El presidente de Malí dimite tras un golpe de estado
Un grupo de militares, cansados por sus escasas pagas y por el aumento del poder yihadista, ha detenido a la cúpula del país
El presidente maliense Ibrahim Boubacar Keita, en el poder desde 2013, ha presentado su dimisión y la de todo el Gobierno en una declaración transmitida la pasada noche por la televisión nacional, tras haber sido depuesto por un golpe militar horas antes.
“No deseo que se derrame más sangre por mantenerme en el poder”, dijo Keita, que fue presentado en la ORTM1 (televisión oficial) como “presidente saliente”.
IBK, como se le conoce popularmente, dio a entender que su renuncia se hacía forzado por los militares participantes en el golpe de estado: ”¿Tengo acaso otra opción?”, se preguntó, tras recordar que “ciertos elementos de las fuerzas armadas han concluido que esto debía terminar mediante su intervención”. Sus palabras llegaron después de que un grupo de soldados lo detuviera, junto al primer ministro, Boubou Cissé, y otros altos funcionarios. Se encontraban en el campamento militar Kati, cerca de la capital, Bamako.
Por el momento, los golpistas no han emitido ninguna declaración de intenciones ni comunicado alguno para explicar cuáles son sus objetivos.
Tampoco han designado hasta el momento a un líder que asuma la jefatura del estado en este momento crítico, aunque se espera que lo hagan en las próximas horas.
En la transmisión, el depuesto presidente recalcó que no quiere que se derrame sangre por su permanencia en el poder.
El motín y los arrestos del martes han provocado la condena internacional.
¿Qué ha pasado?
Las tropas golpistas están molestas por el pago que reciben y por el conflicto continuo con los yihadistas, además de sentir un descontento general, propio del común de los ciudadanos, por la precaria gestión del mandatario y su equipo.
Los cabecillas, informa la BBC, son el coronel Malick Diaw, subdirector del campo de Kati, y otro comandante, el general Sadio Camara. Después de tomar el campamento, a unos 15 kilómetros de Bamako, los sublevados marcharon hacia la capital, donde fueron vitoreados por multitud de malienses.
Por la tarde, los soldados irrumpieron en la residencia oficial y arrestaron al presidente y a su primer ministro, que estaba allí trabajando. El hijo del presidente, el presidente de la Asamblea Nacional, los ministros de Relaciones Exteriores y de Finanzas se encontraban entre los otros funcionarios detenidos, según reportes locales.
Aún no se sabe cuántos militares han participado en este golpe, si es mayoritario en las fuerzas armadas y el sustento que puede llegar a tener entre la población. De momento, este miércoles han prometido que no quieren hacerse con el poder sino hacer gobernable el país, con una transición que permita celebrar elecciones en un plazo razonable. Han decretado el cierre de fronteras y el toque de queda para controlar a la población.
Precedentes en 2012
El campamento de Kati también fue el foco de un motín organizado en 2012 por soldados enfadados por la incapacidad de sus superiores para impedir a los yihadistas y rebeldes tuareg tomar el control del norte de Malí. Los islamistas violentos se aprovecharon de ese caos para apoderarse del territorio y así siguen, dominando importantes zonas y, desde el norte, atemorizando a toda la nación.
Ibrahim Boubacar Keïta ganó un segundo mandato en las elecciones de 2018, pero existe un enojo generalizado por la corrupción, la mala gestión de la economía y el empeoramiento de la situación de seguridad a causa del aumento de la violencia yihadista y comunitaria.
Llevamos meses con manifestaciones en las que se reclamaba su dimisión, aunque nada tan contundente como el golpe de ayer.
La condena
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha reclamado de inmediato la “liberación incondicional” de los líderes del país y el “restablecimiento inmediato del orden constitucional”. El Consejo de Seguridad de la ONU celebrará una reunión de emergencia justo hoy, a petición de Francia y Níger, para analizar la situación.
Malí, excolonia de Francia, es una base clave para las tropas del país europeo que luchan contra los insurgentes islamistas en la región del Sahel. La oficina del presidente francés, Emmanuel Macron, “condenó el intento de motín en curso” y su ministro de Relaciones Exteriores, Jean Yves Le Drian, instó a los soldados a regresar a los cuarteles.
España también ha sufrido el zarpado yihadista en la zona: en 2019 hubo un atentado contra la base militar que es sede de la misión europea en el país y en la que estaban destinados unos 300 militares españoles.