Eduardo Leiva, el hombre que puso música al confinamiento

Eduardo Leiva, el hombre que puso música al confinamiento

De la multitud de arreglos compuestos por Eduardo Leiva, el más popular, sin duda, ha sido el que hizo para 'Resistiré', la canción del Dúo Dinámico que se convirtió en un himno durante la pandemia.

Eduardo Leiva en 'Qué apostamos'.YOUTUBE

“Eso lo he compuesto yo”. Cada tarde, a las ocho, Eduardo Leiva (1944) no podía evitar una sonrisa al escuchar esa música que saltaba de balcón a balcón, se colaba en las noticias de la tele y sonaba a cada poco en las emisoras de radio. Resistiré, la canción que todo el mundo tarareaba, había sido compuesta por Manuel de la Calva y Ramón Arcusa junto al letrista Carlos Toro en 1987 y apareció un año más tarde en un elepé del Dúo Dinámico titulado En forma.

“La verdad es que Ramón y Manolo han cosechado montones de éxitos pero éste ha sido especial y ahora más, con todo lo que ha pasado. Tengo pocos recuerdos del día que la grabamos. En las grabaciones es raro que pase algo, siempre es más o menos lo mismo. Sin embargo, durante el confinamiento, cuando la cantaban, no podía evitar emocionarme al pensar que ahí había estado yo. Que esa introducción, ese chan chan chan del principio y el puente y la instrumentación había sido una ocurrencia mía. Los arregladores le damos forma a la canción. Es nuestro trabajo. Así que cuando escuchaba esos primeros compases era inevitable pensar: eso es mío. Pero enseguida me olvidaba. Si tuviera que acordarme de todos los arreglos que he hecho… jajaja”.

Antes de trabajar con el popular dúo, Leiva había acompañado a artistas como Julio Iglesias, Massiel, Rocío Jurado, Luz Casal o Juan Pardo, en cuyo grupo se enroló a principios de los años 70. Fue Pardo, que, además de cantante y compositor, era entonces un avispado productor, quien le dio la oportunidad de ser el arreglista de la canción A ti mujer con la que Juan Camacho ganó el Festival de Benidorm en 1974. También de trabajar con Elkie & Nelson, un dúo de hermanos colombianos precursores, en cierta forma, del rock-latino.

“Eran muy divertidos, les importaba todo un pimiento. Siempre estaban de cachondeo. Con Juan Pardo trabajé sin parar cinco o seis años. Fue una época fantástica aunque él lo pasó regular porque coincidió con su separación matrimonial y sufrió un accidente de tráfico, pero también resultó una etapa muy creativa en su carrera con buenos discos como, Hotel Tobazo o Agua. Es un tío maravilloso. Hace tiempo que no nos vemos. Junto a él conocí a la élite de las grabaciones en Madrid: estudios, músicos, empresarios. Empezaron a llamarme como pianista. Estuve, por ejemplo, en el elepé Gavilán o paloma, de Pablo Abraira. Una vez que se conseguía entrar en ese circuito, ya no se paraba. Decían que era una mafia. Tonterías. Si acudías a la cita y hacías tu trabajo bien probablemente volverían a convocarte. Si metías la pata o no cooperabas, pues te daban con la puerta en las narices”.

Ana Belén, Jarcha, María Jiménez, Jairo, José Vélez… No es difícil encontrar el nombre de Eduardo Leiva en muchos discos de los 70 y 80. Acude al Festival de Benidorm junto a Jerónimo con Quisiera, a la que puso letra Eleuterio Sánchez El Lute. A Eurovisión irá en media docena de ocasiones, la más sonada con Azúcar Moreno el año que hubo que repetir el arranque de Bandido.

“En aquella época la música se interpretaba en directo pero la organización permitía llevar grabadas ciertas partes que por alguna razón eran difíciles tocar en directo, por ejemplo una guitarra española. En Zagreb, parecía complicado encontrar un buen guitarrista, así que llevábamos una cinta con las bases. Había una marca para que el control la lanzara. Como otros directores, yo usaba auriculares. No escuché ninguna indicación. Estaba esperando el click, los cuatro golpes para dirigir a la orquesta. Pasan unos segundos. De repente tiran la música grabada, como siete u ocho compases más tarde de lo debido. Estaba claro, alguien le había dado al botón tarde. Los músicos de la sala se quedaron desconcertados. Les hice una indicación y dejaron de tocar pero la música grabada seguía sonando. Me crucé de bruces y dije: ya la pararéis. Luego arrancamos otra vez y todo fue bien pero la gente nunca acabó de entender lo ocurrido y era tan sencillo como que el técnico estaba a por uvas”.

Por entonces, el maestro Leiva se había convertido en un popular personaje televisivo. Lo habían contratado para dirigir a los músicos en la gala que se organizó en Florida Park para celebrar el primer sorteo de la Lotería Primitiva. Allí lo fichó el productor Francesco Boserman para Qué apostamos.

“No necesitamos que seas solo un gran músico, me explicó Boserman, sino que te conviertas en un personaje más de la historia. Incluso te tendrás que disfrazar alguna vez. Eso me preocupó. Llamé a Pío Núñez, que había producido mucha televisión en América, y me tranquilizó: ‘No seas tonto’, me dijo, lo importante es que vas a salir en la tele y te va a conocer todo el mundo. Desde el primer esmoquin color granate a las alas de angelito que me pusieron o las intervenciones con Ana Obregón y Ramón García fue toda una experiencia. Pasado el primer trago, me fui acostumbrando y ya ves, estuvimos en antena ocho años”.

Durante los noventa, Leiva forma una potente orquesta junto al trompetista Patxi Urchegui. En 2009, al término de una actuación en Aranjuez, les dijo que había cumplido 65 años y se retiraba. Llevaba ya algún tiempo alejado de los arreglos y los estudios de grabación y tenía la sensación de no haber hecho en la vida otra cosa que trabajar. Había que parar.

“Cuando era niño, en casa escuchábamos la radio mientras comíamos. Con el tenedor, acompañaba la música como si fuera un batería. Un día mi padre, que era militar, me preguntó: ‘Oye, ¿a tí te gustaría ser músico?’. Entonces vivíamos en Alcalá de Henares. Buscaron a doña Antolina, una profesora de piano que con siete u ocho años me dio las primeras clases de solfeo y piano. Estudié por libre. Mis padres me llevaba a los exámenes a Madrid. Si sacaba algún sobresaliente, me invitaban a un bocadillo de calamares. Lo que doña Antolina nos enseñaba me provocaba mucha curiosidad. Eso del solfeo parecía algo muy novedoso y, a la vez, muy complicado. Acabé la carrera con el bachiller. En un mismo año hice sexto, la reválida, octavo de piano, cuarto de armonía, de contrapunto, dirección… Lo acabé todo a los dieciséis y empecé a tocar en en el Hotel Astoria de Valencia, donde habían destinado a mi padre. Formamos un trío, Ferrer, el batería de Los 5 Latinos, Ortolá, un guitarrista, y yo al piano. No llevábamos ni bajo. Tocábamos piezas de jazz y algunos éxitos del momento en la boite. A Ferrer le salió un contrato para acompañar a Manfred Cero, que siempre llevaba músicos españoles en sus giras por el norte de Europa. Con la edad que tenía, cuando le expliqué que íbamos a Hamburgo, primero, y luego a Dinamarca a mi padre dijo que ni hablar. Al final, Ferrer, que era un señor casado y con hijos, lo convenció. Estuve dos años sin volver a casa tocando en hoteles. Volví para hacer la mili y me quedé. Junto a la sobrina de Lolita Garrido, Samanta, hice un grupo. Trabajábamos por Andalucía con el mítico representante Pulpón. Luego, me incorporé como pianista de Juan Pardo y así… hasta hoy”.

Gran parte de ese trabajo se ha quedado prendido en la memoria de la gente. La labor del arreglista suele pasar desapercibida aunque resulte fundamental para el éxito de una canción. Leiva lo consiguió con Pavo real, de José Luis Rodríguez El Puma, o Pensando en ti de Isabel Pantoja. También con Resistiré.

“A veces, hay que darle mil vueltas a las composiciones que te presentan el artista o el productor. Dices ¿por dónde cojo yo esto? Te encuentras con canciones que son una mierda pero bueno, las adornas, les haces una introducción bonita y todo cuela. No es el caso de Resistiré, aunque en el momento de grabarla aquella introducción fue una más, una de esas ideas que se nos ocurren para que el tema enganche. Si buscas la complicación, puedes cargarte el disco. Tienes que amoldarte a lo que te dan. A Manolo y Ramón les gusta las canciones sencillas, incluso armónicamente, que pegan entre el público con una facilidad asombrosa. que es lo que ocurrió con Resistiré. Me emociona ver cómo le gusta a la gente pero para mi fue un trabajo más. No ha sido lo más importante de mi carrera”.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).