La batalla ‘indepe’
ERC y Junts evitan el cainita cuerpo a cuerpo pero libran una dura guerra para ser la primera fuerza soberanista .
“Esta legislatura ya no tiene más recorrido político y llega a su final. Hemos constatado que los dos socios del Govern encaramos el camino a la independencia de formas distintas”. Quim Torra despejaba, a su manera, el camino a las urnas en Cataluña a finales de enero del año pasado. Pero nadie veía lo que iba a pasar al poco tiempo: una pandemia mundial, confinamientos, la inhabilitación del propio president por el caso de los lazos, un Parlament decadente incapaz de encontrar un sustituto…
Las elecciones en Cataluña nunca defraudan en emociones y en giros de 180 grados. E incluso hasta la Justicia ha tenido que suspender el aplazamiento de última hora y obligar a la Generalitat a celebrar los comicios este 14-F. Unas elecciones, en plena tercera ola, que no tienen nada que ver con las que se celebraron en diciembre de 2017, convocadas en virtud del artículo 155 y tras unos convulsos meses, con declaración unilateral de independencia incluida.
El independentismo vio cómo por primera vez un partido no nacionalista, Cs, ganaba, pero consiguieron salvar los muebles y sumar mayoría absoluta en el Parlament, que provocó un Govern con Junts y ERC. Dos socios que no han sabido convivir, que no se han soportado. Todo estaba listo para que esa cita fuera una batalla cruenta entre estas dos fuerzas… hasta que llegó Salvador Illa (PSC). Ante el temor a que el ex ministro de Sanidad sea el más votado, los independentistas han encontrado a su diana favorita y evitan así entrar en un cuerpo a cuerpo entre ellos.
ERC parte en los sondeos como la favorita y el partido independentista con más posibilidades, pero en otras ocasiones se desvaneció ese sueño demoscópico luego en las urnas ante la antigua Convergència. Como recuerdan fuentes de Junts, en las elecciones de hace tres años lograron superar, a pesar de los sondeos, a Esquerra. En esta candidatura, liderada por Laura Borràs, creen que eso volverá a suceder dentro de dos domingos.
Y es que en este tiempo además se ha dado la vuelta a la tortilla políticamente. El antiguo mundo convergente se ha convertido en el brazo duro del independentismo, en el partido más cañero contra el Estado, en tanto que ERC ahora tiene un estilo más pragmático, con apoyos al Gobierno central en el Congreso (aunque estos días intenta disimularlo en la Cámara Baja, como pasó con la votación de los fondos europeos).
Las encuestas dan un resultado muy ajustado entre ERC, Junts y el PSC en la noche electoral. La del CIS hace esta foto: PSC (23,9%), ERC (20,6%) y Junts (12,5%). En cambio, el CEO de la Generalitat pronostica: ERC (22%), Junts (20,7%) y PSC (19,6%). A pesar del llamado efecto Illa, en los sondeos el independentismo sigue sumando la mayoría absoluta y podría mantener el Govern.
Ahí es donde surge una de las dudas: ¿sería capaz Esquerra de dejar de lado a Junts e intentar un tripartito con los socialistas y En Comú Podem? Desde ERC lo niegan, al igual que los socialistas. Pero es uno de los argumentos que está desplegando Borràs estos días para captar votos soberanistas: sólo los sufragios a ella garantizan que el rupturismo siga instalado en el Palau.
Borràs se presenta como una líder sin apenas mochila política, dispuesta a pelear de verdad por la independencia, con aires de soñadora, buscando la mística del nuevo país. En cambio, Aragonès (ERC) tiene un perfil más sobrio, tecnócrata, tranquilo, incluso con tintes de la antigua CDC. No es un político de los que levante pasiones, pero también quiere así conquistar a amplias capas de la sociedad.
Además, para ese efecto tienen en ERC al recién salido Oriol Junqueras, en tercer grado, de la cárcel, que se presenta como uno de los ‘padres’ de la nación catalana. El hombre que se quedó y dio la cara ante la Justicia, frente a un Carles Puigdemont, fugado en Waterloo y que hace campaña virtual desde Bélgica. El primero habla de un giro más posibilista, mientras que el segundo sigue en esa vía rupturista. De hecho, Junts ha prometido activar la declaración de independencia si el soberanismo logra superar el 50% de los votos en estas elecciones.
Ese mundo posconvergente vive azuzado por confluencias disgregadas. Al no estar de acuerdo con Puigdemont, el PDeCAT se presenta en solitario, con Àngels Chacón como ‘número uno’. Su objetivo es entrar en el Parlament, y su principal padrino en las sombras es Artur Mas. Además, concure el nuevo partido del PNC, con Marta Pascal a la cabeza, y que busca el voto del independentismo moderado, aunque las encuestas le vaticinan un futuro negro.
“ERC debería ganar, con el mundo de Junts dividido, cojeando, sin efecto Puigdemont. Era el momento de Esquerra para ganar, pero lo están haciendo fatal. Aragonès no despierta ningún tipo de ilusión, no genera nada”, describe sus sensaciones un parlamentario de Junts. Al hilo advierte: “Está todo muy mezclado. El problema de base es que lo que defendía Convergéncia hace quince años se parece más ahora a lo que defiende ERC y el antiguo votante de CiU está ahora como perdido. Y los que votaban a ERC de toda la vida les parece ahora demasiado moderado su discurso. Incluso hay un votante independentista, pero moderado y tranquilo, que se ilusiona con Illa. Es un lío, calibrar cosas es imposible”.
En todo este cóctel no puede faltar la fuerza más radical: la CUP. A pesar de haber bajado en las anteriores elecciones a cuatro escaños, esta candidatura aspira, y lo reflejan las encuestas, a una subida tres años después. Con esa misión han colocado a Dolors Sabater, la polémica ex alcaldesa de Badalona. La candidata ya ha avisado de que no apoyarán investiduras si se sigue la línea actual y no se apuesta más decididamente por la independencia: “Si se vuelve a plantear un Govern como el de ahora, para hacer lo mismo, claro que no”. Para esta formación, se ha “desperdiciado” el espíritu del 1-O.
El independentismo libra su propia batalla. Todo puede pasar.