El coronavirus ha renovado nuestra adicción a los plásticos
No todo han sido buenas noticias para el medioambiente.
Mientras la cifra de víctimas mortales por coronavirus supera las 350.000 en todo el mundo, resulta tentador buscar el lado positivo de la pandemia leyendo noticias sobre el respiro que se está tomando la naturaleza.
Las emisiones de carbono a nivel mundial se han reducido hasta mínimos históricos a causa de las estrictas medidas de confinamiento que se han impuesto en todo el mundo y de la paralización de la industria del automóvil y las aerolíneas.
Las grandes ciudades están repensando su transporte público y explorando formas de limitar el uso de los coches privados al tiempo que animan a sus ciudadanos a buscar otras formas de transporte, como caminar y usar la bicicleta.
Con la raza humana fuera de circulación, la naturaleza se ha abierto paso en muchas partes. Por ejemplo, los canguros se han dejado ver en ciudades australianas y los jabalíes han paseado por las calles vacías de Barcelona.
En Estados Unidos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han advertido este mes de la presencia de ratas agresivas en algunas ciudades a causa de la escasez de desechos por el cierre de los restaurantes. Efectivamente, la naturaleza se abre paso.
Y, sin embargo, aunque la pandemia esté dando esperanzas a mucha gente de que se produzca una revolución verde, también hay indicios de que esta crisis puede causar un daño permanente al medioambiente.
El plástico se ha convertido en la gran consecuencia negativa debido al incremento de alimentos envasados, bolsas de plástico, la instalación de mamparas y la omnipresencia de guantes y mascarillas.
En Francia, el 40% del plástico se destina a fabricar envases, señala la edición francesa del HuffPost. A finales de marzo, cuando despegó la crisis del coronavirus, la asociación de fabricantes de envases de plástico Elipso registró un incremento del 30% en la producción, principalmente en los sectores de la alimentación, la higiene y los detergentes.
Parte del motivo de este incremento, según explica Emmanuel Guichard, director general de Elipso, es que los proveedores han trabajado menos con restaurantes y más con consumidores particulares en sus hogares.
Artículos que antes del confinamiento se vendían en envases grandes en restaurantes y cafeterías ahora se venden en envases pequeños en los supermercados, justifica Guichard. “Eso implica más envases de plástico”.
El auge de los pedidos por internet y la mayor acumulación de provisiones en las tiendas también explica por qué los consumidores, incluidos los que tenían más conciencia ecológica antes de la crisis, se han despreocupado.
Según un estudio realizado en abril por el Instituto Kantar y PricewaterhouseCoopers, el 24% de los franceses hicieron la compra mediante la opción click and collect para limitar el contacto humano, es decir: comprar por internet e ir a la tienda a recoger el pedido.
En estos casos, “las fresas necesariamente irán en envases de plástico por si acaso acaban aplastadas bajo los productos de limpieza”, explica Guichard.
La pandemia también ha provocado que ciudades de Europa y Estados Unidos suspendan o cancelen la prohibición del uso de bolsas de plástico por miedo a que las bolsas reutilizables expandan más el virus.
En el Reino Unido, por ejemplo, el Gobierno suspendió el cobro de 5 peniques por bolsa de plástico a finales de marzo. En abril, California levantó su prohibición de bolsas de plástico de un solo uso durante 60 días.
“Es fundamental proteger la salud y la seguridad pública para minimizar el riesgo que corren los trabajadores esenciales de exponerse al coronavirus, como son los cajeros de los supermercados”, explica un anuncio oficial en California.
Los ecologistas, sin embargo, argumentan que apenas existen pruebas de que las bolsas de la compra reutilizables supongan un mayor riesgo de propagación del coronavirus.
Aseguran que la industria del plástico está aprovechándose de la crisis para fomentar sus productos y demonizar la reutilización, pese a que los estudios sí demuestran que el coronavirus puede vivir durante días en superficies de plástico.
De hecho, algunos grupos de reflexión de derechas han publicado artículos a favor de las bolsas de plástico y la industria del plástico ha presionado a la Administración Trump para que anule las restricciones a las bolsas de plástico en todo Estados Unidos.
“Pedimos al Gobierno que se pronuncie contra la prohibición de estos productos por motivos de salud pública y nos ayude a detener las prisas de los ecologistas y algunos diputados por prohibir estos productos, algo que pondría en peligro a los consumidores y a los trabajadores”, escribió Tony Radoszewski, director general de la Plastics Industry Association, a Alex Azar, Secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos.
Este mes, los CDC publicaron una guía para restaurantes y bares que les anima a utilizar utensilios desechables y sobres individuales de condimentos.
“La industria del plástico ha utilizado la emergencia del coronavirus como una oportunidad y se está alimentando del miedo de la gente para hacerles creer que lo más seguro para ellos es utilizar bolsas de un solo uso”, explica John Hocevar, director de la campaña de Greenpeace de protección de los océanos, en una entrevista al medio de comunicación estadounidense Vox. “Hasta ahora, no hay ningún estudio científico independiente que apoye esa afirmación”.
Otra imagen negativa de la pandemia ha sido la cantidad de guantes y mascarillas que acaban en el suelo de las ciudades.
En los hospitales, las mascarillas usadas se consideran residuos peligrosos y se incineran, pero ese sistema no es aplicable para el resto de la población.
Las mascarillas y los guantes usados deberían tirarse al contenedor de la basura, pero muchas ciudades han visto cómo sus calles se han llenado de estos residuos desde que comenzó la pandemia.
Esta basura representa no solo una amenaza para la salud de las personas que se la encuentran y la limpian, sino también para todo el medioambiente.
Las mascarillas quirúrgicas están hechas normalmente con polipropileno, un termoplástico muy denso que no es biodegradable ni reciclable.
“No es el polímero más peligroso, pero se estima que el polipropileno sólido tarda unos 500 años en degradarse”, afirma Etienne Grau, profesor e investigador de la Universidad de Burdeos.
En Francia, los buceadores afirman que han notado un incremento de “contaminación Covid” en el mar y otras aguas.
“Primero fueron guantes”, comenta un buceador en un vídeo viral. “Hace tres o cuatro días empezamos a encontrar mascarillas. Esto es solo el principio de la ‘contaminación Covid’”.
Esta semana, Virginia Raggi, alcaldesa de Roma, ha anunciado multas de 500 euros a quien no deseche correctamente sus guantes y mascarillas.
“El uso de guantes y mascarillas es esencial en estos momentos. Sin embargo, no deben acabar en el suelo bajo ninguna circunstancia”, advirtió Raggi. “Permítanme ser muy clara: habrá tolerancia cero contra quienes tiren estos desechos en las vías públicas”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.