El mito de la 'smart-city' en la realidad del 'tardo-desarrollismo'
Nuestra época se caracteriza por la aceleración vertiginosa de los procesos y la sucesión indiscriminada de los acontecimientos. La posverdad acontece como un episodio ensimismado de la manipulación; la retórica de la mentira se enseñorea de los espacios de comunicación con falsedades, medias verdades y bulos. Numerosas versiones de las palabras inglesas sirven parar explicar y confundir a la vez la capacidad del sistema social de convertir en lingüístico lo que son conflictos de la nueva era del capitalismo; quizá de sus epígonos tal como lo conocemos.
El término sostenibilidad, - denostado y descalificado tanto como difundido y tergiversado - es el ejemplo más reconocido o abusado; su utilización como calificativo, "ciudad sostenible", "turismo sostenible", etc., suele ser tan pervertido como prematuramente desgastado. A punto de encontrarse en el vertedero de los términos obsoletos se acerca con rapidez también el mito de la "ciudad inteligente", desarrollista en el fondo, pero lleno de connotaciones seductoras, positivas, tecnológicas, innovadoras e incluso adyacentes a la sostenibilidad general como principio.
No conviene engañarse mucho, porque la inteligencia no depende de las soluciones técnicas sino de los métodos, las estrategias y las prioridades sociales, así como de las decisiones siempre falibles de los líderes políticos y económicos de cada etapa. Si la crisis de 2008 fue una gran hecatombe del sistema, su etapa de salida nos muestra un horizonte completamente distinto: el capitalismo de casino se ha fundido con el capitalismo de saqueo y la destrucción de comunidades, fronteras y hábitats, de la que se ha hecho tan lúcida portavoz la socióloga Saskia Sassen, en Expulsiones (Sassen 2014), coincide con una renovada energía del capital financiero y los especuladores patriarcales, como George Soros, y políticos como Donald Trump, que redoblan sus esfuerzos por la destrucción creativa y la acumulación del máximo capital social, financiero y ecológico del que puedan apropiarse.
Pero no sólo eso: estos personajes se propagan y se están apropiando del lenguaje, del capital lingüístico y de los operadores fundamentales de la comunicación para extender, sobre la gran idea de que el neoliberalismo es la única solución posible, el "mantra" tan repetido de que las soluciones inteligentes no son sino la única salida de ciudades y países.
De esta forma tan brutal como descarada, asistimos a la recreación de la "smart city" y de los modelos agotados de crecimiento liberal disfrazado, como nos cuenta Manuel Delgado[1], acerca de Barcelona (Delgado 2017), por citar un caso de referencia mundial. El modelo Barcelona hace aguas porque empieza a saberse todo lo que nos hemos creído sobre su excelencia, a base de ser repetido, ensalzado y movido por los grandes operadores financieros y turísticos. Estos empiezan a converger globalmente, después de haber acertado a unificarse en lo que, con mucho acierto, se ha llamado el capitalismo cultural.
La fusión del capitalismo financiero con el cultural es un hecho. Mientras menospreciamos las humanidades, los grandes grupos capitalistas las confeccionan en trajes a medida, para subvertir a toda prisa el lenguaje del común y convencer a los pueblos de que no existen alternativas al tardo-desarrollismo del capital mundial, no sólo establece las reglas, sino que se las queda, se las inventa; se apropia de símbolos e intangibles; dicta lo que es cultura, destino e inteligencia y después se aprovecha hasta el tope, sin más, de toda la siembra de manipulaciones y beneficios exclusivos a los que le lleva su propia lógica implacable de mercado pos-fordista, tecnológico, o comoquiera que se le denomine.
Porque la inteligencia que se propugna es la de carácter contable: cómo racionalizar beneficios sin industria, turismo o comercio tradicionales. Cómo priorizar el saqueo rápido sin regulación y sin cargas fiscales. Cómo destruir para especular deprisa y sin miramientos el patrimonio monumental y urbano, poniéndolo sin límites en producción y consumo al servicio incondicional del dios del turismo y de sus nuevas plusvalías en la concentración de fondos de inversión.
Devoramos ciudades, países, territorios y comunidades, - que ya no son sólo las primigenias de los pueblos indígenas de los sucesivos colonialismos -, sino que ahora son las colonizaciones sucesivas de lenguaje primero, de proyectos después y luego de apropiaciones sin reglas.
Cuando alguien nos recuerda la necesidad de un retorno a los principios de un modelo de decrecimiento[2] (Carlos Taibo, 2009, 2017), nos advierte también del nuevo totalitarismo que, como todos, se está construyendo ante nuestros ojos con los mismos sistemas de tergiversación propaganda y manipulación exacerbada de siempre. El poder ahora se impone por métodos militares, como siempre, pero va precedido de campañas de alfabetización en la posverdad, las noticias falsas y las copias y réplicas deformadas. Son esas falacias, las que hacen crecer los mitos necesarios y dotarlos de fondos para que las grandes decisiones se tomen de la forma "inteligente" que interesa a las grandes corporaciones financieras, cada vez más concentradas en una pocas manos que juegan en bolsa.
Ya no se juega a los dados, sino que, de forma científica, los algoritmos se aplican a las cifras y el lenguaje que permitan la mayor extracción de rentas, con la máxima conformidad posible de los directamente expoliados. La ciudad informal de Europa y occidente se va pareciendo a la de los pueblos más pobres en huecos, vacíos, terrenos a medio habitar y negocios a medio concluir. No hay que engañarse: las estrategias del capital son apurar hasta el fondo los márgenes de este ciclo, intentando que parezca inevitable lo que no es sino una fórmula nueva de excavación de los mecanismos de reparto, de socavamiento de las libertades civiles, métodos que degraden la confianza en que una ciudad democrática, - sostenible en derechos y responsabilidades ambientales -, no solo es la más justa, sino sobre todo, necesaria y posible.
[1] Delgado, Manuel. "La ciudad mentirosa. Fraude y miseria del "Modelo Barcelona". Catarata. 2007. Tercera Edición 2017.
[2] TAIBO, Carlos. "En defensa del decrecimiento. Sobre capitalismo, crisis y barbarie". Catarata 2009. Sexta edición 2017.