Conciliar o reventar

Conciliar o reventar

Entrevista a Yolanda Herrero Mor, autora de 'Conciliar o reventar'.

Yolanda Herrero Mor es madre emprendedora, consultora especializada en mindfulness y terapia transpersonal. Hace seis años, y tras más de una década en el mundo de la empresa, fundó Vivirmindfulness.com, un proyecto digital desde el cual investiga y forma sobre mindfulness aplicado a la conciliación a través de su membresía, cursos, talleres y conferencias, frecuentemente, dentro de las propias empresas. Acaba de publicar ′Conciliar o reventar’ de manera independiente, libro en el que aborda el reto de la conciliación desde una perspectiva interdisciplinar centrada en la experiencia individual. Más allá de lo que las administraciones y las empresas puedan hacer por nosotros, se pregunta qué podemos hacer nosotros mismos para conciliar mejor nuestras diferentes esferas de vida y actividades. De una manera sencilla y amena, nos ofrece claves profundas –filosóficas, psicológicas, pedagógicas– que nos ayudan a entender los obstáculos que a menudo nos ponemos nosotros mismos para conciliar y cómo podemos hacerlos de lado para lograr ese ansiado equilibrio personal y familiar. Hablo con ella en un momento, el de la pandemia y las restricciones sanitarias, en el que la conciliación emerge como uno de los principales retos de nuestra sociedad, fuente de frustración para millones de personas.

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¿Por qué nos cuesta tanto conciliar? 

Desde mi experiencia hay tres motivos fundamentales. Por un lado, el estilo de vida imperante y el exceso de información nos aboca a la actividad constante. Estamos inundados de llamadas a la acción que van haciendo cada vez más larga la lista de quehaceres y nos cuesta tomar consciencia de cuáles son las prioridades a la hora de satisfacer necesidades reales. Estamos hiperconectados a través de la tecnología con lo exterior y esto nos desconecta, en gran medida, de nosotros mismos y del momento presente que es el único en el que podemos vivir y gestionar de la mejor forma las diferentes parcelas de nuestra vida. Este factor, junto a la excesiva necesidad de pertenencia al grupo, reconocimiento y aprobación, es lo que nos mete en las prisas y los agobios de la rueda de hámster de la no conciliación; seamos hombre o mujer, tengamos hijos o no, trabajemos o no.

Por otro lado, necesitamos revisar los roles de mujer cuidadora y hombre proveedor que la mayoría heredamos de nuestros padres, para actualizarlos en función de los nuevos tiempos y las nuevas necesidades.

El tercer factor es la falta de reflexión sobre nuestros valores, sobre lo que para nosotros es importante en la vida. A menudo, aunque lo tengamos claro, nos resulta difícil ser coherentes con ello; justamente por lo que acabo de decir sobre la rueda de hámster y los roles.

Estamos hiperconectados a través de la tecnología con lo exterior y esto nos desconecta de nosotros mismos y del momento presente, que es el único en el que podemos vivir y gestionar”.

Durante el confinamiento, hemos permanecido meses encerrados en el espacio doméstico, tratando de conjugar en un mismo lugar trabajo, cuidados y ocio. ¿Qué cosas positivas y menos positivas crees que nos ha aportado esta experiencia?

Creo que el resultado de la convivencia ha sido más o menos positivo en función del nivel de consciencia de las familias. Para unos, ha sido un regalo poder pasar más tiempo con ellos mismos y sus familias y se han ido adaptando a las circunstancias. Para otros, el confinamiento ha sido el detonante de conflictos que la vida fuera de casa conseguía disipar. Ha habido familias que lo han pasado muy mal en ese sentido. Sumado además el miedo a la enfermedad, la inestabilidad económica y la incertidumbre sobre la vuelta a la normalidad.

El teletrabajo, aunque en primera instancia fuese un inconveniente con los niños en casa, ahora es un gran avance en la conciliación para los que no tienen un trabajo presencial. Lo que para muchas empresas antes era impensable, ahora es una realidad plausible. Esto ha permitido no solo ahorrar tiempo en desplazamientos y mejorar las condiciones medioambientales, sino plantearse otras formas de vida fuera de la ciudad.

El otro gran avance ha sido la visibilización de los cuidados, de la necesidad de atención de los hijos. Siempre han estado ahí, pero en cierta forma los ocultábamos porque pensábamos que ponían en entredicho nuestro compromiso con la empresa. Ahora la pandemia los ha puesto a la vista de todos y eso nos capacita para gestionarlos mejor.

¿Qué opinas del concepto carga mental del que tanto se habla ahora?

Creo que necesitamos redefinir el término para poder paliar esa carga. Se habla de carga mental femenina por el exceso de tareas que asumen muchas mujeres dentro y fuera del hogar, pero realmente la carga es emocional. Lo que carga a muchas madres, hasta el punto del burnout, es la implicación emocional que conlleva atender a los hijos. Puede haber, además, acumulación de tareas por ese exceso de quehaceres que nombraba al principio, pero no carga lo mismo hacer tres recados que gestionar una rabieta. La falta de gestión emocional mina la energía vital y por eso se siente como una carga.

Lo que carga a muchas madres, hasta el punto del ‘burnout’, es la implicación emocional que conlleva atender a los hijos. No carga lo mismo hacer tres recados que gestionar una rabieta”.

En el libro, tratas algunas contradicciones que observas en nuestra retórica cotidiana, como que le pedimos a los gobiernos que remuneren el trabajo del cuidado y, al mismo tiempo, renegamos de él. ¿Por qué crees que nos cuesta tanto valorar los cuidados y las labores domésticas? 

Porque en esta sociedad tendemos a focalizar la realización personal en lo laboral. En la faceta pública nuestra contribución se hace más visible y eso nos trae dinero, reconocimiento y nos reafirma en nuestras capacidades. En casa “nadie” nos ve. El ‘ego inmaduro’ necesita reconocimiento y nos sale reivindicar que se valore lo que hacemos, aunque a menudo nos cueste apreciarlo a nosotros mismos. Nos volcamos en el trabajo para cubrir necesidades del mercado y dejamos atrás las nuestras y las de nuestra familia. Nos olvidamos de lo importante que es para el bienestar familiar y social la educación de los hijos. Los niños son los grandes damnificados de la no conciliación.

Por otra parte, cada vez más hombres manifiestan que querrían tomar parte más activa de la crianza y los cuidados, pero a menudo se sienten excluidos. ¿Qué responsabilidad tenemos las mujeres en esto?

El rol de mujer cuidadora que la mayoría heredamos de nuestras madres nos lleva a querer controlar en el hogar. Nos metemos en casa e, inconscientemente, todo lo que abarca la vista lo asumimos como nuestro negociado. Necesitamos tomar consciencia del patrón inconsciente para soltar el mango de la sartén, liberarnos del lastre emocional que supone identificarnos con el rol y dejar espacio para que los hombres tomen su responsabilidad. Los hijos necesitan del vínculo con ambos. Con frecuencia el exceso de control de la madre entorpece el vínculo con el padre. Es un proceso de aprendizaje para todos.

Partes de la idea de que si expresamos nuestras verdaderas necesidades de manera concreta es muy posible que conectemos con las del otro y se inicie un intercambio fructífero para ambas partes, por ejemplo, entre empleado y jefe. ¿Puede ser que, a veces, ni nosotros mismos tengamos claro qué es lo que necesitamos exactamente, más allá de que nos sentimos agotados?

Así es. Con esto del confinamiento, el teletrabajo, las tareas domésticas y el cuidado de los niños, asumimos que teníamos que poder con todo. Tendemos a obedecer sin cuestionar la mejor forma de hacer las cosas para todas las partes. La rueda de hámster genera un efecto túnel que nos enfoca en salvar los obstáculos y nos impide ver otras opciones. El primer paso es poder conectar con nosotros mismos y con la pareja para sumar recursos. Cuando tenemos clara cuál es la necesidad que hay que cubrir en cada momento, es más fácil exponerla con los mejores argumentos y que se acepte. Tanto cuando los intereses de la familia interfieren en el trabajo, como al revés.

Cuando tenemos clara cuál es la necesidad que hay que cubrir en cada momento, es más fácil exponerla con los mejores argumentos y que se acepte”.

Desde una perspectiva crítica, tu énfasis en el individuo y su responsabilidad en la conciliación podría interpretarse como una absolución de la responsabilidad de las instituciones a la hora de facilitar ésta. ¿Qué piensas al respecto?

Para que todos podamos conciliar más y mejor es necesario que hagamos el camino desde lo individual y lo colectivo. La conciliación es un asunto de todos. Como digo en la definición de conciliación que aparece en el libro, se trata de armonizar vida personal, familiar y profesional, atendiendo las necesidades de cada uno de los implicados, con la colaboración de todos (padres, hijos, familia, empresas, gobierno y agentes sociales implicados). El punto de partida para mí siempre es el individuo, porque es donde reside el poder para actuar y ser el cambio que queremos ver fuera. Una mejor conciliación personal es lo que nos dará fuerzas y recursos para poder reivindicar lo que haga falta después de la jornada laboral o de haber acostado a los niños.

Siendo un tema de tanta actualidad, y a la vista del éxito que está teniendo tu libro (ha sido bestseller en Amazon en la categoría de cuerpo, mente y espiritualidad y el segundo en relaciones y familia), ¿te gustaría seguir explorando el tema? ¿Hay más cosas que no se dicen sobre la conciliación?

Sí, creo que necesitamos seguir arrojando luz sobre los roles que mujeres y hombres asumimos. La falta de corresponsabilidad en el hogar es una de las asignaturas pendientes para muchas familias. Mi próximo libro aborda cómo conseguir un reparto equitativo de las tareas del hogar y cómo, a través del mindfulness, podemos convertir las tareas del día a día en la vía para conectar con el momento presente, salir de la rueda de hámster y vivir sin complejos del ego.