Días felices en Budapest
Llegar a un país nuevo, a una ciudad nueva, sentarse a la mesa de la cocina de un modesto apartamento, tomar una taza de té y observar la luz cansada de octubre. Sentir que eres otro y sentir que eres el mismo, en otro escenario. Sentirte en la piel de quien habitó previamente esa ciudad, esa casa, esa cocina. Sentirte parte del mundo. Ciudadano del mundo. Mantener la capacidad de mirar y de apuntar lo que has mirado atentamente, que no se escape ningún detalle. Ningún tramo de luz. Ninguna mirada que se cruce con la tuya.
Trazar puentes con el pasado, con la historia de ese país, de esa ciudad. También con el presente. Buscar hallazgos en cada calle, en cada rincón, en cada esquina, en cada mirada. Leer a los escritores que vivieron ahí. Sentir su pulso, su mano deslizándose por el papel. Escuchar todo eso como si fuera una música suave, honda, necesaria, balsámica. Esa música que lo envuelve todo y que ayuda a vivir. Como lo hacen las notas de Bach y el talento inconmensurable de Glenn Gould. Pensar. Reflexionar. Escribir. No desfallecer en eso, la escritura. Bajo ningún concepto. Bajo ningún pretexto. Ante ningún problema.
Escribir en esa sencilla cocina, abarcar el mundo desde ella, bajo la luz de un lugar desconocido y conocido al mismo tiempo. Escuchando otra vez las 'Variaciones Goldberg'. Escuchándolas como si fuera la primera vez que uno lo hace: la misma emoción, la misma sensación de estar ante algo muy poderoso, genial. Y seguir escribiendo, después de las largas caminatas por la ciudad, de pensar y evocar a quien ha pensado antes que tú, de cruzarte con alguna de esas miradas que dejan huella en la memoria, casi hasta en la piel, ese escalofrío. Seguir haciéndolo, sí, en esa modesta cocina donde el escritor, Sergi Bellver, ha instalado su refugio. La luz de octubre, y la de los meses sucesivos, se filtrará en esos silencios.
Todo esto está presente en el último libro de Bellver, 'Variaciones sobre Budapest', publicado por La línea del horizonte. Un libro de cuidadísima edición en el que uno se sumerge como si se sumergiese en un viaje hacia lo conocido y hacia lo desconocido. Y del que uno regresa, tras su lectura, un poco más sabio y un poco más sereno. Como si el escritor, con cada frase, con cada párrafo, nos hubiese agarrado de la mano delicadamente para sumergirnos en el presente y en el pasado de un rincón del mundo que ha dejado intensa huella en su recorrido vital y profesional. Esos días felices en Budapest, hermoso y resplandeciente itinerario que queda ahora escrito de igual modo.