El deterioro económico ha acabado con el optimismo
Vienen curvas...
La desaceleración económica se intensifica en España, y así lo registran los principales indicadores macroeconómicos, que, ante la incertidumbre global, sumado a un entorno de paralización política y nuevos comicios, se muestran en clara tendencia negativa.
Hace unos días nos hacíamos eco de las últimas revisiones que hacía la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE). Unas revisiones, a la baja, que mostraban el fuerte descenso, en contraste con años anteriores, del PIB mundial. Un decremento precedido de unas tensiones y un deterioro en el balance de riesgos que amenaza muy seriamente la economía global, y con ello, las economías de los distintos países que la integran.
Como conocíamos, según la OCDE, la tasa de crecimiento se sitúa en el 2,9%, lejos de los crecimientos que, a principios de año, se esperaban. Durante el ejercicio pasado estábamos cosechando tasas de crecimiento en el PIB Mundial superiores al 4%. De tal forma que, de acuerdo con las series históricas, la actual representa la peor tasa de crecimiento de la última década.
Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), como cabía esperar, se ha mostrado pesimista en la comparecencia que hacía este lunes y en la que afirmaba no ver signos de repunte en la economía europea. Una economía que también revisaba hace unas semanas sus previsiones de crecimiento a la baja; situando la tasa anual de crecimiento para 2019 en el 1,1%; un 1,2% para el 2020. Unos crecimientos que, al igual que con el PIB Mundial, distan mucho de los pronosticados a principio de año.
Y es que, como digo, en estos momentos no existen motivos para seguir confiando en el crecimiento futuro. Al menos así lo han visto los bancos centrales, que han activado ya sus políticas de estímulos –aunque bajo mi percepción erróneas– para tratar de, ya no de revertir la situación, pero sí al menos paliar la desaceleración económica y dar mayor dinamismo a unos crecimientos que se encuentran prácticamente estancados. Para Mario Draghi, “unas políticas esenciales para tratar la situación que atraviesa la economía europea”.
Tal es la situación que hasta el propio Gobierno en funciones ha acabado reconociendo el enfriamiento de la economía española. Un enfriamiento que, al menos a priori, no reconocía, pero que ante las evidencias que deja una clara tendencia subyacente de desaceleración es imposible evitar. La economía española, con una lectura de prácticamente la totalidad de indicadores, podemos afirmar que se encuentra sumida en una desaceleración, al igual que lo están el resto de economías de la zona euro.
Los crecimientos pronosticados para España, de acuerdo con los datos que presentaba Rafael Domenech de BBVA Research, muestran la clara desaceleración de la que hablo. Una desaceleración evidenciada en unos crecimientos que ya apenas superan el 2%, de acuerdo con el consenso entre organismos e instituciones. Si observamos los crecimientos proyectados en 2017, podemos visualizar cómo la economía española registraba tasas de crecimiento cercanas al 3,1%; en 2018, esta tasa cerraba el año con un 2,6%; ahora, en 2019, se prevé que la economía registre un básico 2%; a expensas de nuevas revisiones supeditadas al deterioro del entorno.
Unos crecimientos que siguen perdiendo ese dinamismo del que gozaban en años anteriores y que, de cara a las nuevas elecciones del 10 de noviembre, no pueden negarse. La desaceleración, como me gusta decir, no es algo subjetivo. La desaceleración es algo real y, cuando los indicadores así lo reflejan, seguir negando la realidad no va a cambiar el futuro del país. Un futuro que, desde todos los organismos españoles, ya avisan de que vendrá con más curvas de lo esperado.
Y es que, mientras la economía sigue desacelerándose, España sigue en su juego de formar un gobierno. Un gobierno que debe dar solución a un problema como lo es el bloqueo parlamentario y que, por otro lado, sigue lastrando los principales motores de crecimiento de nuestra economía.
Como digo, no podemos tomarnos esta situación a la ligera. La economía necesita reformas para tratar de dar solución a los problemas estructurales y coyunturales de la economía española y que le aporta mayor vulnerabilidad que otras economías de la zona euro. España es una economía que presenta unas características distintas y un margen de maniobra menor que el resto de homólogas, por lo que, de no darse un consenso parlamentario, seguiremos sin poder materializar esos pactos de estado que necesita nuestro país para sacar adelante nuestra economía.