La guerra de Ucrania, como el covid, también afecta a los divorcios en España
La cifra de divorcios creció un 12% en 2021, pero no ha habido un 'boom' de separaciones. Al contrario, las crisis frenan o posponen estas decisiones.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) publicados hace unas semanas muestran que en 2021 los divorcios en España crecieron un 12,5% con respecto al año anterior. Lo fácil y rápido es asumir que la gente ahora se separa más. Pero no es así.
Si se comparan cifras de 2021 con las de 2019, se observa que el número de divorcios, nulidades y separaciones ha disminuido en el país (en torno a 95.000 hace tres años frente a los 90.000 del curso pasado), y que la tendencia es descendente al menos desde 2006, posiblemente porque la gente también se casa menos.
El HuffPost se ha puesto en contacto con tres sociólogas para tratar de desgranar estos datos y los motivos que hay detrás: ¿se ha recuperado el ‘ritmo’ de divorcios habitual tras la pandemia?, ¿por qué la gente se separó menos con el covid?, ¿qué panorama se presenta a partir de ahora?
Las tres expertas coinciden en señalar que, en primer lugar, no es que en 2021 se haya producido un boom de crisis y divorcios, sino que ese aumento con respecto a 2020 corresponde a aquellas separaciones que no se llevaron a cabo o se pospusieron por la pandemia; aquí entran motivos de peso, desde el cierre o el funcionamiento a medio gas de las Administraciones Públicas durante el confinamiento hasta el preferir aplazar una decisión así ante la incertidumbre aparejada a la llegada del virus.
Rebeca Cordero, profesora de Sociología de la Universidad Europea, explica que las crisis en general, sean “situaciones de incertidumbre, de inestabilidad, de conflicto e incluso de inseguridad económica, tienden a conllevar comportamientos más conservadores” entre la población. “Poca gente decide comprarse un coche a las puertas de perder un trabajo, del mismo modo que casi nadie se divorcia si no sabe la que se les viene encima, o a qué se van a exponer”, ilustra.
Un repunte “esperable”
Teresa Castro, demógrafa del CSIC, considera que el repunte de divorcios visto en 2021 era “esperable”, de igual manera que ha ocurrido “en todos los países” del entorno. En lo peor de la pandemia “hubo un bajón tanto en divorcios como en matrimonios y nacimientos, como si todo se hubiera puesto en pausa”, apunta. Se estima que el primer período de la pandemia redujo la natalidad más de un 8% en España, con una de las tasas más altas de Europa. Los divorcios, por su parte, bajaron un 16% (15.000 menos en cifras brutas) de 2019 a 2020. Ahora, por lo tanto, se estarían retomando esas “separaciones ‘atrasadas’ del año anterior”, comenta Castro.
La demógrafa reconoce que a los expertos les cuadran perfectamente estos datos si los ponen en relación con lo que saben y con lo que han observado en épocas anteriores. Así, con la crisis económica de 2008 también se vio una bajada similar en el número de divorcios, pasando de 137.000 en 2007 a 118.000 un año después.
La tendencia general, en cualquier caso, sigue siendo descendente como lo ha sido en los 10 o 15 últimos años, apunta Castro, “básicamente porque hay menos matrimonios”, resume. “Como cada vez se casa menos gente, las cifras de divorcios sólo ofrecen una visión parcial”, afirma. “La secuencia antigua era noviazgo-matrimonio-hijos, y ahora es bastante distinta. Se empieza viviendo juntos, quizás tener hijos y luego, a lo mejor más tarde, matrimonio. No es que se descarte la boda, pero se considera más por cuestiones prácticas y no como el inicio familiar”, señala la demógrafa.
Rebeca Cordero coincide con ella. En la actualidad no existe tanto la necesidad de ‘oficializar’ una relación, sino que más bien “los ciudadanos a veces se ven abocados a tomar la decisión de casarse por el hecho de adquirir una serie de derechos, en temas tan sencillos como poder acompañar a tu pareja a una operación quirúrgica con días de permiso en el trabajo”, puntualiza.
Época de “contención”, en todos los sentidos
Las sociólogas auguran que la incertidumbre actual –“la guerra de Ucrania, la inflación, la posible recesión a la que nos podemos enfrentar en invierno”– seguirá probablemente incidiendo en el decrecimiento de las separaciones. “Ante fenómenos de inestabilidad, el individuo decide contenerse, en el consumo, en la demanda, y también en las decisiones personales que puedan afectar a la pareja”, explica Cordero. “Es la sensación de que tenemos que protegernos ante una nueva realidad que no deja de ser desconocida. Y salir de una relación de pareja de muchos años, en la que posiblemente haya hijos, es entrar a un terreno desconocido”, abunda. Además, recuerda la socióloga, “una separación es una pérdida de poder adquisitivo”.
En estos casos, las parejas exploran cualquier alternativa posible, desde la terapia hasta la convivencia en una casa pero separados. Ya no es raro “probar otras formas de convivencia que no tienen por qué ser la forma tradicional de matrimonio”, comenta Cordero.
La pandemia ha traído algo bueno: mirar más el bienestar
Francisca Molero es sexóloga y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS). Desde que comenzó la pandemia, en su consulta ha observado varios cambios significativos, empezando por un aumento en la demanda de terapia. “Siempre que hay reajustes hay algo de conflicto”, razona.
En este tiempo, Molero ha visto a la gente más estresada, a parejas –con o sin hijos– obligadas a convivir 24/7, a personas forzadas a modificar sus dinámicas familiares a causa del virus y del teletrabajo, que en algunos casos ha venido para quedarse. Pero también ha observado un afán importante en las parejas por “intentar gestionar lo mejor posible las diferencias”, incluso por acudir a consulta “de forma preventiva”. “Ya no vienen tanto cuando el conflicto está en un punto crítico, sino cuando las cosas no son tan serias, cuando no se plantean dejar la relación pero quieren solucionar cosas que sí la entorpecen”, apunta Molero.
La sexóloga sostiene que esto “tiene mucho que ver con las nuevas dinámicas establecidas en la pareja y con los cambios de roles de género”, pero también con el hecho de que la población da ahora más importancia a la salud en general y a la salud mental en particular. “A la gente le preocupa la salud, relacionada con calidad de vida, bienestar y tranquilidad. Hay una demanda clara de mejora y de mantener a la pareja”, explica Molero. Y también, añade la sexóloga, existe una mayor “exigencia de calidad” en la pareja que hace décadas, principalmente en “cuestiones de respeto y de igualdad”.
Francisca Molero ya no pregunta a sus pacientes –la mayoría de entre 30 y 50 años– si están o no casados, porque a estas alturas le parece un dato irrelevante. Con o sin boda de por medio, la sexóloga se aventura a predecir que este verano “habrá menos rupturas” que en el verano previo a la pandemia, porque si algo han traído esta crisis y el teletrabajo es que muchas parejas “se han acostumbrado más a convivir”.