El caso contra Ghislaine Maxwell, expareja y socia de Epstein, en manos del jurado
La credibilidad de cuatro mujeres es la clave para determinar si entregó repetidamente niñas al magnate para que abusara sexualmente de ellas.
El veredicto de culpabilidad o inocencia de la británica Ghislaine Maxwell depende ahora de la credibilidad de cuatro mujeres, las supuestas víctimas de Maxwell, a quienes supuestamente engañó y entregó al magnate Jeffrey Epstein para que abusara sexualmente de ellas.
El proceso contra la británica en el tribunal del Distrito Sur de Manhattan vivió este lunes su última audiencia, y la juez Alison Nathan encargó al jurado que se retire para deliberar sobre su culpabilidad o inocencia, lo que puede comunicar en cualquier momento a partir de este martes.
Vestida con un jersey claro y una mascarilla negra, muy serena, Maxwell escuchó sin inmutarse las intervenciones de la Fiscalía, que la pintó como una perversa manipuladora al servicio de los apetitos sexuales de Epstein, quien se suicidó en su celda en agosto de 2019, antes de ser juzgado por un cúmulo de casos de abuso sexual.
La defensa de la británica, presa desde hace un año y medio, trató en su último alegato, una vez más, de sembrar dudas sobre los testimonios de las cuatro mujeres que han pasado por el estrado para denunciar cómo en los años noventa y primera década del dos mil Maxwell las sedujo y las manipuló para entregarlas a Epstein.
Como era de esperar, las abogadas que hoy tomaron la palabra -todas mujeres- guardaron sus mejores armas retóricas para tratar de convencer al jurado para que pronuncie su veredicto sobre los seis cargos que pesan sobre ella por participar de un modo u otro en la captación y transporte de varias jóvenes, varias de ellas menores de edad en el momento de los hechos.
Testimonios cambiantes
La abogada de Maxwell, Laura Menninger, no negó en ningún momento que Epstein fuera una especie de depredador sexual, ni que las mujeres que hoy acusan a Maxwell hubieran sido víctimas suyas, pero insistió en que ellas “han cambiado sus relatos varias veces” -en sus distintos interrogatorios-, lo que por sí solo constituye una duda razonable que debería llevar al jurado a declarar su inocencia.
Estos cambios de testimonio los atribuyó a las “falsas memorias” de las víctimas que, según ella, cayeron en la autosugestión con el paso de los años, contaminadas de alguna manera por la profusión de información sobre el caso Epstein, además de “la influencia del alcohol y las drogas” en las vidas de varias de ellas.
Pero Menninger atribuyó sobre todo esos bandazos en sus testimonios a algo más tangible: el dinero; así, dijo que fue la creación de un Fondo de compensación para las víctimas de Epstein, creado por el Gobierno, lo que constituyó el punto de inflexión para unas mujeres que hasta entonces no habían mencionado a Maxwell como partícipe en los abusos o en su preparación.
Se refirió a los pagos que Epstein hizo a Maxwell por más de 30 millones de dólares entre 1999 y 2007, insistiendo en que “eso no prueba nada”, ni tampoco el hecho de que Maxwell usara la mitad de ese dinero para comprarse un helicóptero, una compra que atribuyó a algo “habitual entre gente pudiente”.
La letrada sostuvo que la Fiscalía está basando su acusación en una especie de “ella debía saber lo que pasaba”, o en su “presencia cercana” a Epstein, basadas ambas en la demostrada intimidad que Maxwell y Epstein compartían, pero que, según ella, no constituye de ningún modo “una prueba más allá de la duda razonable”.
Maxwell “no es Jeffrey Epstein, la están juzgando por haber estado con él, algo que constituye tal vez el error más grande de su vida”, concluyó Menninger de forma dramática.
“No eran más que basura”
Durante buena parte de la mañana, la Fiscalía describió la intimidad que Epstein y Maxwell compartían y la presencia constante de la británica en la vida del magnate, también cuando por su casa desfilaban mujeres, menores y mayores de edad, algo ante lo que la servidumbre tenía orden de “no ver, ni oír ni decir nada”.
La ayudante del fiscal Alison Moe insistió en que Maxwell no solo atrajo a chicas “menores, bonitas y vulnerables” para “seducirlas con su estilo sofisticado” y entregarlas a Maxwell; más allá de eso, llegó incluso a tocar los pechos de tres de ellas en momentos previos a las sesiones sexuales con Epstein.
A esas sesiones, Maxwell las llamaba recurrentemente “masajes”, e instruía a las chicas sobre cómo Epsten quería que fueran esos masajes.
Sobre si alguna vez Maxwell sospechó que todo esto acabaría sabiéndose y pagaría por ello, la fiscal Maurene Comey, que usó el último turno de réplica a los argumentos de la defensa, fue contundente: “A sus ojos (de Maxwell), esas chicas no eran más que basura, ¿quién las iba a creer?”, dijo ante el jurado.
Y sobre las alusiones a que todas ellas cambiaron sus testimonios al saber que existía un Fondo -que las ha compensado con cantidades de entre 1 y 5 millones de dólares- Comey recordó que “el fondo está agotado y el dinero acabado”, así que “no tienen nada que ganar exponiendo ante el mundo sus horribles experiencias”.