Si hubiera sido algo más grave, no llega. Es verdad que no es tiempo de ir al ambulatorio a tomarse la tensión o porque te duele la espalda un poco, pero ante casos importantes todos tenemos nuestros coches y nuestras piernas para ir al médico, que sí se puede”.
“Estoy harta de oír que “en atención primaria es donde se jubila la gente”. Aquí se pueden hacer muchas cosas”, prosigue visiblemente contrariada en su defensa del sector. “Están surgiendo iniciativas en los hospitales para buscar voluntarios que hagan seguimiento telefónico de pacientes con coronavirus, pero es que esto es lo que ya se hace en mi especialidad. En todo Madrid se llama a alrededor de 50.000 pacientes cada día o dos días. Es una responsabilidad muy grande analizar los casos por teléfono y en ocasiones también se nos mueren personas porque no nos da tiempo a llegar a las casas”.
Pero aclara que el protocolo de seguimiento telefónico va más allá de la ‘simple’ valoración médica; “se juega un papel de acompañamiento social”. “Mucha gente con síntomas vive sola y por lo menos encuentra que alguien se ocupa de saber cómo están, de vigilar su evolución y eso le da cierta tranquilidad”.
La cuestión psicológica es algo que preocupa a Elena y a muchos de sus compañeros. No vacila en su última reflexión: “Como sociedad nos recuperaremos del virus, pero muchos van a salir de la pandemia con una crisis de salud mental”.