El milagro de Madrid no existe
La mejora en los datos de covid se debe a una compleja mezcla de factores. Los expertos citan la actitud de la población y el rápido diagnóstico con test de antígenos.
Los datos de coronavirus en la Comunidad de Madrid han mejorado, y en eso están de acuerdo todos los expertos. Con 324 casos por 100.000 habitantes a 14 días, Madrid está por debajo de la tasa de incidencia media en España, que ronda los 465. Hace apenas dos meses la región registraba 780 contagios por cada 100.000 habitantes, cuando la media española no llegaba a 290.
Hay quien habla ya del ‘milagro’ de Isabel Díaz Ayuso, pero ahí los especialistas no ceden: ni es momento de “lanzar campanas al vuelo” —el ministro de Sanidad marcó como objetivo bajar la incidencia a 50 casos por 100.000— ni hay una única causa en la mejora de los datos. Y, de haberla, no habría que buscarla en los confinamientos selectivos ni en los cribados ‘masivos’ por zonas que ha aplicado el Gobierno regional.
Sí ha podido influir en la tendencia el uso de los test de antígenos, como apunta la prensa alemana, pero esta afirmación también tiene matices. ¿Han contribuido a desatascar el colapso en la realización de pruebas y agilizado el diagnóstico? Sí. Pero la incidencia venía bajando desde antes de que estos se usaran, de ahí que los expertos citen la conducta de la población, e incluso su inmunidad, entre los principales motivos que han propiciado esta caída.
“Los test de antígenos por sí mismos no contribuyen a nada”, explica Ildefonso Hernández, catedrático de Salud Pública en la Universidad Miguel Hernández y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS). “En el caso de Madrid, les puede haber ayudado a manejar los servicios de salud, porque en un momento dado estaban desbordados con las PCR, y utilizar los test de antígenos en personas sintomáticas va bien para tener un resultado rápido, de eso no hay duda”, afirma.
Javier Padilla, que trabaja como médico de atención primaria en Madrid, recibió el 5 de octubre un correo electrónico en el que le notificaban que su centro de salud iba a empezar a realizar test de antígenos. La noticia fue un “avance maravilloso a nivel clínico”: podrían hacer pruebas fiables, mucho más rápidas y baratas, y sin embargo a Padilla le cuesta encontrar en esto la clave del ‘milagro’.
“Dudo que nadie sepa por qué ha bajado la incidencia”, confiesa. “Los test rápidos de antígenos se empezaron a usar para cribados generalizados en algunos barrios en la última semana de septiembre, en torno al 28 o 30, y a atención primaria llegaron el 5 de octubre. Sin embargo, la bajada de incidencia la vemos desde antes”, cuenta.
Esa disminución de los contagios coincide exactamente con la aplicación de confinamientos perimetrales a partir del 21 de septiembre en 37 zonas básicas de salud de la comunidad, pero es imposible que una medida sea eficaz al instante, ya que se necesitan entre 10 y 14 días para valorar sus efectos. “El punto de inflexión en la bajada de velocidad de crecimiento viene de antes”, insiste Padilla.
Con él coincide Ildefonso Hernández: “La disminución de la transmisión había empezado antes del 21 de septiembre”. Por eso el epidemiólogo ve “más verosímil” que, “dado que Madrid estaba en el foco de todos los medios de comunicación, la gente cambió sus conductas”. “Y no queda más remedio que se haya hecho de forma espontánea”, apostilla. “Seguramente las medidas restrictivas contribuyeron luego a mantener la bajada, pero no han podido ser la causa porque la caída ya había comenzado”, recuerda.
Las dudas sobre la efectividad de los confinamientos perimetrales se acrecientan si se tiene en cuenta que la población podía seguir desplazándose para ir a trabajar. “Estas restricciones tienen sentido si evitan que la gente se desplace, pero, por poner un ejemplo, el 87% de la población de Puente de Vallecas [uno de los barrios que fue confinado] trabaja fuera de Puente de Vallecas, así que en ese caso su efectividad es muy limitada”, sostiene Padilla.
En esa misma línea se expresa Ildefonso Hernández. “De poco sirve que alguien no pueda desplazarse para ir a un bar cuando sí puede trabajar fuera y luego quedarse en el bar de su barrio”, ilustra el epidemiólogo, que también duda del control que se pudo llevar a cabo del cumplimiento de estas medidas. “Si ya es difícil cerrar perimetralmente las comunidades autónomas, ¿cómo se cierra una calle?”, plantea.
Tampoco los cribados masivos en las zonas con más incidencia han sido la panacea. Del millón de test de antígenos que planeaba hacer la Comunidad de Madrid, se han llevado a cabo aproximadamente 320.000, de los cuales han dado positivo menos de 1.500 en casi dos meses.
Antes de los confinamientos perimetrales y de los cribados por zonas, la Comunidad de Madrid había limitado a 10 personas las reuniones y se habían cerrado los locales de ocio nocturno. Pero Padilla tampoco cree que “eso valga para doblegar la curva”. Sí considera importante, en cambio, tener en cuenta el “factor inmunidad”.
“Según el estudio de seroprevalencia del Ministerio, un 11% de la población madrileña tiene anticuerpos desde la primera ola. Si consideramos que entre un 11% y un 15% de las personas no generan anticuerpos aunque sí están protegidas, quizás nos estaríamos yendo a un 13% de la población con inmunidad. Si se le suma el porcentaje de gente que se ha contagiado en esta segunda ola, a lo mejor podemos hablar de que un 15% o 16% de la población de Madrid ha pasado la enfermedad”, señala. “Muy probablemente, esa protección de grupo haya jugado algún papel”, opina el médico.
Como Ildefonso Hernández, Javier Padilla también ve “muy probable que hubiera una contención por parte de la población”, y cita el ejemplo del barrio de Vallecas. “En un mes con una incidencia superior a 1.500 casos por 100.000 habitantes, como la que hubo en algunas zonas de Vallecas, significa que el 3% de la población fue diagnosticada de covid”, explica. “Eso quiere decir que la mayoría de la gente tendría un caso de contagio cercano, con lo cual es más probable que se autoconfinaran”, apunta Padilla.
Todo esto no quita que la Comunidad de Madrid haya logrado grandes avances con el uso clínico de los test de antígenos. Con diferencia, es la comunidad autónoma que más realiza (131.681 en la última semana, según datos de Sanidad), triplicando la cifra de PCR que ha llevado a cabo en las mismas fechas (56.504) y la cantidad de test de antígenos que ha utilizado en esta semana Cataluña (56.326), la segunda comunidad que más los emplea.
En general, los expertos celebran su uso. “Los test de antígenos son muy buenos para el diagnóstico de la enfermedad y para monitorizar de forma rápida”, afirma David Bernardo, inmunólogo del Instituto de Biología y Genética Molecular.
“Son rápidos, porque tienen el resultado en 15 minutos, fiables y baratos, con un precio en torno a los 4 euros”, explica. Aunque hasta ahora se había puesto en duda su fiabilidad frente a la PCR, Bernardo asegura que se trata de “diferencias mínimas”. “Su sensibilidad y especificidad están muy ligeramente por debajo de las de la PCR, con lo cual a efectos prácticos se consideran similares”, señala.
No es que los test de antígenos no detecten a asintomáticos, como se dijo en algún momento, aclara el experto, pero sí “necesitan más cantidad de virus que una PCR para detectar un positivo”. Bernardo está convencido de que este hándicap se compensa por el resto de ventajas que ofrecen estos test.
Y, sin embargo, los expertos consultados rebajan el entusiasmo inicial. “Madrid tiene todavía una tasa de incidencia alta; lo que pasa es que con la evolución de la pandemia en otras comunidades, sus datos parecen favorables”, sostiene Ildefonso Hernández. “En cambio si la comparas con otras regiones como la Comunidad Valenciana, donde incluso la tasa ha estado subiendo estos días [tiene 295 casos por 100.000 habitantes], Madrid sale perdiendo”, incide.
El epidemiólogo destaca los datos buenos de Madrid en bajada de casos y de ingresos hospitalarios —a finales de septiembre había 3.200 personas ingresadas con covid en la región; ahora hay 2.000—, pero la comunidad sigue teniendo como asignatura pendiente la ocupación en UCI.
“Desde que las UCI llegaron a su pico máximo hace dos meses, sólo ha bajado un 20% su ocupación, y esto quiere decir que realmente estamos en unas condiciones muy precarias para volver a afrontar una subida”, apunta Javier Padilla. “Sí que es cierto que ha bajado bastante la incidencia de casos, pero todavía no se puede decir que la situación en UCI sea halagüeña”, advierte.
Según datos del Ministerio de Sanidad, el 22 de septiembre la Comunidad de Madrid tenía un 38% de todas sus camas de cuidados intensivos ocupadas por pacientes covid; actualmente tiene un 32,5%, es decir, sigue en riesgo máximo.
De acuerdo con la guía de Sanidad, una región se sitúa en el nivel más elevado de alerta si supera los 250 casos por 100.000 habitantes a 14 días y tiene más del 25% de sus camas de UCI ocupadas por pacientes covid, dos umbrales que Madrid cumple con holgura.
Por eso los expertos piden prudencia. “Hay que tener cuidado con hacer valoraciones muy soberbias, porque la pandemia es una cura de humildad continuada”, concluye Hernández.